Villaverde

Vecinos de los narcopisos: “Tememos volver a la situación de los ochenta, no queremos que nuestro barrio sea un gueto”

Villaverde Alto alberga ya 10 de estas viviendas. Ante los problemas de seguridad y suciedad, los afectados reclaman un plan de actuación integral

Narcopisos
NarcopisosGonzalo Pérez MataLa Razón

Reforzar las rejas de las casas, salir de ellas por los garajes, medicarse por la ansiedad y la imposibilidad de descansar o, directamente, abandonar los barrios en los que crecieron, son algunas de las medidas a las que se han visto abocados los habitantes de zonas en las que han proliferado últimamente los narcopisos, es decir, lugares a los que acuden personas que padecen toxicomanía, recogen su dosis y la consumen (Lavapiés, Vallecas, Carabanchel o Villaverde son algunas de las áreas más proclives).

Desde la asociación vecinal La Incolora, que opera en Villaverde Alto desde hace 22 años con actividades como clases de refuerzo, teatro o presentaciones de libros, pusieron el foco en los narcopisos cuando vecinos como José y Pedro acudieron a la sede para compartir sus experiencias y su preocupación sobre ese tema.

“Nos dimos cuenta del aumento de actividad en los narcopisos desde primavera y de cómo estos se han ido desplazando desde San Cristóbal y Villaverde Bajo al Alto. Se mueven por presión policial, algo que desplaza el problema a otros lugares, pero no lo soluciona. Cuando la Policía intervino en los polígonos del extrarradio, se vinieron al centro, funciona como un avispero”, recuerda el representante de la asociación y vicepresidente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM), Javier Cuenca Becerra.

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NarcopisosGonzalo Pérez MataLa Razón

En el día a día, según explican José y Pedro, quienes viven puerta con puerta con este tipo de actividad delictiva, esto se traduce en encontrar a personas dormidas, heces, orín y vómitos en sus felpudos continuamente; pero también en ruidos de golpes y discusiones, robos con violencia e incluso butrones, conflictos de toda índole y la permanente sensación de que viven “junto a un coche bomba que tarde o temprano traerá trágicas consecuencias que ya no se podrán remediar”, apunta Pedro.

La situación ha hecho que muchos vecinos renuncien a recibir visitas cerca de los 10 narcopisos que ya se han localizado en Villaverde Alto y que limiten su actividad en el barrio a los traslados al trabajo, pues todo lo demás ha pasado a ser un peligro.

Ante esto, en un comunicado emitido el pasado 21 de octubre, la Delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González, anunció la creación de un equipo de la Policía Nacional dedicado en exclusiva a los narcopisos en Villaverde, cuya comisaría cuenta con un refuerzo de 70 nuevos agentes desde este verano.

Dicha acción fue bien recibida por los vecinos, pero estos reclaman más medidas, como la inversión a largo plazo en la iluminación y la limpieza de Villaverde, dotar con más recursos los centros de rehabilitación y, pasando al ámbito de la prevención, ofrecer opciones de ocio alternativas para los jóvenes de la zona, cuyo acceso al consumo de sustancias adictivas es alarmantemente fácil.

“Es impensable que los niños salgan solos a la calle y nuestras familias no pueden venir a vernos”

Además, a la hora de solventar o aliviar el problema, los afectados se encuentran con problemas como que las denuncias, aunque se repitan, recaen en juzgados distintos. Otro factor decisivo, según relatan, es que la mayoría de los inmuebles que tienen localizados en la zona en los que se desarrollan estas actividades no están okupados, sino que son propiedad de las propias mafias, lo que ralentiza notablemente la actividad policial y los vecinos se ven envueltos en un laberinto burocrático que muchas veces no llega a ningún punto que les ayude.

Han llegado así a un punto que temen que los acerque al drama vivido durante la Movida Madrileña. “Todos vivimos los 80, cuando la heroína fue una epidemia en los barrios. Nos está alarmando mucho, porque vemos que esto es una réplica de lo que ocurrió, vemos a las personas drogodependientes consumir en la calle, en los parques, a plena luz del día... eso llevábamos sin verlo muchísimos años», exponen.

Pedro y José recalcan, además, cómo tener un narcopiso cerca les afecta económicamente, pues se incrementan los gastos comunitarios ante los desperfectos como cristales y cerraduras rotos que causan tanto los clientes como los propietarios de los negocios, quienes, además, se encuentran perfectamente organizados y, según les han notificado los propios agentes, cuentan con cámaras, puertas blindadas y armas.

Narcopisos
NarcopisosGonzalo Pérez MataLa Razón

“Como presidente de mi comunidad, en una ocasión acudí al narcopiso para decirles que hicieran lo que fuera dentro, pero respetando las zonas comunes... y me terminaron amenazando por ‘haberme pasado’. Me sentí desamparado, como si mi casa estuviera tomada por ellos”, lamenta sobre unos hechos que tuvieron lugar en julio. Desde entonces, para los afectados esto se convirtió en una guerra por proteger sus casas.

