Cuando los madrileños fuimos súbditos de Roma

No ha llovido precisamente poco desde que la romanización llegó a la Península Ibérica allá por el 218 a. C. Sin embargo, esta cultura a la que le debemos el 70% del léxico del castellano y gran parte del derecho civil, comparte mucho con la ciudadanía actual. Prueba de ello son el culto a la gastronomía, la importancia del amor, el parlamentarismo o la coquetería. En el caso de las mujeres de clase alta, por ejemplo, lucían pelucas cobrizas y rubias, y estos últimos tonos se perseguían, también, lavándose el pelo con el propio orín.

Diferían los cánones de belleza con los actuales en que, por aquel entonces, se consideraba el entrecejo un símbolo de inteligencia, por lo que se emulaban con pinturas al más puro estilo Frida Kahlo. Las féminas, además, aclaraban el tono de su piel con cataplasmas que incluían almidón, yeso o harina, y se marcaban las venas con polvos azules. La higiene era también una forma de ocio diario en las termas, lugares de reunión e incluso de tertulia política.

“Queremos poner en valor que el paso de Roma por Madrid contó con sus particularidades”

Niños y niñas estaban escolarizados, algo que no volvería a darse hasta el siglo XIX y por lo que se considera que la romana fue una cultura mucho más avanzada que sus coetáneas; y se editó el Arte de amar del irreverente Ovidio, un manual para ligar y mantener la llama. Sobre todo ello hablaron los expertos Antón Alvar, Alicia Valmana, Mar Zarzalejos y Carmen Fernández en un coloquio que funcionó como presentación de la exposición Tempus Romae. Madrid, encuentro de caminos. La muestra, disponible en el Museo Regional de Arqueología de Alcalá de Henares hasta el 8 de enero de 2023 de manera gratuita, no habría sido posible tampoco sin la colaboración de María Carrillo Tundidor y Javier Salido.

La citada Carmen Fernández, comisaria junto a Mar Zarzalejos de la muestra, explica a LA RAZÓN que la sociedad de Complutum (origen de la actual Alcalá de Henares) era profundamente desigual en un espectro que iba desde patricios a esclavos, y se podía saber a qué escalón pertenecía cada persona por su vestimenta. En ese contexto, la única posibilidad de prosperar socialmente era pasar de esclavo a liberto, quienes tenían mucha habilidad para los negocios, o formarse en el ejército. Apunta también que Complutum fue una ciudad con casas muy importantes, con chalés suburbanos suntuosos y con jardines.

De la ciudad destaca la Casa de los Grifos, disponible para su visita, o los restos de un triclinio del siglo IV cuyo mosaico de las estaciones de la Casa de Baco se puede ver en esta exposición. Esta cuenta con las ilustraciones de Pilar Cienfuegos que ayudan a comprender las piezas del catálogo y a viajar en el tiempo con ellas... pero sin salir del museo, que ocupa desde 1999 un edificio que fue el Convento Dominico de la Madre de Dios, fundado por Doña María de Mendoza y construido en varias fases entre los siglos XVII y XVIII. “Planteamos un cambio del paradigma y poner en valor que también por aquí pasó una cultura clásica, que no es la misma que la de Cartagena. Roma dejó en la región unos cimientos culturales presentes en todas las vegas de nuestros ríos”, expone Carmen.

En esa línea, si algo destaca de la muestra es que, junto a los yacimientos históricos como Carabanchel, Villa de Villaverde (Madrid), Valdetorres de Jarama o la propia ciudad de Complutum (Alcalá de Henares), otros más recientes han ayudado a completar el conocimiento del mundo romano en el centro peninsular, con necrópolis como La Magdalena (Alcalá de Henares), espacios productivos como los de Berrocales (Madrid) o Camino de Baracalde (Torrejón de Ardoz) y establecimientos viarios como El Beneficio (Collado Mediano).

La comisaria aclara que los hallazgos más recientes se deben a que, durante las últimas décadas, se han excavado muchos solares para fábricas o carreteras, obras públicas y privadas sometidas todas ellas al control arqueologico por la Ley de Patrimonio Histórico de la Comunidad. La exposición consta de 5 partes: Roma en Carpetania, la toga y la espada; Las arterias del imperio. Vías romanas y paisajes urbanos del centro peninsular; Las ciudades romanas, centros de vida y cultura; La vida en el campo y Gentes, imágenes y ritos. Por último, el Epílogo ilustra los síntomas de cambio y descomposición de las estructuras clásicas en el ámbito madrileño desde mediados del siglo V d. C.

Será la transición a una nueva etapa histórica, plasmada en actitudes de miedo e inquietud de las gentes ante la inestabilidad de un mundo en transformación: “En los últimos años han aparecido importantes restos de la explotación del territorio como el objetivo que persigue Roma, en especial de vino y aceite, de una manera mucho más masiva que sus predecesores. Hay depósitos llamativos del siglo V, última presencia de Roma en España, que son excepcionales y que no se encuentran en muchos sitios de España y se pueden ver en la última parte de la exposición”, señala. Eso sí, la herencia romana no solo se puede ver en los museos, y la Catedrática Emérita de Arqueología en la UAM recuerda que la emblemática Puerta de Alcalá recuerda a un arco romano, al igual que muchos elementos presentes en ciudades europeas. Por ello, el paisaje cívico creado por Roma, con sus plazas, jardines y estatuas, sigue perenne en todo occidente.