Historia
El monumento a Castelar, un “gol” masón que preside el Paseo de la Castellana
Cabe recordar que, tanto el presidente de la I República, como el autor del monumento, Mariano Benlliure, eran masones
En los tiempos del 5G, las criptomonedas, la sostenibilidad medioambiental, las políticas de género o la cultura de la cancelación ciertos debates o ideas del pasado más o menos reciente parecen difuminadas. Conceptos o políticas inspiradas por la masonería, que antes provocaban intensos debates, han quedado en el olvido. Poco de los que pasan cerca de algunas de esas piezas del pasado saben de su relevancia y del mensaje que comunican. Es el caso del Monumento a Emilio Castelar, situado en la plaza del mismo nombre en el madrileño Paseo de la Castellana, en el cruce del Paseo del General Martínez Campos y la calle General Oraá.
Hay que recordar que, tanto Emilio Castelar, como el autor del monumento, Mariano Benlliure, eran masones. Algo no excesivamente raro en la época y en determinados ambientes. La Masonería se encuentra extendida por todo el mundo y en sus orígenes tuvo un carácter secreto. De ese componente críptico, surgen buena parte de las animadversiones. La Masonería apareció en Francia a lo largo de la Ilustración, de hecho el término procede del vocablo francés «maçon», que en castellano significa «albañil». Se declaraban racionalistas, a raíz de lo cual el enfrentamiento con la Iglesias católica y otras posiciones políticas estaba servida.
Con todo, la masonería, más allá de las ideas, se gustaba y se encontraba en la simbología y en la liturgia. Y en esto, en lo visual y artístico, Madrid tiene innumerables ejemplos. Para empezar, cuenta con un gran número de acacias, un árbol que es uno de los símbolos de la masonería y que muchos alcaldes en la historia de la capital -masones-, se encargaron de plantar durante su mandato. Para los masones el Arca de Noé se construyó con madera de acacia, de ahí la importancia como símbolo, al tratarse de un material incorruptible.
Pero a lo que vamos. El monumento a Castelar sorprende en su culmen. Allí arriba, el artista dispuso las figuras alegóricas de las Tres Gracias mitológicas, desnudas y con las manos entrelazadas. El simbolismo de estas tres gracias se escapa a muchos de los que observan la obra. El escultor quiso evocar en las tres mujeres las tres virtudes masónicas: belleza, sabiduría y fuerza.
Pero hay más signos masones. A los pies de Castelar, por ejemplo, nos encontramos con la escultura de una mujer desnuda que representaría a la Verdad y hacia ella ascienden tres figuras, un obrero, un soldado y un estudiante, que en la simbología masónica representarían al trabajo, la fuerza y el estudio.
Emilio Castelar fue historiador, periodista y escritor. Opositor al régimen monárquico, presidió el Gobierno de la Primera República durante unos meses entre 1873 y 1874. Pero por lo que más se le recuerda es por la brillantez de su oratoria. No es baladí que a sus pies escuchen su discurso Demóstenes y Cicerón. Esto no tiene nada que ver con la masonería y si con el amor propio de Castelar o las ganas del escultor o sus amigos de ponderarle y alabarle. A la vista está que sin la menor medida.
Volviendo a la simbología masónica, el monumento se puede observar desde sus cuatro caras, gracias al basamento de piedra que permite disponer figuras en cada uno de sus lados. Todo el conjunto tiene forma ligeramente piramidal -otro guiño masón-, con figuras y representaciones alusivas a la vida e ideales del homenajeado.
Cabe recordar que en el monumento también penden guirnaldas de bronce que enmarcan entre ellas los escudos o símbolos de León, Aragón, Castilla, Navarra y Granada, bajo un anillo cilíndrico en el que están escritas las palabras «LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD», eliminadas durante el franquismo por «revolucionarias» y repuestas con la democracia. Un espacio madrileño que rinde homenaje a un prohombre... con mensaje nada subliminal.
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