Colmenar Viejo y su inigualable fiesta de La Vaquilla

Repican las campanas en Colmenar Viejo (Madrid), resuenan los jaleos y las hondas vuelan generando un vibrante chasquido. Hasta con los ojos cerrados, cualquier colmenareño reconoce que estamos ante la icónica fiesta de La Vaquilla, que este año se ha celebrado con ilusión acumulada y ya sin ninguna restricción. Pero no solo es una exhibición sonora, visualmente es también todo un espectáculo. Los vaquilleros, vestidos con alpargatas blancas con borlas rojas, pantalón negro con faja azul, camisa blanca con dos collares de ganado, pañuelo rojo y coronados con una gorra de ganadero, acompañan a una vaquilla (un armazón de madera con unos buenos cuernos) engalanada con los mejores mantones de manila, pañuelos de seda, collares de perlas, pendientes y broches que se han ido decorando metódicamente en un auténtico ritual.

Y es que se desconocen los inicios de esta tradicional fiesta, declarada de Interés Turístico Nacional desde hace ya 37 años, aunque todos los colmenareños descendemos de un antepasado que ha sido vaquillero. Incluso, la mayoría de nosotros tenemos un predecesor que ha sido ganadero, de ahí que esta celebración esté tan intrínsecamente ligada a los orígenes de esta villa centenaria. Generación tras generación se ha mantenido este festejo, que hasta hace bien poco tenía lugar cada 2 de febrero y ahora es el sábado anterior a dicha fecha. Durante centenares de años, los vaquilleros, liderados por un mayoral, salen de su local corriendo por las calles del pueblo hasta llegar a la Plaza. Una suerte de traslado de reses vistoso y urbano. Allí, frente al Ayuntamiento de Colmenar Viejo, la bailan, por orden, para que los asistentes puedan disfrutar del espectáculo y los familiares presumir y realizar decenas de vídeos y fotografías.

Este año han participado un total de 23 vaquillas con nombres tan típicos colmenareños como «Castita» y «Galana». Tras la ceremonia, los grupos vuelven a sus locales y se mata (simbólicamente) a la vaquilla con tres tiros. Es ahí cuando el sentido del gusto participa también de esta tradición. A partir de las 20:00, se sirve sangría y rosquillas para todos los que han hecho posible que esta festividad única siga viva.