Historia

Las biblias malditas de Madrid que persiguió la Inquisición

La plaza del Conde de Miranda está ligada a la superstición, a la leyenda de la anciana que vendía biblias mágicas confeccionadas con pieles de niños

Las biblias malditas de la plaza del Conde de Miranda
Las biblias malditas de la plaza del Conde de MirandaBNE

Superstición a manos llenas. E ignorancia y pobreza. Eso es lo que esconde esta historia de aquel Madrid. De boca en boca, allá por el siglo XVIII corrió el bulo -se ve que las cosas no han cambiado tanto, aunque hoy en día esos «fake» son de otro tipo-, se señalaba, como decíamos que una vendedora de biblias estaba en el ojo de todas las críticas, habladurías y las envidias. Una anciana que vendía su cargamento en la conocida como plaza del Conde de Miranda. Aseguraban que la razón del precio -caro- de aquellas biblias estaba en las propiedades que traía aparejadas... O que facilitaba.

Asegura la leyenda negra que aquellos escritos sagrados tenían un plus a la palabra divina: poseían una condición milagrosa. Mágica. Se afirmaba, y aquí toca creer también sin pruebas, que las mencionadas biblias tenían propiedades curativas y también, por imaginar que no quede, concedían a quien las interpelase, todo tipo de deseos amorosos o económicos. Ahí es nada. Y todo a un paso, como una suerte de lámpara de Aladino, concedía deseos a su propietario. Esta plaza toma el título del Conde de Miranda ya que en ella se encontraba el Palacio de Cárdenas que era propiedad de dicho noble y la cual se conocía en la Villa como la Casa de los Salvajes, por las dos impresionantes figuras de piedra que embellecía su entrada.

Hoy por desgracia dicha casa ya no podemos disfrutarla, pues ha desaparecido bajo la piqueta en el siglo XX. También desapareció un bello arco que comunicaba calles y facilitaba el tránsito. De aquel momento nos queda esta leyenda. Una historia muy pintoresca, y también, lúgubre y tétrica.

La famosa historia, que hoy como tantas otras ha caído en el olvido, nos hablaba de la anciana que vendía biblias de «propiedades mágicas». Resulta obvio los pingües beneficios de aquella mujer con tamaña mercancía prodigiosa. El precio de las biblias de la señora se pusiera por las nubes, y como contrapartida, como pasa tantas veces, no solo en España, aunque quizá aquí un poco más, pues la envidia es, dicen, el pecado capital hispano, siempre que a alguien le marcha bien, también sale alguien dispuesto a tirar por tierra la raíz de su fortuna.

De ahí que pronto muchos la tildaran de bruja y a sus biblias de malditas. Incluso aumentaron las mentiras y los rumores hasta hacerla creadora de los más terribles y brutales asesinatos: nada más y nada menos que las biblias estaban forradas con la piel de niños muertos en la Villa y Corte; y que la propia anciana se encargaba de desenterrar sus cadáveres en el cementerio.

Aquello ya fuera cierto o no, provocó gran inquietud en la población y facilitó, fue la causa última de que la Santa Inquisición se personara en la plaa del Conde de Miranda y se llevara a la anciana a uno de sus calabozos.

A partir de ahí todo son conjeturas. No se sabe muy bien qué paso con la anciana o con sus biblias. Sea como fuere, la bonita y recoleta plaza quedó oscurecida en el recuerdo y la memoria de tantos madrileños con una leyenda que «afea» este espacio público con una historia de sangre y represión.

La recogida plaza peatonal, que mantiene parte de la imagen del antiguo trazado medieval, cuando la Corte de la dinastía Habsburgo se instaló en la ciudad en 1561, no sería igual.

Este espacio está hoy alejado y ausente del ambiente bullicioso que tuvo en el pasado, pese a que cuenta con edificios representativos, como el Convento de las Jerónimas del Corpus Christi fundado en el siglo XVII y la parte posterior de la Basílica Pontificia de San Miguel con su escudo en la fachada. Pese a todo, ese lugar recoleto, conserva cierto aire de misterio.