Gastronomía
La cocina italiana pisa fuerte en Madrid
Baldoria es el primer proyecto en solitario de Circo Cristiano
Los italianos son a la gastronomía lo que los primos espabilados a la autoestima: resultan igual de guapos que uno, pero se venden mejor y aprendieron a ligar mucho antes. Nuestro autárquico pasado les vino de perlas a los de la bota, que tuvieron 40 años de ventaja para capitalizar la gastronomía mediterránea y fardar de aceites de oliva (cuando nosotros producimos mucho más y, seguramente, mejor) y de buenos vinos (nada que envidiar), entre otras cosas. Los restaurantes transalpinos vivieron en la capital un momento de oro a finales de los 90 y principios de los 2000, y perdieron bastante fuelle cuando empezó a llevarse la fusión y la fiebre del palillo. Sin embargo, en los últimos tiempos asistimos a una época especialmente dulce para ellos, con proyectos muy interesantes a todos los niveles.
El grupo Big Mamma (curiosamente, de origen francés) ha tenido bastante que ver en este interés por el yantar italiano. Arrasaron con su concepto de espacios espectaculares en cuanto interiorismo, platos WOH (los espaguetis dentro de un queso fueron casi trending topic en Instagram, si hubiera de eso en esta red) y una oferta apetitosa en general. Primero fue Bel Mondo y más tarde Villa Capri. Hace más de un año, su chef ejecutivo y responsable de la implantación del grupo empresarial en España, el napolitano Ciro Cristiano, dejó el proyecto para abrir su primer espacio en solitario.
Se trata de Baldoria, un auténtico homenaje a su tierra natal no solo a través del diseño (el restaurante es ideal), sino, y sobre todo, en la comida. Sus pizzas han conseguido una gran relevancia, pero también son destacables sus pastas frescas y la carta de vinos, 100 % italiana. Es un sitio para volver y volver, y encima con precios muy justos. Arrogante, el establecimiento de alma circense y platos de factura artesana del grupo Salvaje, también es un buen enclave para animar estómago y corazón. Es un espacio con ambientación musical en el que desde hace unas semanas han introducido un divertido brunch a la carta para animar las comidas de los fines de semana. Todos los sábados y domingos, a partir de las 13.30 h, el local ofrece su Malabar Brunch, ideal para ir en familia (los niños son más que bienvenidos) y con todo el carácter del único circo gastronómico de la capital.
Si se aboga por establecimientos de corte más gastronómico, hay que decir que en España no tenemos italianos que sean candidatos firmes a estrella Michelin. Hay una gran reticencia en el público a elevar el gasto por cubierto en estos locales que merece un análisis aparte. Pero sí contamos con propuestas muy interesantes. Es el caso del histórico Boccondivino, de Ignazio Deias, quien, tras once años con la persiana bajada, la levantó en la zona de Nuevos Ministerios con el mismo espíritu artesano de otros tiempos. También volvió a la vida (hace ya año y medio, ciertamente) el Café Barbieri, uno de esos lugares cargados de historia de Madrid (se fundó en 1902) y que ahora ofrece rica comida italiana, cócteles pintones y un ambiente muy de primera cita que, a los más añosos, nos suena. También nos gusta particularmente Ozio, un siciliano excelente con una apuesta por la mejor cocina siciliana. El 14 y 15 de noviembre, su chef Margherita Fuligni oficiará un a cuatro manos con Nino Ferreri, el chef de Limu (una estrella Michelin, Palermo). Prometo contarles más detalles pronto.
Pero esta resurgir, por supuesto, no hubiera sido posible sin otros enclaves que sembraron la semilla. Es indispensable mencionar aquí a Davide Bonato, el alma de Gioia (un Sol Repsol), un espacio de Chueca que encumbra la cocina piamontesa con particular maestría desde 2015. Y también Noi, del grupo El Pradal, que también cuenta con un astro de Repsol en su palmarés, y que desde 2019 comanda el chef Gianni Pinto, quien ofrece un suculento viaje por la mejor cocina de la península itálica de norte a sur.
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