Cultura
Así es Tribueñe: 20 años de amor incondicional al teatro
Una apuesta teatral centrada en el ser humano creada por Irina Kouberskaya y Hugo Pérez de la Pica, que busca cruzar la frontera de convenciones y estereotipos
Era 2003, recién estrenado el nuevo milenio, cuando, su deseo de promover el arte y de seguir manteniendo vivo el pulso de la cultura, llevaba a Irina Kouberskaya (Moscú, 1946) a la apertura del Teatro Tribueñe junto al joven dramaturgo Hugo Pérez de la Pica (Madrid, 1974). El viejo almacén de ferretería de la calle Sancho Dávila cercana al parque de la Quinta de la Fuente del Berro y de la plaza de toros de Las ventas, fue tomando forma para que en él cobraran vida de forma especial, clásicos como Lorca, Chéjov, Valle-Inclán, Pinter…Veinte años después, Tribueñe han participado en numerosos Festivales Nacionales e Internacionales y han recibido premios por un teatro de marcado tributo litúrgico, por su defensa de la música, el arte y la poesía y por la innovación y profundidad con la que afrontan la lectura de los clásicos, lo que ha llevado fieles incondicionales a su sala, como el dramaturgo José Luis Gómez.
En febrero de 2013, el Teatro Tribueñe recibía el Premio Ojo Crítico 2012 de RNE por «su compromiso con un modo especial de concebir y de materializar el hecho teatral, al tiempo que investiga nuevos lenguajes escénicos». «Nuestro trabajo consiste en sorprender al público con nuevas lecturas poéticas de textos consagrados –explica la directora-, intentar dar nuevo aliento a los clásicos siendo fieles a ellos, tratando de descubrir el universo que vive en cada una de sus palabras, junto con otros montajes de creación propia». Y esto en una sala con capacidad para 120 espectadores que también acoge recitales de poesía, conferencias, charlas y conciertos.
Irina Kouberska ya lleva afincada en España desde 1973 y aunque todavía no ha perdido su genuino acento ruso, para ella Tribueñe surgió «como consecuencia de todo un camino inspirado en el amor al teatro y por el encuentro con Hugo Pérez de la Pica, un joven en el que vi un gran potencial con dificultad para encontrar un sitio en el panorama teatral, porque en su pureza artística, en su amor a las raíces de la cultura española auténtica, justamente cuando España remaba en otra dirección, se veía muy solo, así que en él encontré un alma por quien luchar, junto a mi manera de entender el teatro». Tribueñe se convirtió en un sueño cumplido y en un milagro a la vez. «Ni en sueños pensé que podía llegar a tanto, la realidad ha superado cualquier intención artística mía, es un lujo poder hacer lo que más te gusta en esta vida, algo que te permite crecer continuamente, defender unas pautas, forjar una personalidad, eso es la felicidad», afirma convencida Kouberskaya. Sin embargo, no ha sido fácil. «El camino se hace al andar y esa constancia ha creado una trayectoria que seguimos a pesar de los muchos obstáculos, pero es una aventura muy enriquecedora que merece la pena», asegura.
«Tener nuestro propio teatro nos permite desarrollar un trabajo artístico, impulsar y fortalecer la idea de una búsqueda permanente, creemos en el hombre, apostamos por él, por lo desconocido en el ser humano y su sensibilidad, por defenderlo, ese es nuestro punto de partida, y por eso creo que Tribueñe es especial -declara Kouberskaya-, es una apuesta por el poeta en el hombre, tratamos de cruzar las fronteras del estereotipo, de lo convencional, eso nos distingue de los demás, Tribueñe es una filosofía sobre las posibilidades del ser humano para pensar y expresarse, nuestras obras son tremendamente plásticas, casi todos cantan y bailan, es una preparación corporal muy exigente y completa para transmitir al espectador nuestra energía». Y esto porque están convencidos de la importancia social del teatro desde la antigüedad. «Más que un espejo de la sociedad, el teatro se ha transformado en una lupa sobre ella para enseñar todas nuestras carencias, debe buscar la raíz de los conflictos porque estamos bastante perdidos en estos momentos y el lenguaje teatral es muy importante para empezar a sustentarnos de otro modo y con otro tipo de propuestas», afirma la directora.
Desde su creación, Tribueñe ha producido casi cincuenta espectáculos, en 20 años de trayectoria cuentan con montajes memorables como «El retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte» de Ramón María del Valle Inclán; «El jardín de los cerezos», de Chéjov; «Por los ojos de Raquel Meller»; «Regreso al hogar», de Harold Pinter o sus versiones de Lorca, como «Bodas de sangre» o «La casa de Bernarda Alba».
Pero si algo tiene una importancia esencial en este proyecto desde sus comienzos es su compromiso con la educación.
Convencidos en la importancia de la formación teatral en los jóvenes, sus campañas escolares ofrecen a institutos, colegios y universidades la puesta en escena de montajes de su repertorio de producción propia. «Esta es una faceta muy importante de Tribueñe, lo intuí muy claramente desde el principio y he creado obras a propósito para que los jóvenes tengan contacto con un buen teatro, porque es necesario para la juventud y el sistema educativo no lo favorece, más bien es castrante en ese sentido. Nuestra satisfacción es que los chicos salen con preguntas, con incógnitas, despertando sus ganas de ser aventureros, considero que en este terreno hacemos una labor y esto es para nosotros un motivo de orgullo», concluye.
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