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Los rostros de Filomena, tras un año de deshielo: ¿Cómo lo afrontarían hoy?

El Director de 112, el de Gestión de Agua y Zonas Verdes y los conductores que llevaron a los sanitarios en sus 4x4 rememoran los estragos de la nevada que inmovilizó la capital

Los rostros de Filomena
Los rostros de FilomenaJesús G. feriaGonzalo Pérez

El bar Casa Pepe es ese lugar donde quien entra se acerca al camarero no a pedirle, a saludarle. Allí las navidades suenan a alboroto y compañía, y quizás por ello es la elección de algunos voluntarios del barrio de El Pilar que cogieron sus coches y sortearon el miedo a la nieve de un temporal que paralizó a la capital hace un año.

Más de 400 personas pertenecían a la plataforma SOS 4x4 y utilizaban sus todoterrenos para llevar a los sanitarios. En el grupo de esta zona eran siete, y su historia se ha contado hasta en un libro llamado “Odisea 4×4: Ángeles y Héroes en la Tormenta Filomena”. El ejemplar lo deja orgulloso sobre una mesa su autor, Félix Rosado, el periodista que quiso retratar las vivencias de esos vecinos entregados. Entre ellos, los asistentes: Daniel Gala ―su cuñado―, Enrique Solana, y el coordinador, Fernando Cifuentes.

“Pasé del miedo a la seguridad”, es la frase con la que resume Solana su experiencia. Se sumó al grupo después de buscar a alguien que llevara a su suegro a una operación. Fue consciente de que podía ayudar y se entregó a las calles. “Me levantaba a las seis y llevaba a los médicos que entraban o salían de urgencias”. El empresario trabajaba por la mañana y por la tarde, pero en cada ratito libre transportaba a quien lo demandara. “Ni desayunaba ni comía”, reconoce.

Enrique Solana conductor y Fernando Cifuentes, dos de los voluntarios de los 4x4.
Enrique Solana conductor y Fernando Cifuentes, dos de los voluntarios de los 4x4.Jesús G. FeriaLa Razon

Fueron muchos viajes de tensión, entre el caos blanco que impedía ver las señales de tráfico y los deslices de las ruedas en un asfalto escondido. Solana recuerda con cariño el primer trayecto, en el que llevó a una enfermera de urgencias de Las Matas al Gregorio Marañón. “Vino con su madre porque le daba miedo que le llevara un desconocido y porque pensaba que era imposible llegar”, sonríe, “En esos 30 kilómetros no sabes qué vas a encontrar. Acabas patinando, pero eso no es lo peor, porque sabes que pasará”.

Esa labor altruista y civil fue fundamental para evitar el colapso. Carlos Novillo, director de la Agencia de Seguridad y Emergencias Madrid 112, reconoce en su sede la importancia de la colaboración público–privada: “Requeríamos que los ciudadanos liberaran el acceso de su urbanización sin llamar a los servicios públicos, con sus palas y su sal. Es algo que venimos comunicando a los ayuntamientos; que digan a los vecinos que tienen que tener esas medidas de autoprotección igual que tienen, por ejemplo, un extintor”.

Por su parte, los servicios de emergencia realizaron más de 6.000 intervenciones: se esmeraron bomberos, Agentes y Brigadas Forestales, Protección y Guardia Civil o el SUMMA 112. “Supuso sobre todo un reto de coordinación, porque lo habitual es que una catástrofe se localice en un punto concreto”, explica sobre un desafío cuyo punto álgido fue el 8 de enero, cuando quedaron atrapadas en sus coches más de 1.500 personas.

Carlos Novillo, director de Emergencias de la Comunidad de Madrid.
Carlos Novillo, director de Emergencias de la Comunidad de Madrid.Jesús G. FeriaLa Razon

¿La prioridad? Salvar vidas. “En apenas 12 horas llevamos a esa gente a refugios que fueron habilitados en distintos ayuntamientos. A partir de ahí, lo siguiente era limitar los daños”. Liberaron las estructuras críticas, los accesos a hospitales, centros de salud, residencias de mayores, estaciones de transporte… “Teníamos que arreglar los tejados, las cornisas y el arbolado para volver a la normalidad”.

