Historia
El comercio más antiguo de Madrid tiene 400 años y es una farmacia
Creada por un alquimista veneciano a finales del XVI, su actual dueño ha restaurado sus tesoros. Su intención, abrir un museo
Un rey, una reina, un pasadizo, distintos tipos de venenos, el escritor más grande de las letras castellanas, una momia de origen desconocido... Todo eso «cabe» en la antigua Farmacia de la Reina Madre. Si hay un local con historia en la capital, ése es el del número 59 de la calle Mayor. Más de 400 años lo convierten en el comercio más antiguo de Madrid. Al fin y al cabo, solo una farmacia podía conseguir tal hito: si algo no ha cambiado en cuatro siglos, es el hecho hecho de que, desde el más poderoso de los monarcas hasta la persona más humilde del pueblo llano, todos nos hemos puesto, en algún momento, en manos de un boticario.
«Cada día paran en la puerta entre 200 y 300 turistas», explica José Daniel Jiménez, titular de la farmacia desde 2016. De hecho, aunque en el último año han sido muchos menos debido a la situación de pandemia, lo cierto es que, desde el pasado julio, están regresando poco a poco a la capital. Afortunadamente, ya que, por localización, a escasos metros de la Puerta del Sol, la Farmacia de la Reina Madre tiene a los turistas como principales clientes.
El farmacéutico abrió las puertas de los tesoros del local a LA RAZÓN. Una serie de piezas en el sótano del edificio que, antes de que acabe el año, podrían ser admiradas por todos, madrileños y no madrileños. Y es que la intención de José Daniel es hacer de la farmacia un museo. «Hemos acondicionado el espacio en los últimos años. Y creemos que el comercio más antiguo de Madrid debe ser conocido por todos. También por los madrileños», explica.
Son muchos los estudiantes que les solicitan visitar su local para realizar sus tesis universitarias. Y no es para menos. Para bucear en su historia, hay que retroceder a finales del siglo XVI. En su origen, estaba situada en la calle Sacramento y fue el establecimiento de un alquimista veneciano que trabajaba a las órdenes de Felipe II, monarca obsesionado con la posibilidad –fantasiosa– de transformar metales simples en oro y plata.
Mucho después, en el siglo XVIII, Felipe V le concedió al local el escudo del reino y el nombre de Reina Madre. Una alusión, posiblemente, a su esposa Isabel de Farnesio, reina consorte y madre del futuro Carlos III. A Isabel corresponden muchas de las historias de la farmacia. Entre ellas, el miedo que sentía ante la posibilidad de que ella o alguno de sus hijos pudieran ser envenenados, motivo por el cual no se fiaba de los médicos del Palacio pero sí de los de la botica bautizada en su honor.
Ya en 1914, el local fue trasladado a su emplazamiento actual, en el 59 de la calle Mayor, un edificio modernista obra de Jesús Carrasco-Muñoz Encina, debido a que la calle Sacramento resultaba demasiado estrecha para que pudieran pasar las cofradías de las procesiones. Conservando, eso sí, su estructura y esencia originales. El mostrador de caoba, restaurado; los albarelos y botes de la época renacentista, incluyendo diversos tipos de venenos; los antiquísimos recetarios, entre los cuales se incluye una prescripción dirigida, ni más ni menos, que a Miguel de Cervantes... En el mostrador central se conserva el «polvo de extracto de momia», que se usaba para combatir males como la gangrena. En el sótano puede contemplarse una máquina para fabricar comprimidos: a través de una mezcladora, se introducía el principio activo, se aplastaba, y, por el otro extremo, el farmacéutico «cortaba» la píldora que necesitaba según la dosis. Otra de las «joyas» son los azulejos, ya centenarios, obra del ceramista Ruiz de Luna, en el que figuran las dos grandes fechas históricas de la botica: 1578, el año de la fundación, y 1914, cuando se produjo su traslado. En resumen, tanta historia atesora el establecimiento, que incluso conserva restos de la antigua muralla de Madrid.
Hay que añadir otro atractivo. Justo al lado, en el número 61 de la calle Mayor, se encuentra la casa en la que vivió uno de los genios de nuestro Siglo de Oro: Calderón de la Barca. Un edificio que, por supuesto, ha sufrido muchas reformas desde el siglo XVII, pero que nunca llegó a ser demolido gracias a la campaña que inició el gran cronista de Madrid, Mesonero Romanos.
Material frágil
Como relata José Daniel, «todos los trabajos los hemos llevado a cabo despacio, y con mucha paciencia. Por ejemplo, a la hora de actualizar los recetarios, tenemos que tener mucho cuidado, porque están muy deteriorados por el paso del tiempo». Así ocurre también con los frascos más antiguos. «Los hemos tenido que limpiar en seco, porque el agua puede romperlos», apunta.
El farmacéutico, titular de la botica tras comprar la licencia a su antigua dueña, Mercedes Ramos Cid, afirma que el proyecto para su rehabilitación ha sido arduo, pero muy emocionante. Y los resultados ya son visibles. «Ha sido un un año muy complicado. La gente ha vivido con mucho miedo. No querían salir de casa por miedo a contagiarse y les hemos llevado los medicamentos. Y nosotros, a su vez, regresábamos a casa temerosos de que pudiéramos contagiar a alguien. Pero parece que por fin estamos viendo la luz. Con que todo vuelva a la normalidad, nos conformamos», dice José Daniel.
La farmacia cuenta con un personal de seis personas, de las cuales «hemos pasado el coronavirus el 70%. Pero afortunadamente nunca se han producido más de dos contagios seguidos. Hemos doblado turnos y no se ha cerrado ningún día». Y así es. La Farmacia de la Reina Madre abre los 365 días del año. No sabemos si lo seguirá haciendo durante cuatrocientos años más. Pero lo que sí es innegable es el hecho de que, a día de hoy, goza de una salud de hierro.
Un túnel conectado con el Palacio Real
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