Del siglo XIX
La batalla de un grupo de vecinos para rescatar las joyas del neomudéjar popular de Madrid
Una asociación de Tetuán reivindica el valor de estos edificios de finales del XIX, en un momento en el que uno de sus más claros exponentes, en la calle Bravo Murillo, está amenazado
Si por algo destaca Madrid es por ser una ciudad de contrastes en sus calles y en sus barrios. Unos contrastes que se dibujan en la forma en la que estos se configuran y que son herencia de un rico pasado cuyo eco aún se deja oír si se escucha con atención. Un pasado que habla de los primeros pasos de la industria en la ciudad, y del crecimiento de esta mucho más allá de sus límites. Son, además, las historias de todas aquellas personas que llegaron de las zonas rurales y de otros puntos de España en busca de un futuro. Y, sobre todo, la configuración del Madrid de hoy nace de las casas y las calles en las que todos ellos vivieron.
Escuchar esta historia es, precisamente, lo que están haciendo los vecinos de Tetuán, quienes, a través de la Asociación Vecinal Cuatro Caminos-Tetuán intentan proteger los edificios de estilo neomudéjar de la zona para impedir que esta pierda esa esencia tan de Madrid, con sus ladrillos rojos y sus forjados.
«A finales del siglo XIX se pone de moda un estilo patrio, reclamado por muchos intelectuales, en el que se reivindica que la ciudad tenga un estilo propio y reconocible», explica a LA RAZÓN Tirso Ocaña, historiador, arqueólogo y vecino de Tetuán. Y la forma de representar este estilo la encontraron en el pasado árabe de España, lo mudéjar, y la relación con el ladrillo. «Es algo muy único en España, y, además, son materiales económicos, que reflejan, por otro lado, las construcciones industriales que comienzan a aparecer por toda Europa y que utilizan estos materiales», añade. De esta manera se puso de moda en el Madrid de finales del siglo XIX y principios del XX el neomudéjar, fácilmente reconocible porque, en realidad, está presente en toda la ciudad.
«Son edificios de viviendas, plazas de toros como Las Ventas, colegios, hospitales… hasta el primer depósito del Canal de Isabel II fue construido siguiendo esta estética», apunta Ocaña. «Entre 1890 y las primeras décadas de 1900 el Estado promueve edificios y equipamientos públicos que siguen este estilo, y las promotoras y vecinos que se hacen casas lo replican también», dice. En la misma línea, Antonio Granero, presidente de la asociación, añade que, en los casos de las casas más económicas, las que fueron hechas por los propios vecinos, con muy pocos recursos a su alcance, o que fueron encargadas a maestros ladrilleros, replican el estilo que ven que está de moda. «Y lo hacen francamente bien, porque, aunque las construcciones en sí no sean tan importantes como otras, han dejado edificios pequeños en el barrio que son una joya y que, tristemente, no están siendo protegidos», afirma.
Bravo Murillo 315
Las reivindicaciones de estos vecinos comenzaron, de hecho, cuando se enteraron de los planes de demolición que una constructora tenía para el edificio de la calle Bravo Murillo 315, de estilo neomudéjar y cuya fachada está protegida. «Nos personamos como parte interesada contra el expediente de demolición a través de la Asociación Vecinal Cuatro Caminos-Tetuán, que es la que tiene identidad jurídica, para evitar que el edificio nuevo que quieren construir se haga demoliendo la fachada», explica Granero. Enviaron los escritos correspondientes y fueron admitidos. «Lo que pedimos es que hagan el edificio, pero respetando la fachada, como se ha hecho en otros muchos, porque es parte del patrimonio histórico de la ciudad», asevera.
Hace unas semanas tuvo lugar una reunión de la Comisión de Patrimonio del Ayuntamiento en la que, por un lado, se dio la razón a los vecinos, obligando a la empresa constructora a modificar el proyecto inicial. Sin embargo, permite que la fachada se derribe siempre y cuando la nueva tenga elementos que «recuerden» a la anterior, que está declarada en ruinas. Algo que, para Granero, es «inexplicable», ya que «fue declarada en ruinas hace 20 años, pero no se ha hecho nada para garantizar la seguridad». Por su parte, los vecinos aseguran tener «la intención de ver qué es lo que va a hacer el estudio de arquitectura». De hecho, han intentado ponerse en contacto con ellos para proponer que el nuevo edificio integre la fachada histórica.
«Como historiador creo que es muy importante usar el patrimonio que tenemos como una herramienta para la sociedad en general», reflexiona Ocaña. Y es que, a su entender, el patrimonio histórico tiene valor si es capaz de crear tejido urbano. «Hace que los vecinos sientan que forman parte de algo, que el lugar en el que viven tiene personalidad, bagaje histórico y un importante valor cultural y económico, que no es un barrio que se ha construido de la nada», afirma. Estos argumentos poco o nada tienen que ver con las acusaciones que alguna vez han oído de que no quieren que llegue el progreso al barrio. «Nadie pretende seguir viviendo en una casa obrera de 1900», asegura Ocaña, quien apuesta por rehabilitar las viviendas. «Se puede vivir en una casa que tiene 120 años y que por dentro esté modificada para que respete los estándares del siglo XXI», dice.
Mantener la historia
En un corto paseo por las calles aledañas a Bravo Murillo 315, es sorprendente descubrir la gran cantidad de edificios de estas características que hay. Simplemente queriendo encontrarlos. «Es importante para toda la sociedad, no solo para los vecinos», continúa Ocaña, frente a uno de ellos. «Es algo fundamental para mantener viva la identidad de Madrid». Y es que, a ojos del historiador, «los edificios son el frasco donde está la historia de nuestros antepasados».
De esas construcciones obreras, testigos aún en pie del pasado industrial de la ciudad, se puede entender cómo se desarrolló Madrid y por qué es como es. «Si quitas las casas y empiezas a planificar las calles desde cero, sin respetar los edificios, nadie, ni ahora ni en el futuro, va a saber por qué es así el barrio», dice Ocaña. «No queremos permanecer en el pasado, sino que este se conserve como una página más dentro de la historia del barrio, y que esa historia se respete», asevera, convencido, además, que esto no está reñido con el desarrollo económico, sino todo lo contrario. «Queremos que la gente visite nuestras calles, y esto solo se consigue si tienen algo que visitar, algo que conserve el carácter y la identidad», apunta.
Compromiso político
Por su parte, Granero reconoce que hay interés por parte de los partidos políticos a la hora de fijarse en el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Del mismo modo, subraya que, desde la asociación, ya han tenido contacto con otras personas preocupadas por el patrimonio de Carabanchel, de Hortaleza y de Vallecas. «Somos un grupo reducido, pero en el que hay gente con una preparación y una profesionalidad muy importante, y que, dentro de nuestras posibilidades, estamos haciendo un trabajo muy minucioso», afirma. Asimismo, Ocaña subraya que sus reivindicaciones no tienen color político, ya que son algo que beneficia a los vecinos en particular y a la ciudad en general. «Esto está abierto a todos los partidos políticos. Nuestro único interés es preservar la historia del barrio y que esto traiga un valor económico, pero, sobre todo, que la gente se sienta orgullosa», concluyen.
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