Historia de Madrid
Cuando el Retiro lo cruzaban 12.000 coches al día
Atravesar el parque para ir de Alcalá a Atocha era tan normal como usar la Gran Vía para ir de Cibeles a Plaza de España (aunque ahora, por aquello de la sostenibilidad medioambiental tampoco esto sea un buen ejemplo)
Sostenibilidad o medio ambiente son términos cotidianos. Aceptados por las mayoría de la población. Sin embargo, hace 40 años no era así. Y un poco antes, menos aún. Los espacios públicos son buen ejemplo de todo ello. Y para muestra, un parque, El Retiro. Un oasis de paz -más o menos- y cierto aire limpio que hace poco no era así.
El paseo de coches era, por decirlo de alguna manera práctica, y entonces eso era lo principal, más allá de consideraciones ecológicas, como la Gran Vía o la Castellana. Al Paseo de Coches del Retiro se le consideraba algo así como la “calle” principal del Parque. Fue abierto en la época de la Primera República, o sea, hacia 1873, patrocinado por el Duque de Fernán Núñez y sí, era de coches, pero de caballos.
Este paseo, que lleva el nombre de Fernán Núñez, se debe a que este aristócrata, que quería poder pasear a caballo por el Retiro, aportó los 55.000 pesetas -la mitad de lo que costó abrir el Paseo-, al Ayuntamiento, que puso el resto. Eso sí, el señor duque pensaba también en hacer negocio, porque al principio había que pagar 2,50 pesetas al día por carruaje o caballo, aunque había abonos. Al aristócrata, que fue nombrado comisario del parque, la idea le reportó unas buenas ganancias la idea.
Cuando aparecieron los primeros “coches automóviles”, también se hicieron asiduos de este paseo, que ya se empezó a llamar “Paseo de Coches”, como en la actualidad, aunque ahora solo pasen por aquí los de la Policía y algunos de mantenimiento del parque.
En aquel tiempo, cruzar el Retiro en coche para ir de Alcalá a Atocha era tan normal como usar la Gran Vía para ir de Cibeles a Plaza de España. Aunque esto último, en nuestros días tampoco sea una buena comparación, pues Gran Vía ha quedado también atrapada en esa nueva normalidad mundial de la sostenibilidad medioambiental.
El Paseo de Fernán Núñez fue embellecido con la Puerta de Madrid, una de las más impresionantes de la zona. Fue construida en 1900 por el arquitecto municipal D. José Urioste Velada. Hierro forjado tanto para las puertas como para las farolas, siendo las columnas de granito y de caliza los motivos escultóricos, entre los que destacan las cabezas de león. Unas puertas que ven, cada año, pasar a todos los deseosos de perderse en la Feria del Libro de Madrid. Incluso recientemente, tras el parón de la pandemia. A los lectores y, cada día, a los entusiastas de bicicletas y patinetes, que también hay, y muchos.
El Retiro, sin coches
Y por aquello de que los tiempos cambian que es una barbaridad, en los años 70 empezó a calar cada vez más aquella concepción del Retiro como zona verde. Se quería que los niños pudieses campar a sus anchas, en detrimento de la visión del parque como zona de tránsito de vehículos. Tal es así que a principios de los años 70 se instalaron unos “modernos” aparatos llamados radares en el parque para “caza” a aquellos automovilistas que superaran los 40 kilómetros por hora. El fantasma de la multa se cierne sobre El Retiro. “Bien está que en lugares tan frecuentados por los niños se haga cumplir a rajatabla la limitación de velocidad”, se afirmaba.
Y de ahí a expulsar a los coches del parque, un paso. En los años 80 se prohibió la circulación de vehículos, con la correspondiente polémica que levantó la noticia en la opinión pública. Polémica no mayor, por otro lado que la que surgió cuando se peatonalizó el tráfico en las zonas de Sol y Palacio, o con Madrid Central o la Gran Vía. Los madrileños pusieron el grito en el cielo de Madrid. No estaban dispuestos a permitir que se les expulsara del parque. Un espacio que atravesaban más de 12.000 coches.
De bicicletas y restaurantes
Con el paso del tiempo, El Retiro se ha convertido en un espacio de ocio de primer orden. Sin coches -de caballos o gasolina- y reconvertido en un referente cultural, al parque vienen hoy en día muchos madrileños y visitantes a montar en bicicleta, en patinete o, simplemente a darse un paseo. Atrás quedan aquellos tiempos en que se podía alquilar bicicletas a dos pesetas la hora... Hoy en día, como en todo, los precios han cambiado.
Al igual que el antiguo “Centro de Aguas Oxigenadas” -a finales del siglo XIX era costumbre acudir a beber agua-, reconvertido luego en el Florida Park y hoy, en otra vuelta de tuerca de la modernidad, en centro gastronómico con diferentes ofertas. Un buen reflejo de los cambios que ha tenido el primer parque de Madrid.
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