Exposición
¿Cómo veraneaban los madrileños el siglo pasado? De los bailes con la picú a la figura de “El Rodríguez”
Desde los Archivos de la Comunidad rescatan una gran colección de fotografías que revelan que no hay tanta diferencia entre los agostos de antaño y los actuales
Madrid no ha necesitado de playas para ser, históricamente, un destino de viaje para turistas en el periodo estival. No obstante, es tradición que, tanto los “gatos” de pura cepa como los adoptados por la capital, se despidan temporalmente de su estancia en Madrid durante el verano. Las altas temperaturas y el anhelo de mar o montaña hacen que en julio y agosto ocurran los clásicos y eternos atascos de escapada, unos hacia el pueblo y otros a la playa.
El Archivo Regional cuenta con una serie de fotografías pertenecientes a los fondos Martín Santos Yubero y Cristóbal Portillo y de la colección “Madrileños”. Aunque las ofertas sean distintas y los trayectos más cómodos, el deseo de desconectar con amigos y familia, así como de descubrir nuevos lugares, sigue siendo el mismo. Así, la Comunidad de Madrid, a través de la consejería de Turismo, Cultura y Deporte, han proporcionado una exposición virtual titulada “Vacaciones del siglo XX”, donde en siete apartados se reparten 75 veranos entre los años 1914 y 1989 y distribuidos en 135 imágenes.
El número uno hace referencia al transporte, a los andenes testigos que representan a cientos de personas empezando o acabando sus vacaciones; a ese lugar de encuentros y despedidas; a los clásicos mochileros; a los que viajan por trabajo o a los que se ocupan del mantenimiento de las vías. “Quien compra nuestro billete, compra la felicidad”, se pronuncia en la canción “Viaje con nosotros” por la orquesta liderada por Javier Gurruchaga.
El bloque dos, orquestado por Christina Rosenvinge y su canción “Voy en un coche”, representa al medio de transporte más utilizado para viajar: el coche. Y cómo durante las fechas 1, 15 y 31 de los meses de julio y agosto, las carreteras se llenaban de tráfico y los maleteros estaban cargados con maletas y pertenencias, algunas para irse a los pueblos interiores y otras hacia la costa española. También nacían así́ las caravanas, las operaciones salida y retorno y las campañas de la Dirección General de Tráfico.
Está claro que el destino por excelencia de los españoles para veranear es la costa. Ya lo entendieron los italianos Righeira cuando lo expresaron su tema “Vamos a la playa” en 1983. Se observan imágenes de castillos de arena, mujeres con pamela, patines acuáticos o paseos en barco. Eso sí, todos ellos comparten el ritual por antonomasia de estas fechas: el deseo de inmortalizarlas a través de los retratos familiares.
Sin embargo, existe otro alto porcentaje de turistas que prefieren huir del calor y las aglomeraciones, por ello se decantan por el medio rural. Aunque algo en común que ocurría en el verano del siglo XX y en la actualidad es que los madrileños “de adopción” volvían a su lugar de origen para reencontrarse con los suyos. Fotografías de meriendas en el monte, paseos en carro, una partida de cartas o excursiones en el río. De fondo, Gabinete Caligari en “Camino a Soria” decía: “Voy camino a Soria, quiero descansar (…) Allí me encuentro en la gloria que no sentí jamás”.
Más no todos tenían la suerte de gozar de unas largas vacaciones de verano fuera de casa. ¡Vaya vaya!, citaban Los Refrescos. Y así era: Aquí no hay playa. Por ello, Madrid tuvo que ponerse las pilas y ofrecer, a falta de mar, una larga lista de posibilidades donde amenizar el calor y compartir ocio y desconexión: Se contemplan en el quinto bloque las terrazas abiertas para tomar algo, los merenderos en los parques, las embarcaciones de Casa de Campo, un baño en el Manzanares o el cine de verano. Y también imágenes con dos aliadas del verano en la capital: la manguera y las fuentes.
El apartado número seis conmemora a David Summers y su tema “Voy a pasármelo bien”. En este punto de la exposición se comprueba que los jóvenes son, sin duda, los grandes protagonistas del verano: “Tienen el tiempo, la energía, las ganas y un montón de amigos con los que compartir nuevas experiencias que recordarán durante toda su vida”. Planes en tiendas de campaña, actividades deportivas, amigas estrenando sus gafas de sol, bailes con la “picú” (como se conocía al tocadiscos, traduciéndolo del inglés “pick up”) y también en las Vistillas, escapadas al pantano de San Juan y gritos de diversión en el concierto de Los Bravo en 1968. Y, aunque no existían las “Bicimad” y todo iba mucho más despacio, ya eran muy frecuentes los paseos y traslados en este tándem.
Por último, la etapa número siete de esta exposición virtual acerca a “El Rodríguez”, una figura característica de los veranos de la segunda mitad del siglo XX y que fue inmortalizado por Billy Wilder en “La tentación vive arriba”. Interpretado por Tom Ewell y Marilyn Monroe, este protagonista desarrolla en la película, con mayor o menor fortuna, todas las tareas diarias de forma individual, ya sea en la oficina o en su casa. La canción es “Diario de un Rodríguez” y acompaña a fotos cotidianas del hombre.
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