Otros trabajadores igualmente imprescindibles estaban bajo techo y pegados al teléfono. Recibieron más de 255.000 llamadas y resolvieron 104.457 expedientes. Su nivel de estrés se multiplicaba. “Hicieron un trabajo tremendo, se quedaron doblando turnos”, asegura Novillo, y añade que estos operadores tienen previsto un plus de actividad durante todo el año que “se cobra para estas circunstancias”: “Se ha trabajado con las organizaciones sindicales para prever que puedan cubrir estos repuntes. Es un pago que se hace todos los meses y ya está retribuido; lo que se nos permitió desde el servicio de intervención es dárselo además en tiempo libre”.

A la dificultad de la amplitud se le añadía otro inconveniente, que la región no suele enfrentarse a estos eventos: “Estamos más destinados a otros riesgos, aunque tuvimos una gran capacidad de adaptación”. Lo más dañado fue el sureste, en infraestructuras, cultivos o cubiertas. “Se demandaban más servicios en la zona urbana que en los pueblos de la sierra, quizás porque están más acostumbrados y tienen más paciencia”, asegura el director mientras comprueba los documentos.

Actuaron a ritmo frenético y eso les dio una hoja de ruta para poder anticiparse, si se repitiera. “Hemos identificado los puntos más vulnerables en un mapa de la comunidad, vamos a mejorar la comunicación (aunque hace un año avisamos desde el día 5 de enero) con mensajes de mayor impacto y más cooperación con los medios de información, estamos desarrollando con el Ministerio de Interior una aplicación para enviar mensajes de precaución a todos los móviles que estén un territorio de peligro...”, enumera.

De la singularidad de esas jornadas se extrajeron diversas conclusiones, también las que afectaban naturaleza. Francisco Muñoz, Director General de Gestión de Agua y Zonas Verdes, parte de la base de que “un evento con esta magnitud e intensidad es inusual”: “Unos 440.000 árboles quedaron damnificados, aproximadamente el 25% del Ayuntamiento de Madrid (que son en total 1,7 millones). De estos, unos 90.000 han sido talados, es decir, el 5% del total en conservación municipal”.

Francisco Muñoz, director general de Zonas verdes y Agua del Ayuntamiento de Madrid
Francisco Muñoz, director general de Zonas verdes y Agua del Ayuntamiento de MadridGonzalo Pérez MataLa Razón

Se perdieron ejemplares importantes en parques históricos. Aun así, su valoración desde un punto de vista ecológico no es tan negativa si se atiende a la estructura de la masa verde en la ciudad: “El proceso natural es la sucesión”. Una de las evidencias que dedujeron es la urgencia de una respuesta: “Somos conscientes de que tenemos que maximizar la agilidad y la seguridad, porque la ciudadanía al final no percibe su exposición cuando deja de haber nieve y nuestro objetivo es disminuirlo. Hemos aprendido a organizar los medios humanos y materiales disponibles y tenemos definidas las actuaciones prioritarias”.

Muñoz incide en prevenir: “Una buena conservación es la mejor garantía para evitar problemas más graves”. Según sus informes técnicos, muchas ramas fracturadas no presentaban defectos mecánicos, pudriciones, hongos o signos de desvitalización; eran sanas y funcionales. “Gracias a eso, no hubo un mayor perjuicio del patrimonio arbóreo”.

Desde la tarde de ese señalado 8 de enero gran parte de los técnicos se encargaron desde sus domicilios de hacer estimaciones. “Se establecieron unos contratos de emergencia que supusieron implementar en más de 1.000 operarios las cifras habituales, hasta alcanzar los 3.500 trabajadores, y se introdujeron en torno a 500 máquinas”.

Aquellas fechas quedaron marcadas en los calendarios de muchos madrileños. Por ese acopio de fuerzas traducidas en cifras, recuerdos y mensajes en aplicaciones. De hecho, el teléfono de Fernando Cifuentes no paraba de sonar. Era el copiloto de esos “héroes” sobre cuatro ruedas y quien gestionaba los viajes: “A través de WhatsApp dimos servicio al hospital La Paz, al Ramón y Cajal, y al centro de diálisis”.

Desde las tres o cuatro de la mañana se montaba junto a los pilotos y compartía sus temores y adrenalinas. Sus esfuerzos a deshora tuvieron su recompensa: obtuvieron la distinción de la Comunidad de Madrid de la Cruz del Dos de Mayo, los agradecimientos de los pasajeros y la sensación de un bien incalculable; cuidar a los que cuidan. Lo escribió Félix Rosado en su libro, en palabras de una doctora llamada Paloma: “¡No sabéis cuántas vidas habéis salvado!”.