Tabernarios

Taberna Bahía: la barra más imaginativa de Madrid está en Barajas

Es uno de los sitios donde siempre tienen que sacarte a la fuerza

Taberna Bahía
Taberna BahíaAlberto R. RoldánLa Razón

El centro de las alegrías tabernarias no tiene que pasar necesariamente por Chamberí, La Latina, u otros barrios de los que tienen el caché de la cosa. Así, en la zona de Barajas, en el barrio de los Coronales, se encuentra uno de los rincones más frescos y creativos de la ciudad. Dani Vangoni, genuino alma mater de esta casa, junto a Isaac Gutierrez y Raúl Llorente, lleva al frente Taberna Bahía. Lugar de excelencia gastro, ha sobrevivido incluso a la pandemia con el garbo que se estila en los Madriles, y ha superado la dictadura del menú degustación.

La bandera pirata con la que se divisa este destino de felicidad, anuncia un intenso local que trasciende el barrio. Nunca tuvo tanto sentido, en esta acogedora barra que serpentea por todo el espacio acristalado o por la terraza, el concepto de que aquí el cliente viene a entregarse. La cocina de Dani es un recital de elegantes interpretaciones del gusto actual. Ese que pasa por descartar prejuicios que impedirían una magnífica ensaladilla rusa con coliflor, verdadero manjar de texturas, un buñuelito de patatas revolconas con salmonete, o una croqueta trufada, que rompe sentidos en boca y memorias.

Bahía es uno de los sitios donde siempre tienen que sacarte a la fuerza, porque crea adicción. Te sientas en una sus escaños, y pareces parlamentario que lleva muchas legislaturas detrás de la barra. Claro, también está Álvaro Landázuri, responsable de las agitaciones líquidas. Uno de los mayores conocedores enopáticos de la ciudad, que veló armas en Don Giovanni y que tiene la complicidad sabia de todos los que en versión espumosa o tranquila recorren el copeteo capitalino. Un parroquiano con toda la gracia, dice que hay tanto vino en esta casa que uno puede disfrutar hasta con los ejemplares llamados de «quimicefa». Pura jocosidad. Pero sobre todo verdadero placer acomodarse en una mesa alta para tomar un aperitivo despistado, que no parece acabar nunca.

La buena y mucha bulla se mete en los rincones de la chaqueta de comensal, cada vez más espabilado, que pulula por el foro. Ese que se queda perplejo con un brutal mollete de bacalao con alioli, o con una oreja, auténtica castiza, a la que se envuelve en salsa brie. Angelito Distinto con toda su cohorte de amigos y conmilitones de paellas valencianas, es uno de los embajadores de esta taberna única en su género fronterizo.

Servicio cálido, lo que te hace sentir mejor aquí que en cualquier lugar de domingo familiar, y que anuncia tan pronto una anguila de monte con huevo y puré de patatas, como una benemérita hamburguesa jugosa que tantas depresiones puede salvar. Ahí están los tallarines de calamar, un temaki de atún, o un steak tartar para los que necesiten ese gozoso azote, que nos permite no salir corriendo a buscar ningún avión, ni a escaparnos del inspector de Hacienda.

Beber o comer en Bahía, monta tanto, es el pretexto perfecto para dejar que la mirada se alargue, y no nos sintamos tan pequeños ni sometidos al bordillo o a la zanja de la ciudad. Daniel ha orquestado la barra con más gracia de esta ciudad liberal y chisposa.

Taberna Bahía
Taberna BahíaAlberto R. RoldánLa Razón
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La eterna casquería
Una taberna genuina, y Bahia lo es no solo por el nombre sino por sus hechuras, debe manejar la casquería. Aquí bordan las manitas, los callos, y no podían obviar la oreja. Bocado de pura intensidad, hecha a la plancha envuelta en brie, y con una salsa brava más castiza que la calle de Alcalá. Ole que sí.