Por sucesos así, las familias que se mantienen en las zonas más susceptibles a este problema han optado por evitar circular por las áreas comunes de los inmuebles, que es donde se da el conflicto.

Cuando ese trasiego es imprescindible, se han llegado a encontrar con personas drogodependientes que amenazan con coger un bidón de gasolina y quemarles la casa si no les dan dinero para su dosis, generando un clima de miedo en el que algunas víctimas pasan días sin dormir y están pendientes de la mirilla las 24 horas, algo que ha desembocado en que sientan que sus hogares de toda la vida han pasado a ser cárceles.

En los narcopisos la actividad no cesa ni durante el día ni durante la noche. “Cuando no están comprando, esa gente está circulando por el barrio; cuando salen con su consumición hecha, se van a los bares, roban las propinas, le roban a la gente el bolso...”, enumeran. Todo ello dificulta también que los vecinos puedan vender sus pisos y marcharse, pues es complicado venderlos en ese contexto.

Un refuerzo bien recibido, pero “insuficiente”
Ante el crecimiento de este problema, Mercedes González anunció la creación de un equipo de la Policía Nacional dedicado en exclusiva a los narcopisos y la investigación de la distribución de drogas en Villaverde, cuya comisaría cuenta con un refuerzo de 70 nuevos agentes desde este verano. Las labores incluyen también patrullajes de la Sección de Seguridad Ciudadana para evitar incidentes, detectar elementos peligrosos, localizar la presencia de droga de consumo individual y de personas que abastecen a diario a los toxicómanos las sustancias ilegales.
La política detalló que desde la Delegación del Gobierno se ha volcado con cada problema que ha tenido Villaverde, como las narcochabolas. Desde La Incolora, valoran las iniciativas, pero reclaman un plan integral que aborde labores de prevención en los jóvenes mediante educación y alternativas de ocio, como teatro, literatura o skate. Asimismo, proponen dedicar más recursos para tratar a los enfermos con drogodependencia en los centros de rehabilitación y una mayor inversión a largo plazo en las calles de la zona, poniendo el foco en la iluminación y el cuidado de las zonas verdes.

Otro episodio recurrente es que se robe en los garajes del barrio, donde llegan a romper las ventanillas en los coches para hacerse con cualquier objeto que se pueda vender a cambio de dinero para conseguir una dosis, llegando a sustraerse chicles o gafas de sol. También es habitual ver a gente durmiendo en la calle, en setos, descansillos, consumiendo en los huecos de los ascensores y rebuscando comida o colillas en los contenedores.

Asimismo, los robos hacen que se convierta en una operación de riesgo ir a comprar y que los propios tenderos adviertan continuamente a sus clientes para que protejan sus pertenencias, en especial al entrar y salir de los establecimientos. En esa línea, Mercedes González, como delegada del Gobierno de Madrid, dijo sobre el dispositivo especial que, en momentos de máxima presencia actúan de forma simultánea unos 20 funcionarios policiales, triplicándose la cifra en los operativos con orden judicial.

Además, apuntó que, desde hace un año, se han llevado a cabo al menos 10 actuaciones policiales destacadas en el distrito relacionadas con drogas y estupefacientes, con medio centenar de detenidos. Sin embargo, los vecinos observan que el problema no para de crecer y temen que un barrio que, de por sí consideraban olvidado, termine por convertirse en un gueto.

“Es como vivir junto a un coche bomba. Tarde o temprano habrá una desgracia que lamentaremos”

“El paseo de Alberto Palacios es una zona bastante transitada y tiene unos setos que no se recortan hace mucho y que ahora utilizan los narcotraficantes para guardar mochilas, machetes... todo lo que ellos utilizan. Si el barrio estuviera más limpio, eso se evitaría. Hacer cualquier tipo de actividad en el barrio, por cotidiana que sea, es ahora es algo muy complicado y peligroso”, señalan.

De cara al invierno, no creen que la situación mejore sino todo lo contrario, pues dan por hecho que, con la lluvia y demás inclemencias climáticas, el problema se incrementará en las zonas comunes de los edificios, donde los clientes, muchos de ellos personas sin hogar, se resguardarán del frío.

Desde la asociación insisten en que el verdadero peligro no son las personas drogodependientes, sino quienes trabajan en el interior de los pisos. “Sentimos que vivimos en pisos francos en los que se cometen actos terroristas cada día. Un día ocurrirá algo y al final la gente va a morir. Cualquier día va a pasar una desgracia, cualquier día a un vecino se le van a cruzar los cables. Yo ya he estado cerca por proteger a mi hija de 24 años”, concluye José.