Patrimonio

Un tesoro enterrado en la Gran Vía de Madrid

La nueva estación de metro expone en la planta intermedia los restos arqueológicos hallados durante las obras de remodelación que arrancaron en agosto de 2018

Lanzarse a una excavación siempre implica la posibilidad de encontrar bajo tierra un tesoro escondido, más aún si la hazaña conlleva vaciar un pozo de más de 25 metros de profundidad en pleno centro de la capital. Pero, a veces, incluso prevenidos, la historia rebrota entre las piedras con más fuerza de la que la maquinaria más pesada puede soportar: «Cuando arrancamos con este proyecto, como es habitual, solicitamos una ficha a la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad, por eso, sabíamos que esta zona era arqueológica y que esto podía pasar, pero no imaginábamos dar con la abundancia de restos que han aparecido», reconoce sobre los secretos destapados por las obras de la recién inaugurada estación de Gran Vía Carlos Zorita, responsable del Servicio de Infraestructuras y Estaciones de Metro de Madrid.

Si la misión de la construcción del nuevo eje vertical de conexiones situado allí donde se encuentran la calle de la Montera y la Gran Vía comenzaba el 20 de agosto de 2018, apenas unos días después, un equipo de arqueólogos tenía que sumarse a los trabajos para extraer y documentar los vestigios del pasado de la ciudad enterrados por el tiempo, tarea que les ocupó más de un año de dedicación. Y, como reconoce Zorita, «aunque estos hallazgos le otorgan un valor añadido a la estación, desde el punto de vista de la ejecución, suponen un hándicap importante porque, con cada descubrimiento, la obra se queda en un segundo plano y eso, evidentemente, acarrea retrasos y paralizaciones».

Pero, ¿qué aguardaba a ser recuperado en las profundidades del corazón de Madrid? En primer lugar, los restos de la antigua estación de metro de Red de San Luis, como fue bautizada cuando se inauguró en 1919. Entonces, por aquí solo circulaba la línea 1 y el acceso lo remataba la icónica estructura del arquitecto Antonio Palacios que ahora, en su versión renovada, vuelve a lucir en el mismo punto. «Cuando en 1970 llegó a Gran Vía la línea 5, se cambió toda la configuración del vestíbulo original y el templete fue desmantelado», apunta el responsable de Metro, que continúa: «El hueco de aquel ascensor quedó sepultado y durante la excavación para reinstaurarlo hemos dado con él y con la escalera que circundaba hasta los andenes».

Además de elementos constructivos como los pilares de metal que hacían de soporte estructural del elevador del siglo XX, los trabajadores de las obras de la estación de Gran Vía dieron también con multitud de soluciones decorativas bajo la firma de Antonio Palacios, quien «utilizaba revestimientos cerámicos en las galerías y pasillos de Metro para, aun siendo un transporte del pueblo, darle un aspecto más noble», dice Zorita. Entre estas piezas, destaca por su belleza y por su magnífico estado de restauración, un mural con el escudo de Madrid en el centro, con su osa y su madroño, pero sin corona real desde que se proclamara la Segunda República.

Con lo que no contaba nadie era con encontrar soterrado todo un escenario de la vida social y cotidiana del Madrid del siglo XVIII: «Han aparecido restos de edificaciones que se expropiaron y demolieron para ganar anchura en el abordaje de la trama urbana actual que, como la estación, data de principios del XIX», explica Carlos Zorita, que recalca la dificultad de los trabajos de extracción y análisis en este caso, al ser «cimentaciones que, por su tamaño, hay que tratar con maquinaria, pero que, por su interés, requieren de la delicadeza del pincel y el cincel». Uno de esos inmuebles tiene nombre propio: la casa de Astrearena, construida en 1745 y, en cuyo sótano, había unas bodegas donde se mantenían intactas decenas de botellas.

Igualmente, se han recuperado albarelos y jarras de la que fue una de las más influyentes y famosas farmacias del reino casi 300 años atrás. Situada en el número 19 de la calle de la Montera, contaba con los medicamentos más modernos, un laboratorio químico, una excelente biblioteca y una rebotica en la que se celebraban tertulias científicas que darían lugar a la creación de la Real Academia Nacional de Medicina de España. También se han hallado montones de monedas que dan cuenta del crecimiento que experimentó el comercio con el traslado definitivo de la corte a Madrid.

«Desde Metro somos conscientes de que los usuarios utilizan las instalaciones con prisa, y nuestro objetivo es dar respuesta a esa necesidad de rapidez, pero nos parece muy importante poner en valor todo esto que le aporta un sello distintivo a la estación y, por eso, hemos reservado una planta para exponer este tesoro y ponerlo al servicio de la ciudadanía», afirma el responsable de las obras cuando, con 825 días de retraso, por fin, el metro de Gran Vía ha sido reinaugurado.

La muestra, a la que se accede de forma gratuita y sin necesidad de introducirse en el sistema de Metro, incluye, además, varios paneles informativos con los que se reconoce la labor de los arqueólogos durante este largo proceso y la figura de Antonio Palacios, quien dejó antes de irse una importante huella en la ciudad de Madrid. En fin, que la espera habrá merecido la pena.

Las piezas clave
1. El escudo de Madrid:
La antigua estación de metro de Gran Vía contaba con un mural a semejanza del de Tirso de Molina, con la diferencia de que, en el recién recuperado, al escudo de Madrid le falta la corona real, eliminada por los republicanos.
2. Los elementos decorativos:
En los accesos, pasillos y andenes de la estación de Red de San Luis del siglo XX, Antonio Palacios incluyó cenefas decoradas en su parte superior con cabezas de leones obra del ceramista sevillano Manuel Ramos Rejano.
3. Los anuncios publicitarios:
Los comercios y negocios de la época se daban a conocer entre el público anunciándose en los azulejos que revestían los peldaños de las escalinatas de la estación, manteniendo así la estética del espacio.
4. Los objetos cotidianos:
En el siglo XVIII, en la zona donde se abriría la Gran Vía, destacaban las calles estrechas con multitud de casas de hospedaje y tabernas, resultado del incremento de la población que siguió al traslado de la corte a Madrid.