Historia
El incendio del Teatro Novedades, la tragedia que marcó al Madrid de los años 20
Un terrible fuego devoró el Teatro Novedades en 1928, causando 80 muertos en el barrio de La Latina
La memoria colectiva recuerda, cada año, una de esas tragedias que marcaron la historia de la ciudad. Un aniversario muy cercano en el tiempo. Tal que un 13 de septiembre de hace 94 años.
Situado en el número 83 de la calle de Toledo, entre la de La Ruda y la de Silva, entonces conocida por todos como de Las Velas, se alzaba este relevante teatro. Los vecinos, con el paso del tiempo y los intereses, lo habían visto cambiar de cuartel de caballería a teatro de aficionados; y luego a circo ecuestre, algo muy a la moda de los tiempos, antes de transformarse en lo que todos conocían como ‘El Coliseo’. Un nombre que muchos consideraban ajustado por la importancia del establecimiento y su capacidad de público.
La historia del perdido Teatro Novedades comenzó años antes. Con un aforo de 1.900 localidades, el barrio entero se engalanó cuando la Reina Isabel II acudió al lugar, junto con su esposo, Francisco de Asís, el 13 de septiembre de 1857. Era el día de su inauguración y para la ocasión se representaba la obra ‘El mejor alcalde, el rey’, de Lope de Vega. Todo un acontecimiento, de la mano del teatro clásico, que luego cambiaría por obras, digamos, más comerciales. El estreno fue todo un éxito. En los años posteriores el teatro pasaría por varias manos y sería remodelado en dos ocasiones, con desigual acierto, antes de verse convertido en pasto de las llamas.
El Teatro Novedades o Teatro de Novedades vivió la tragedia en el atardecer de Madrid, aquel 13 de septiembre de 1928 y a las 20:50 horas. Una fecha, por cierto, que coincide, curiosamente, con la de su inauguración. Horas más tarde, sin embargo, el cielo de La Latina se cubrió de cenizas. Una noche de duelo y tristeza que siguieron a las risas que acompañaron al público, minutos antes, durante la representación del sainete andaluz ‘La mejor del puerto’.
En el escenario, una gran lona representaba Sevilla. Justo delante, un decorado asemejando una goleta anclada en el río Guadalquivir simulaba ser el centro de una fiesta. Los actores hacían su papel en un ambiente colorista, rodeado de guirnaldas y farolillos, y el público reía con ellos.
De pronto, y probablemente provocado por un cortocircuito, uno de los farolillos se prendió. El fuego tardó escasos instantes en propagarse por el escenario y extenderse al telón, que cayó envuelto en llamas al foso de la orquesta. El teatro, que había sido construido enteramente en madera, comenzaba a ser devorado por las llamas.
La situación de pánico provocó empujones que hizo que algunas personas tropezaran. Fue inevitable que otras cayeran encima de ellas, provocando un tapón humano que impidió a muchos espectadores salir del local y mató a otros por asfixia. Desesperados, algunas personas decidieron arrojarse al patio de butacas a pesar de la considerable altura.
En cuanto fue posible comenzó el recuento de las víctimas, recolocadas entre las ruinas del teatro. Un lento y tristísimo goteo hasta alcanzar 67 fallecidos. Días después la cifra aumentaba hasta los 80, al fallecer los heridos más graves. Una cifra que, unida a los más de 200 heridos, convertían a ese 13 de septiembre de 1928 en una de las fechas negras de la capital.
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