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Carmen Guaita: La espiritualidad de una chica, un viaje a Auschwitz y la Inteligencia Artificial

La escritora profundiza sobre el legado espiritual y vital de Etty Hillesum en su último libro

Carmen Guaita Alberto R Roldán

Carmen Guaita se ha dedicado, durante toda su vida, a la enseñanza. Ha estudiado Filosofía, ha escrito libros, ha dado conferencias... Pero no fue hasta hace poco (muy poco) que encontró, cuando menos lo esperaba, algo que la sorprendió verdaderamente. Pensamientos que «no había leído en ninguna otra parte» los halló en los diarios de Etty Hillesum, una joven judía de los Países Bajos que murió en Auschwitz dejando, gracias a sus escritos, un gran legado vital y espiritual que puede ser perfectamente traído al día de hoy. «El Grupo de Comunicación Loyola me encargó profundizar en su vida, y acepté sin conocerla por lo que me encontré con enormes retos», explica Guaita, «como que esta muchacha judía, a pesar de haber sido anónima en vida, es una maestra espiritual para toda la humanidad y, además, que no se sabe nada de ella desde que salió del campo de concentración de Westerbork hasta llegar a Auschwitz, donde falleció». A pesar de ello, su último libro, «La celda cerrada», acaba de ver la luz.

Las palabras de Hillesum, para Guaita, «son muy importantes porque en ningún momento ella deja de ser una mujer de su tiempo, y, a su vez, apela al nuestro». «Viene de una familia de raíces judías, pero no practicante, y descubre no solo el judaísmo, sino también el evangelio de Mateo, a San Agustín... Descubre un mundo que, de alguna manera, cubre las carencias que su vida no llenaba», continúa. «Ella, al subir al tren, está en ese primer grado de la mística que el dominico alemán John Tauler define como el júbilo del encuentro con Dios. Pero le faltó vivir. Aún así, ahora mismo es un referente para cualquier persona que tenga algo que, como le pasaba a ella, note un vacío que la vida y las experiencias, no pueden llenar».

En este sentido, «Etty sirve a las nuevas generaciones porque es una chica que vive absolutamente su juventud». De hecho, Hillesum fue a la universidad y mostró, a lo largo de su vida, una profunda inquietud cultural y política. «Es una mujer muy consciente de su tiempo, pero, a su vez, todo a su alrededor se está desmoronando». Y es ahí, precisamente, en medio de un mundo cada vez más oscuro, donde Hillesum «encuentra la luz en su interior y esto es profundamente esperanzador para cualquier persona que esté atravesando una crisis vital». En medio de un mundo cambiante, en el que las nuevas tecnologías tienen un papel cada vez más importante en la vida de los niños y jóvenes, Guaita aboga por recuperar la figura de Hillesum en las aulas. «Es una chica de su tiempo, que hasta hace dieta cuando come más de la cuenta. Es una chica como cualquier otra pero que necesita llenar un hueco en su interior, y que demuestra que la profundidad espiritual no tiene nada que ver con la edad». Hillesum, señala Guaita, «se encuentra a sí misma escribiendo, y creo que los profesores pueden animar, por ejemplo, a que los alumnos escriban, a que filmen, a que expresen lo que llevan dentro, porque una persona joven no debe estar todo el rato hacia afuera, copiando, sino que pueden crear un contenido original», insiste. Como Etty, quien asegura que «ella, que se sentía tan vacía, descubre dentro de sí misma lo que estaba buscando, que estaba ahí y no lo había visto».

Pero ese proceso de que los jóvenes se escuchen, «para los padres y profesores es muy difícil ahora mismo, porque tenemos demasiados estímulos». Por eso, Guaita considera fundamental que las familias «puedan reservar un momento sin móviles simplemente para hablar, para mirarnos a la cara y preguntarnos qué ha sido lo mejor y lo peor del día, para así pensar, reflexionar sobre nuestra vida». Y, en la escuela «tiene que pasar lo mismo, tiene que ser un lugar de personificación que, sin embargo, corre peligro». «Estamos continuamente respondiendo a estímulos que van dirigidos a nuestros deseos más inmediatos. No a nuestros proyectos, ni siquiera a nuestros sueños. Y esto está disminuyendo nuestra capacidad de pararnos a pensar e imaginar». Igual que Etty. «Ella tiene ese deseo rabiosamente humano de no dejarse avasallar por lo que está sucediendo. Se planta en medio de un campo de concentración y dice que la vida es bella, que la guerra no es cosa de Dios sino nuestra. Para poder decir eso en un campo de concentración hace falta la capacidad de pararse a pensar. Por eso, tenemos que tener el valor de que unas herramientas que han venido a hacernos la vida más sencilla permanezcan en su nivel de máquinas y no devoren nuestra libertad».

Un vagón lleno de luz

En «La celda cerrada», Carmen Guaita se sube a ese vagón de tren que llevaría a Etty Hillesum al que ella misma sabía que era su último destino. «No se sabe nada más de ella después, salvo que, en el viaje, arrojó desde el tren una tarjeta postal que decía ‘Dios es mi baluarte’», señala Guaita. Con la idea de esa tarjeta postal, la autora escribe la vida de esta joven llena de esperanza y de luz, contándola a los personajes que viajan con ella. Así, por medio de una novela biográfica, es la propia Etty la que narra su vida y sus pensamientos a quienes la acompañan en aquel viaje. «Mi parte son esos personajes», dice Guaita, «porque lo que ella cuenta es todo lo que aparece en sus diarios». Carmen Guaita estará en la Feria del Libro de Madrid el próximo 11 de junio en la caseta del Grupo de Comunicación Loyola.

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