Tabernarios

Casa Sotero, buena casquería junto a los juzgados

Una taberna de esas de las que cuesta salir, de cervezas muy buen tiradas y raciones cañís

Taberna Restaurante Casa Sotero.
Taberna Restaurante Casa Sotero.Jesús G. FeriaLa Razon

Lo primero que nos encontramos, incluso antes de cruzar el umbral de Casa Sotero, es un ambientazo un jueves cualquiera al mediodía de esos que alegran el alma. En la terraza cubierta queda alguna mesa, que no tardará en ocuparse, lo mismo que en el patio del fondo, donde da el sol y sobra el abrigo. ¿Un doble? Pregunta Pilar Montalbán a un par de comensales, ¡que sean dos!, contesta rápido uno de ellos. Lo cierto es que nos encontramos en una de las tabernas en la que mejor se tiran las cañas. Una vez servidos, se sienta con nosotros y a los pocos minutos llega su marido, Miguel Ángel Martín, ambos alma de esta casa, de apellido Sotero, y responsables de un servicio dinámico y cálido que invita a volver siempre.

Nos encontramos en la ya tercera ubicación de este clásico establecimiento, que nació en 1934 en la madrileña calle Caballero de Gracia, regentado por el abuelo de Miguel Ángel. Su madre heredó el negocio familiar, al tiempo que su padre se hacía cargo de la mítica La Serranita, así que ellos, que son pura alegría, amabilidad y ya pueden invertir horas detrás de la barra, que jamás se olvidan de una sonrisa hacia el cliente, son la tercera generación.

Con una de torreznos segovianos, ya adobados, secados y ahumados antes de ser fritos, con patatas revolconas y una caña para abrir boca, nos cuentan que después de 87 años en el emblemático localito de la calle Bravo Murillo 337 las restricciones de aforo, provocadas por el Covid, les obligó a mudarse. Contaban con llenos continuos, sí, pero numerosísimos clientes se quedaban fuera y la situación se volvió insostenible. Nos recuerdan los taberneros que la citada calle pertenecía a Tetuán de las Victorias, una pedanía de Chamartín de la Rosa, que en los años 50 ni pertenecía a Madrid. Había que sobrevivir y el cambio a un establecimiento mayor ha sido para muchísimo mejor. Sobre todo, porque todos los clientes que guardaban fila en la calle reservan ahora en el número 1 de José Castán Tobeñas.

Han retomado los guisos de la abuela

La llamada de los riñones de cordero y de ternera es poderosa. Sí, la propuesta gastronómica es castiza, porque aquí se viene a disfrutar de la buena casquería bien trabajada y probablemente hayamos probado en nuestra visita una de las mejores mollejas y orejas de Madrid. Incluso, al tratarse de un local más amplio, han decidido retomar los guisos de la abuela y, a diario, sirven un glorioso plato de cuchara.

Hoy, recuerden, del puchero salen unas colosales judías blancas con oreja, mientras que el martes es el día de las lentejas con chorizo; el miércoles, del cocido, y los jueves, de las verdinas con langostinos y almejas, un platazo que cuesta 16 euros y con el que sales reconfortado. Ojo, el conejo al ajillo o con tomate es otra de las especialidades, pero la carta es amplia, ya que además de los clásicos apartados de ensaladas, de ibéricos y de conservas (los mejillones de Ramón Franco con patatas fritas es un grandísimo aperitivo), el listado de raciones es importante: champiñón al ajillo, picadillo de matanza, callos, carrilleras de cerdo al vino tinto, ensaladilla rusa con ventresca, patatas bravas o con ali oli…

Bocados todos imprescindibles, que siempre están ahí y tan bien armonizan con un vermut de grifo, de Reus, pero a Miguel Ángel y a Pilar les gusta acudir al mercado al diario para hacerse con inmejorables productos de temporada para que los clientes habituales se encuentren con sabrosas sorpresas como fuera de carta. Como ejemplo, las manitas de cerdo y los sesos de cordero. A pesar de que cuenta con una larga barra, aún sigue tomada por varias mesas altas hasta que la cosa se calme, pero lo cierto es que al poseer dos terrazas y permanecer las puertas abiertas la ventilación está asegurada. Que corra el aire. Adelante.

No te pierdas: Una de oreja a la plancha