Marie Curie
La huella en Madrid de “la mujer más ilustre, quizá, de cuantas existen”
Hasta en tres ocasiones visitó la Premio Nobel de Física y de Química nuestro país. Unos viajes que se quedaron en su memoria, tanto como el “magnífico ramo de claveles rojos” que recibió en Atocha
Mayo de 1933 fue la última ocasión que Marie Curie visitó nuestro país. Un año antes de fallecer. Polaca exiliada en Francia, donde desarrolló la parte más relevante de su carrera, siempre profesó simpatía por España. Una amistad correspondida sin duda.
Todo comenzó con aquella primera visita de Marie Curie a España. Tuvo lugar en abril de 1919, cuando participó en Madrid en el I Congreso Nacional de Medicina. El evento tuvo lugar en un repleto Teatro Real y estuvo presidido por Alfonso XIII.
La científica llegó a la capital de España como una personalidad consagrada. Ya había recibido sus dos premios Nobel: el de Física (1903) por sus investigaciones sobre la radiactividad y el de Química (1911) por el descubrimiento del radio y el polonio. Curie agradeció en el congreso el apoyo que los españoles habían prestado a los prisioneros franceses durante la Primera Guerra Mundial.
El auditorio del Teatro Real la escuchaba atento. Pendiente de sus palabras y de aquel tubo de radio que llevaba en sus manos. Algo esto del radio novedoso en aquel momento y sobre el que muchos tenían puestas grandes ilusiones. Algunas sin duda cumplidas. Días más tarde la doctora impartió una conferencia en el anfiteatro de la antigua Facultad de Medicina, que hoy es sede del Colegio Oficial de Médicos de Madrid.
Con el paso del tiempo las cosas cambiaron. Especialmente en España, y no tanto en el laboratorio de la doctora Curie. Ella regresó en 1931 invitada, en esta ocasión, por el Gobierno de la Segunda República. Por iniciativa de Enrique Moles, considerado el químico español más relevante antes de la Guerra Civil, la científica de origen polaco reanudó sus charlas en la Facultad de Ciencias sobre el origen de sus descubrimientos sobre la radioactividad que realizó junto a su difunto marido Pierre, que había muerto arrollado por un carruaje de caballos. Una estancia en Madrid en la que tocó visitar la Residencia de Estudiantes, donde se alojaba buena parte de la intelectualidad española de la época. También visitó los nuevos laboratorios del que actuó como su anfitrión, el físico Blas Cabrera.
Mayo de 1933 fue la última ocasión que Marie Curie visitó nuestro país. Lo hizo para presidir una reunión internacional en la Residencia de Estudiantes sobre el porvenir de la cultura en calidad de vicepresidenta de la Comisión Internacional de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones.
A las siete sesiones de aquel cónclave de sabios acudieron profesores de universidades tan prestigiosas como Harvard y Cambridge, junto a personalidades como el escritor francés Paul Valéry o los españoles Gregorio Marañón y Miguel de Unamuno. Al año siguiente, la científica murió a los 66 años en una clínica cerca de Passy, en los Alpes franceses.
En sus memorias, a modo de epílogo, recordó el “magnífico ramo de claveles rojos” con el que las recibieron en la madrileña estación de Atocha. Un detalle grato y galante para “la mujer más ilustre, quizá, de cuantas existen”, como no dudó en definirla la prensa madrileña de la época.
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