Aniversario

Un año de la “cumbre de las banderas”: la reunión que cambió el mapa político de Madrid y España

Este comienzo de octubre se ha recordado por el 1-O catalán, pero se ha cumplido otro aniversario de unas jornadas que lo trastocaron todo: la reunión entre Ayuso y Sánchez en Sol

La Presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Diaz Ayuso recibió en septiembre en la Puerta del Sol al Presidente del Gobierno Pedro Sánchez.
La Presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Diaz Ayuso recibió en septiembre en la Puerta del Sol al Presidente del Gobierno Pedro Sánchez.ALBERTO DI LOLLIAlberto Di Lolli

En el arranque de mes se han recordado por sus aniversarios el 1 de octubre catalán, el 1 de octubre en el que defenestraron a Pedro Sánchez, hitos que cambiaron la política española. Hay que sumar otro que se vivió en Madrid: estos días se celebra el primer aniversario de unas jornadas que cambiaron el mapa político madrileño y español. Las tres semanas que van desde el 21 de septiembre al 9 de octubre del 2020 fueron el principio de la explosión política de Ayuso, el fin de Ciudadanos y un pinchazo del gran estratega de Moncloa. En el tiempo que va desde la cumbre de las banderas en Sol, con Sánchez y la presidenta madrileña, hasta el Consejo de Ministros extraordinario que decretó el estado de Alarma y cierre de Madrid se puso la semilla que ocho meses después parió el triunfo electoral del 4 de mayo. En una España que no volvió a la normalidad en el verano, que incubó nuevas olas, cuando la cogobernanza supuso que cada Comunidad Autónoma iba adoptando medidas diferentes primando un aspecto u otro, Sánchez, en permanente pulsión electoral, decidió acariciar a Ayuso para arañar a Casado.

El plan pasaba por encumbrar, con una bilateralidad bizarra, a la líder madrileña para desdeñar al líder nacional de los populares. Veintidós banderas en la Puerta del Sol procedentes de Moncloa y un acto pactado por Iván Redondo y Miguel Ángel Rodríguez para que el presidente se presentara como como el gran pacificador: «Estamos aquí para apoyar, para ayudar, no estamos para tutelar ni para evaluar y menos para suplantar a una administración»… después de los discursos y el intercambio de sonrisas, comenzaba la guerra con el entonces Ministro Illa como ariete fundamental contra la Comunidad de Madrid. Aguado, vicepresidente de Ciudadanos, que no interesaba para la foto ni a uno ni a otra, se quedó con la presidencia de un grupo COVID que fue un fracaso desde el primer momento. El portavoz dimitió a las 48 horas y nunca salió de ese cónclave medida alguna. Los ministros dejaron de ir y Aguado se quedó sin papel en la pandemia. Aparecía de vez en cuando con alguna propuesta tipo cerrar todo 15 días antes de navidad. Ciudadanos perdió el pie en aquellos días hasta caer por el despeñadero.

La operación «debilitar a Casado» se embarulló y Ayuso decidió ir a cuerpo a la confrontación directa con el presidente del Gobierno, que en un ejercicio de autoridad asimétrica cerró Madrid. En ese momento se marcaron nítidamente las dos orillas: el «antisanchismo» se quedó en manos de Ayuso y ella emergió para la izquierda como objeto de todas las críticas sin escatimar en gestos, vestidos, inteligencia o incluso estado mental. A saco… hasta «loca», algo que por cierto repetía esta semana Mar Espinar, portavoz socialista en el Ayuntamiento, a cuenta de la extrañeza de Ayuso por las palabras del Papa.

Hace un año los madrileños se esparcieron por Madrid, la sierra se llenaba y la hostelería sobrevivía y hasta ampliaba las terrazas. Entonces apareció otra fórmula de «batalla cultural», que fue la batalla a ras de suelo con los términos que todo el mundo comprendía. Miguel Ángel Rodríguez sigue en Sol para enfado de Ciudadanos y frustración de Génova, el PSOE trata de recomponerse en Madrid por enésima vez y Ayuso clama por la presidencia del PP de Madrid con «dientes, dientes» en la convención del PP pero con la procesión por dentro y por fuera. Luego llegaría Filomena y el alcalde de España se aupó a una montaña de nieve dura de la que no debiera bajarse para batallas que no son suyas.