Arte contemporáneo
Los Boscos del siglo XXI están en Madrid
Matadero acoge una exposición que revisa «El jardín de las delicias» a través del trabajo de 15 artistas internacionales cuyas obras forman parte de los fondos de la Colección Solo
«¡Mira, es Kim Kardashian fusionada con la Venus de Willendorf!», dice una de las espectadoras emocionada al reconocer las célebres posaderas de la modelo contorneándose dentro del cuerpo esculpido en piedra caliza de la famosa figura paleolítica. «¡Y ese de ahí está bailando el “Gangnam Style”!», le responde su acompañante igual de fascinada por el hallazgo. Las dos toman asiento y entornan los ojos a la vez, decididas a seguir descifrando en la penumbra el universo de formas y colores que habita y palpita frente a ellas en un itinerario de pantallas led de 21 metros de longitud. Tras ellas, envueltos por un halo de misterio, tres hombres altos y de brazos cruzadas las observan mientras se acercan sigilosamente hasta que su presencia las saca del embelesamiento: «Es increíble, ¿no?», alcanza a decir una de las mujeres tras el sobresalto. «La verdad es que sí, lo hemos hecho bien», responde en inglés y sin dejar de admirar su obra uno de los tres, satisfecho de deshacer el enigma. «¿Sois los artistas? ¡Enhorabuena!», lanza con entusiasmo ella cambiando de idioma sin titubeos y animando a los desconocidos a participar en su juego.
Y mientras Ton Meijdam, Thom Snels y Béla Zsigmond ayudan a desmenuzar su propia creación entre susurros, LA RAZÓN lo hace de la mano de Oscar Hormigos, director de desarrollo de la Colección Solo: «Conozco este vídeo de animación desde hace más de dos años y todavía sigo encontrando en él personajes nuevos en situaciones que no había visto antes», empieza reconociendo sobre el trabajo del colectivo neerlandés Smack. «La capacidad de esta obra de sorprendernos demuestra lo actual que continúa siendo “El jardín de las delicias” del Bosco, un cuadro que lleva más de cinco siglos cautivándonos y que ahora es redescubierto y reinterpretado en el lenguaje del arte de hoy por 15 artistas internacionales contemporáneos», explica Hormigos orgulloso ante el resultado, una mirada actualizada sobre el tríptico original condensada en una exposición de 19 piezas que estará abierta al público hasta el 27 de febrero en la Nave 16 de Matadero Madrid.
«El jardín de las delicias, un recorrido a través de las obras de la Colección Solo» comienza en el mismo instante en el que el visitante cruza la cortina de cadenas trenzadas en tonos ocres con las que la muestra le da la bienvenida. Y es que, en primer lugar, este espacio laberíntico diseñado en cartón por Estudio Herrero es, como lo fue en su día el cuadro del pintor flamenco, una invitación a los sentidos. «A pesar de ser un óleo, El Bosco buscó es su composición cierta teatralidad, pues, para disfrutarla, había que abrirla», encuentra la analogía Hormigos. Pasado el umbral, unas notas inquietantes a lo lejos marcan el camino por la exposición, que arranca con los paisajes sonoros electrónicos del jienense Enrique del Castillo.
A la vuelta de la esquina, otra máquina marca la siguiente parada en este viaje sensorial, esta vez, con firma alemana: «Mi creación es una especie de cáncer que transforma sin parar la pintura y, mires donde mires, de pronto, te sientes perdido; yo tuve el control cuando diseñé los algoritmos, pero, ahora, todo es nuevo, también para mí», describe Mario Klingemann sobre su manejo de la inteligencia artificial como lenguaje artístico. Estimulados el oído y la vista, la compañía de teatro catalana La Fura dels Bau pone el acento en el tacto: «La experiencia de nuestra instalación se completa con la vibración del suelo», desvela incitando a los presentes a subirse a la plataforma que completa la proyección de varias escenas performativas Carlus Padrissa, uno de los autores.
Los particulares jardines de las delicias del siglo XXI, como en el XVI, son también una invitación al placer, claro que donde ayer se escondía una advertencia hoy se despliega una celebración. Y este paso de lo moral a lo sensual lo representan los ratoncillos cerámicos de la riojana Laura Lasheras, conocida como Lusesita, o la cómica orgía sobre lienzo del canadiense Dave Cooper. «Como veis, en esta exposición conviven con las narrativas más innovadores los medios más convencionales», apunta el director de desarrollo de la Colección Solo, que prosigue la visita guiada con un contraste: «Esta animación, sin ir más lejos, es de un artista serbio del “gif”, un lenguaje propio de las redes sociales que hemos querido traer a esta muestra expresamente», subraya sobre la aportación al conjunto de Milos Rajkovic o Sholim, quien define su propio estilo como surrealismo digital. Porque, de nuevo al igual que la medieval, las versiones renovadas de la obra maestra del Bosco son una invitación a la imaginación, siendo otro ejemplo de ello la experimentación a partir de la escritura automática que hace el dúo creativo Cool 3D World, conformado por los estadounidenses Brian Tessler y Jonathan Baken.
Por último y como no podía ser de otro modo, «El jardín de las delicias, un recorrido a través de las obras de la Colección Solo» es una invitación al éxtasis constante de contemplar un cuadro de cuadros o, mejor, un mundo de mundos. Así, Miao Xiaochun desde China o Dustin Yellín desde Los Ángeles moldean sus microcosmos inspirados en El Bosco, el uno con impresión digital y el otro con trozos de papel atrapados en láminas de vidrio. Por su parte, Dan Hernandez y Cassie McQuater, los dos de Estados Unidos, hacen lo propio, pero dejándose llevar en la construcción de sus utopías por su pasión por videojuegos como «The Leyend of Zelda» en el caso de él o «Power Instinct» en el caso de ella. «Se trata de una artista bastante joven que quiere romper con los estereotipos de género en estos juegos, por lo que apuesta por luchadoras musculosas en lugar de modelos semidesnudas», toma el discurso en este punto para incidir en el mensaje feminista de la autora Rebeca Rodes, directora de documentación y publicaciones de la colección.
Mención aparte merece Filip Custic, nacido en Santa Cruz de Tenerife de padre y madre croatas, quien desarrolló en 2018 el ecosistema visual del álbum de Rosalía «El mal querer» y firma aquí una línea de tiempo que pone en cuestión el destino de la especie humana. Finalmente, se suman a estos el serbio Davor Gromilovic y el americano de origen taiwanés Mu Pan, que se atreven a repoblar el famoso jardín a su manera: con dinosaurios y extraterrestres dibujados a lápiz el primero y con dragones y primates hechos en acrílico sobre madera el segundo.
Al salir, el fogonazo de luz natural despierta de la ensoñación al público que, como embriagado por el reflejo de su propia existencia en las obras, camina de vuelta a casa con apenas fuerzas para rebuscar en su memoria la frase con la que la directora de Matadero Madrid, Rosa Ferré, les introdujo en lo que estaban a punto de vivir: «Los Boscos del siglo XXI están aquí».
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