Luto
El triste adiós del dueño de “El Brillante”, el rey del bocata de calamares
El hostelero, Alfredo Rodríguez, vivía muy preocupado por las deudas derivadas de la crisis sanitaria
Madrileños y no madrileños, procedentes de todos los rincones del mundo, conocen “El Brillante”. Y más aún sus bocadillos de calamares. Más que una parada obligatoria, suponía todo un rito. Oportunidades no han faltado desde que este emblemático bar fuera erigido en la plaza del Emperador Carlos V, en Atocha, en el año 1951. Un trato cercano y un precio económico, unidos a los célebres bocadillos, constituyeron la fórmula del éxito. Hasta el punto de contar con otras tres sucursales en la Comunidad de Madrid. Sin embargo, el barrio, y la gastronomía madrileña en general, están de luto. El pasado lunes, su dueño, Alfredo Rodríguez, de 67 años, perdía la vida. Alfredo puso más de 50 años de trabajo en el popular restaurante, el cual heredó de su padre.
Según fuentes conocedoras del caso, las deudas económicas fueron el principal motivo que llevó a Alfredo a terminar con su vida. Si bien el negocio comenzaba a reflotar después de las oleadas víricas y los consecuentes confinamientos, lo cierto es que este último año y medio resultó muy difícil para el hostelero. “El Brillante” volvía a recobrar vida en las últimas semanas, pero no lo suficiente como para rebajar las deudas que el empresario había contraído. Un motivo este último que le llevó a quitarse la vida de un disparo en su domicilio, en el distrito de Chamartín.
En una de sus últimas iniciativas al frente del bar, Alfredo Rodríguez mostró precisamente su preocupación por las personas de mediana edad en una situación económica delicada: a la hora de contratar a su personal, tenían preferencia las personas de 50 años en adelante. Decidió hacerlo cuando un hombre de 57 años con problemas personales pedía ayuda desesperada para conseguir un empleo con el que ganarse la vida. Alfredo le contrató. Y no solo eso, le pagó el alquiler del piso durante todo un año para echarle un cable. Por eso, el factor años suma en la política de contratación del establecimiento. De las 35 personas que trabajan en el establecimiento, solo ocho o nueve están por debajo de esa edad.
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