
Incendios
Así es el "Gran Hermano" que protege Madrid de las llamas
La región cuenta con 33 torres de vigilancia para detectar incendios desde las alturas
A pesar de la reciente incorporación de la Unidad de Drones o las cámaras de videovigilancia para detectar incendios, el ojo humano sigue siendo una herramienta imprescindible para la detección de incendios y la activación de protocolos. Marta Jerez de la Vega, jefa del Servicio de Incendios Forestales en La Comunidad de Madrid, atiende a La Razón en una de las torres de vigilancia, situada por encima de los 1.000 metros, y ubicada dentro del término municipal de El Escorial. «Estamos en “La Casita”, en el Monte Abantos. A más de 1.600 metros de altitud, tenemos uno de los 33 puestos de vigilancia que, durante todo el día, controlan el territorio de la Comunidad de Madrid para detectar lo más rápidamente posible cualquier conato de incendio».
Esta casa es habitada durante diez horas por una persona del Cuerpo. Una de las misiones de estos vigilantes de las alturas es trasladar «la novedad» al CECOP, ubicado en Pozuelo de Alarcón: «Sirve para verificar que todo está en orden, pero también funciona como un control de escucha del propio vigilante, que pasa aquí diez horas al día completamente solo. Pero evidentemente, si el vigilante ve un humo, no espera a dar el parte horario, sino que lo comunica de inmediato. Por la emisora dirá, por ejemplo: “La Casita para CECOP”, y del otro lado le contestarán “Adelante”. Entonces indicará que está viendo un humo. Normalmente dirá los grados a los que lo ve –como si fuera una brújula–, por ejemplo: “Veo un humo a 230 grados”. Luego lo describe: si es blanco o negro, si sube vertical o está tumbado (lo que indica viento), si hay vegetación cerca, si está junto a un embalse… Todo lo que ayude a valorar la magnitud del incendio», añade Marta. También hay otros factores que pueden condicionar la visibilidad, como la calima, aunque se suele ir disipando durante la tarde. Además, al detectar un conato de intento, se activan el resto de vigilantes más cercanos: «Al oír la alerta, otros puestos cercanos orientan sus prismáticos hacia ese ángulo y, si también lo ven, se cruzan referencias para triangular la localización y aportar una coordenada exacta.

Estos puestos de control se mantienen cerrados durante todo el invierno, así como en el final del otoño y el principio de la primavera. «Aquí trabajamos de mayo a octubre, que es la época con mayor riesgo de incendios forestales en la Comunidad de Madrid. Además, aunque por la noche no hay vigilancia fija, sí hay patrullas móviles que recorren el territorio para verificar que todo esté en orden o comprobar que no quedan brasas de incendios anteriores». Además, estos bomberos también llevan a cabo tareas como el desbroce, que consiste en limpiar los caminos de pastos y maleza seca, con el fin de que en caso de incendio éste no siga avanzando sin control.
Pero además de los ojos del hombre, estas unidades cada vez cuentan con más ayuda de la tecnología, que a día de hoy complementa el servicio de estas 33 torres de control. «Más que drones, lo que se está empezando a implantar son cámaras fijas. Ya hay algunas instaladas de forma experimental. En el futuro seguramente se instalen más, ya que tienen la ventaja de que, además del espectro visible, detectan en infrarrojos. Eso permite identificar puntos calientes incluso antes de que haya humo», explica Marta.

Además, este cuerpo de la Comunidad de Madrid se coordina en muchos casos con otros cuerpos regionales, ya que las llamas no conocen de fronteras: «Trabajamos muy coordinadamente con las comunidades vecinas. Si desde aquí se ve un humo que ya está en Ávila, por ejemplo, se avisa inmediatamente a Castilla y León. Aunque muchas veces ya lo tienen localizado, en algunos casos lo detectamos desde Madrid cuando ellos no lo ven por un ángulo muerto». La Comunidad de Madrid, con Castilla y León y Castilla-La Mancha, ha llegado a acuerdos para actuar hasta cinco kilómetros a cada lado de la línea divisoria como si fuera nuestro propio territorio, tanto en detección como en extinción.
En la presentación del plan Infoma para este verano, ya se hizo referencia a las especiales condiciones meteorológicas de este año, con frecuentes tormentas estivales y los embalses cerca del borde de su capacidad. «A mediados de julio, aún estamos beneficiándonos de esas lluvias de primavera tan abundantes. Han recargado los acuíferos, los embalses están llenos y la vegetación está muy verde y húmeda. Hacemos muestreos semanales para medir el contenido de humedad en las plantas, y todavía es alto. Esto significa que el fuego se propagaría fácilmente por los pastos secos, pero aún no lo haría por la vegetación arbórea. Otros años, con primaveras secas, esto no ocurre. Aun así, con el paso del verano todo se irá secando, y la situación puede complicarse. Ya estamos viendo algunos conatos de fuego y desarrollos importantes. No va a ser un verano fácil», avisa Marta con precaución.

Por último, Marta traslada un importante consejo «que muchas veces se olvida»: « Todos llevamos en nuestros coches un arma potencialmente letal para provocar incendios, que es el tubo de escape. Si aparcamos sobre pasto seco, éste puede prender solamente con el calor del tubo. Y si se incendia el coche, además del peligro, la gasolina puede provocar una fuerte explosión. Por eso, solo se debe aparcar en las zonas habilitadas. Además que no hacerlo puede bloquear el paso a vehículos de extinción o vigilancia». Más allá de esto, recuerda que «también hay que extremar el cuidado en áreas recreativas». Prácticamente en toda España está prohibido encender fuego en el monte. Las barbacoas solo deben hacerse en casa y siguiendo la normativa municipal. Hay que tener especial cuidado con el viento, apagar bien las brasas y,« por supuesto, no tirar colillas por la ventanilla, además de suponer una infracción grave de 6 puntos, pueden provocar incendios. Aún hoy vemos cunetas quemadas por este motivo».
Como novedad, este verano, de las 34 torres de control originales, se ha sustituido la torre de Alcalá de Henares por otra mejor equipada en Villalbilla, cuya construcción está en la última fase y por lo que a día de hoy hay 33 operativas en la región. Además, ha entrado en funcionamiento una nueva instalación en Valdelaguna, en lugar de la ubicada en Chinchón, mejorando la visibilidad y la comodidad de los vigilantes. También se han reformado las torres de Santa María de la Alameda y Robledo de Chavela. La mayoría de ellas están ubicadas en el norte y oeste de la región, siendo las áreas de mayor valor ecológico.
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