El restaurante de Atocha en el que puedes comerte los 80 y la Movida Madrileña en 7 bocados

«Enamorado de ti» reza la canción de Radio Futura que le da nombre al local «Los chicos, las Chicas y los Maniquís», que ha traído de vuelta a la capital la Movida Madrileña cuando se cumplen 40 años de su nacimiento. El propio nombre es ya una declaración de intenciones. Ubicado en el número 49 de la calle Atocha, este local es diferente y colorido: un suelo de cuadros blancos y negros contrasta con las paredes azules, rosas y rojas que aportan a este restaurante un estilo «pop». Una vez pones un pie dentro de él, las referencias a la Movida Madrileña, al Madrid de los 80 y al universo almodovariano son continuas. La música de la época no deja de sonar y los luminosos de «Pelucas Victoria», «Bodega Rossi» o «Corsetería Antonio» hacen un guiño a los actores Victoria Abril, Rossi de Palma y Antonio Banderas, que trabajaron en la época con el director de cine Pedro Almodovar.

Si son expertos de este movimiento contracultural sabrán que comenzó en 1980, cuando Nacha Pop, Alaska, Los pegamoides, Paraíso, entre otros artistas, participaron en un concierto. Pero lo que muchos no saben, es que el momento cumbre realmente fue el 23 de mayo de 1981. Los alumnos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, de la Universidad Politécnica de Madrid, organizaron «El Concierto de Primavera». Este sería realmente el momento en el que comenzaría la verdadera revolución. Reunió a unas 15.000 personas que disfrutaron de más de ocho horas de música que les acercaba a una España moderna cuando esta le cerraba la puerta al franquismo. Allí, pudieron escuchar los grupos Farenheit 41, Alaska y los Pegamoides, Los Modelos, Mamá, Los Secretos y Nacha Pop.

Historia y modernidad

Para celebrar su 40 aniversario, Joan Nicolau, chef de «Los Chicos, las Chicas y los Maniquís», ha decidido elaborar «Una movida de menú». Este consta de siete platos en los que se entrelaza la historia y la modernidad, algo tan característico en la ciudad de Madrid. Respecto al producto y al territorio, han querido buscar la intensidad de sabor siempre consolidado con la bases de la cocina tradicional. Una experiencia gastronómica y para todos los sentidos que comienza con unos entrantes fríos compuestos por una ensalada de burrata con tomates cherry asados y aliñados, sardina ahumada, berros y pesto de pistacho y un tartar de atún en canelón frío de remolacha con teriyaki, mayonesa de wsabi, holandesa y katsuobushi.

Continúa con dos entrantes calientes; las croquetas Madrid-Barcelona de guiso de callos y capipota y un no bocadillo de calamares: formado por calamar andaluza, con yema de huevo que simula el pan de ese «bocadillo», alioli de ajo asado y bizcocho de tinta. Los platos calientes culminan con un arroz txuleta, terminado al Oster (horno de carbón) con capipota y tuétano.

Melón y manzana

Y para concluir, dos postres; un fresco melón-mojito y Manzana Roja: mousse de queso fresco y manzana asada, con caramelo salado, frambuesa y canela. El pecado perfecto para terminar un menú. Juan Torrens, encargado de este restaurante, recomienda a LA RAZÓN visitar el restaurante los fines de semana por la noche, cuando los clientes que acaban sus cenas y los madrileños –y los no gatos también– se juntan para cantar las míticas canciones de los 80 que todos, sin importar fronteras, conocemos y cantamos. Un viaje en el tiempo inolvidable.