Arqueología

La cuna de los neandertales a menos de 100 kilómetros de Madrid

El Parque Arqueológico de Pinilla del Valle abre hoy sus puertas y tendrá visitas guiadas hasta el próximo 31 de noviembre

Noroeste de la Comunidad de Madrid, 1.130 metros de altitud. En un marco incomparable que discurre de forma paralela al Sistema Central, los Montes Carpetanos, coronado por Peñalara –el pico más alto de la Comunidad de Madrid y el segundo del Sistema Central después de Gredos con 2.428 metros de altitud– y por Cuerda Larga, encontramos el Valle de Lozoya. O el también conocido como de los Neandertales desde su inauguración en 2015. Un Parque Arqueológico en el que, dada su proximidad con la ciudad, puede resultar difícil de comprender que fuese el lugar que escogieron los neandertales para vivir hasta hace 40.000 años. Y que desde hoy, estará abierto hasta noviembre para descubrirlo a través de sus visitas guiadas.

En él se estudian desde 2002 siete yacimientos arqueopantológicos cársticos con cronologías que abarcan desde el último tercio del Pleistoceno Medio hasta mediados del Pleistoceno Superior. Una época habitada por los neandertales u homininos que aparecieron hace en torno a unos 300.000 años y que se extinguieron hace 40.000. Algunos de ellos sobrevivieron algo más tarde, especialmente al sur de la península, habiendo restos de ellos hasta hace 28.000 en Málaga y Granada. A lo largo de estos años de trabajo, han encontrado tanto restos de animales y plantas que convivieron en el Valle como de los seres humanos que escogieron las cuevas y abrigos de este como morada y de las actividades que allí realizaban. Algo que facilitaba, por un lado, el tipo de roca que predomina en el parque: la dolomía. De fácil disolución tras la acción del agua y que provoca que donde haya erosiones laterales se formen abrigos que llevaron a estos homininos a refugiarse en ellos y vivir allí.

Valle de los neandertales
Valle de los neandertales Julián CabreraLa Razón

Esto tendría un gran interés para ellos, así como el disponer de las otras cuatro cosas fundamentales que necesitaban entonces para sobrevivir sin necesidad de salir del Valle. «Se ha demostrado que no es un valle que ocupen de forma estacional, como podían hacer otros grupos de cazadores recolectores nómadas», afirma Enrique Baquedano, arqueólogo responsable del Parque Arqueológico a LA RAZÓN, «sino que además tenían agua permanente, presas durante las cuatro estaciones, materias primas para tallarse su industria lítica y leña, algo de lo que no se habla pero que era esencial en épocas glaciares». La ubicación y altitud del Valle eran sinónimo de inviernos duros y grandes nevadas. «En los veintiocho años que llevo trabajando aquí el cambio climático es cada vez más patente. Hace unos años podíamos bajar hasta los catorce grados bajo cero. Sin embargo, este año no hemos bajado de siete», confesó Baquedano.

Un lugar excepcional por los tres tipos de yacimientos que lo componen, dos de ellos relativamente habituales en el mundo del Pleistoceno Superior y de los Neandertales, como son los campamentos de caza, que aunque escasean en la Península Ibérica, son bastante frecuentes de encontrar. También los cubiles de hienas, que demuestran que estas coexistieron con los neandertales. Y aunque parezca sorprendente, a menos de cien kilómetros del centro de la ciudad, la fauna africana y asiática se daban la mano en este Valle: leones, leopardos, rinocerontes, ciervos, osos, linces… que acompañaban a estos homininos y que resultaban imprescindibles.

Valle de los neandertales.
Valle de los neandertales.Julián CabreraLa Razón

Pero sin duda, la ocupación absolutamente singular es la ya conocida como Cueva Descubierta. Un sitio excepcional que, gracias a su contenido, han podido interpretar lo que ocurría entonces allí. «Es la demostración de que en este lugar moraban los neandertales, donde hacían una parte muy importante de su actividad cotidiana y vida intelectual», contó el arqueólogo. En ella encontraron cincuenta y cinco trofeos de caza. Bisontes, uros y ciervos. Todos ellos tratados con el mismo protocolo de aprovechamiento, habiéndoles quitado previamente la mandíbula, dejando solo el frontal y el arranque de los colmillos. «Sin duda, de los momentos más emocionantes que viví fue cuando encontré un cráneo de 70 centímetros de un rinoceronte que bauticé como Rosendo. Apareció perfectamente colocado, calzado con piedras y pude imaginar a los homininos colocándolo allí, hacía 42.000 años».

Una especie que se extinguió hace 38.000 años y que podría tratarse de los restos de los últimos de esa especie.El descubrimiento de esta cueva ha tenido tanta repercusión e importancia en el mundo de la Arqueología y del estudio del Ser Humano que hace solo unos días fue portada dela revista científica, «Nature Human Behaviour», una de las publicaciones más importantes del mundo relacionadas con el comportamiento humano y la prehistoria.