Educación

Docentes y familias frente al gran cambio escolar en Madrid

Los profesores valoran, entre la ilusión y la cautela, las medidas que hoy estrenan los colegios: de las pantallas a los patios abiertos

Vuelta al cole en Madrid. Colegio Daoiz y Velarde de Alcobendas. © Jesús G. Feria.
Vuelta al cole en Madrid. Colegio Daoiz y Velarde de Alcobendas.© Jesús G. Feria.Jesus G. FeriaFotógrafos

El timbre vuelve a sonar hoy en los colegios de la Comunidad de Madrid y lo hace en un escenario cargado de novedades. El curso arranca con tres medidas que marcarán el día a día de miles de niños, familias y profesores: la restricción del uso de pantallas en Infantil y Primaria, la apertura de patios y bibliotecas escolares por las tardes para favorecer la conciliación, y la incorporación de primero y segundo de la ESO en los colegios de primaria, siguiendo un modelo que recuerda al de la antigua EGB.

El Gobierno regional defiende que estas decisiones buscan reforzar la calidad del aprendizaje y dar respuesta a demandas históricas de las familias. Sin embargo, en los centros educativos, quienes tienen que ponerlas en marcha piden tiempo, recursos y claridad. Los docentes consultados por este periódico coinciden en señalar que las medidas pueden ser positivas, pero alertan de que se han aplicado con prisas y sin apenas diálogo con la comunidad educativa.

«Más próximos a la primaria»

Víctor Barbero, director del IES Las Musas en el distrito de San Blas-Canillejas, debería haberse visto afectado por la incorporación de primero y segundo de la ESO a los colegios, sin embargo, no ha sido así. "El colegio que tiene la inscripción única con nosotros, ha sido uno de los 25 afectados por la entrada de los chicos de secundaria, sin embargo no hemos perdido alumnado. Prácticamente todos los alumnos del centro han decidido venir para acá", señala a este periódico. La clave, dice, ha estado en la confianza de las familias en el centro: «Pese a que a las familias les pueda tranquilizar que sus hijos se queden en primaria, en nuestro caso somos un centro particular, con buena fama, y eso hace que las familias hayan decidido mayoritariamente seguir con nosotros».

Más allá de la organización, Barbero valora la medida desde un punto de vista pedagógico y evolutivo. «Los chavales de primero y segundo de la ESO se encuentran más próximos a los chicos de primaria que a los de secundaria. Me parece natural que permanezcan en el colegio con un modelo similar al que teníamos en séptimo y octavo de la EGB. Su estado de desarrollo es claro: manejan muy mal los conceptos abstractos».

El director subraya además la diferencia de enfoque entre etapas. «En secundaria los profesores somos licenciados o graduados en una especialidad y miramos la materia con una orientación abstracta. En primaria, en cambio, los equipos docentes trabajan en torno al grupo de alumnos. La orientación es totalmente distinta». Y advierte de un reto inevitable: «El problema será cuando en tercero se junten dos poblaciones distintas, los que vienen de primaria y los que ya estaban en secundaria. Habrá que implementar estrategias para atenuar esa diferencia, porque va a existir».

Una medida con cuentagotas

En un colegio público de la Comunidad de Madrid, Virginia -docente y también madre- reconoce que la llegada de los chicos de la ESO a primaria se ha hecho «con cuentagotas» y de manera poco ordenada. «Me parece una medida que está muy bien, pero que tenía que haberse manejado de otra manera. Es una demanda histórica desde que se quitó séptimo de EGB. Los niños y niñas en los colegios después de sexto están más arropados». Lo que no convence a esta profesora es la improvisación con la que se ha anunciado. «Nos enteramos por la prensa. No ha salido el decreto, nadie sabía dónde iban a ir los chicos. Según el espacio disponible en los centros se ha ido seleccionando. No se puede decir algo en mayo y que se implemente en septiembre y además lo han hecho sin saber cómo iba a funcionar».

Las dudas entre las familias han sido muchas: «¿Quién va a dar clase a mi hijo si no son los profes de siempre? ¿Esos profesores estarán en todo el horario? Las optativas no son las mismas, no van a tener todos los especialistas… Y los docentes que van, en muchos casos, son itinerantes, sin estabilidad laboral. Así es muy difícil construir un proyecto educativo potente». Aun con todo, Virginia encuentra un aspecto positivo que llevaba años reclamándose: «El comedor. Las familias trabajan y los niños tienen que comer en el centro. Hasta ahora nadie se había preocupado por eso».

Patios abiertos

La segunda gran novedad de este curso son los llamados «patios abiertos», un programa que permitirá a algunos colegios públicos mantener abiertos sus espacios por la tarde para actividades de juego, lectura o deporte. El plan, financiado en parte por la Comunidad y en parte por los ayuntamientos, busca ofrecer un lugar seguro para los niños y favorecer la conciliación de las familias.

Virginia, sin embargo, se muestra cauta: «Lo cierto es que la mayoría de centros públicos de municipios grandes ya teníamos otros programas de conciliación. En los centros no estamos haciendo nada en concreto porque desde los ayuntamientos no nos han dicho nada. Es un programa fantástico y todo lo que sea conciliar es bienvenido, pero seguramente se acoja más en ayuntamientos pequeños de la región. Llega tarde, porque los grandes llevan tiempo con sus propios proyectos». A su juicio, la idea es positiva, pero depende en exceso de los consistorios. «Los centros deberían estar abiertos más tiempo del que están, pero esto no depende de nosotros, sino de los ayuntamientos».

Pantallas bajo sospecha

La medida más mediática es, sin duda, la restricción del uso de dispositivos digitales. Madrid se ha convertido en la primera comunidad autónoma en limitar a un máximo de dos horas semanales el uso individual de pantallas en Primaria. En Infantil, los más pequeños apenas podrán tocarlas. La noticia ha generado debate. Para Virginia, el problema no es la intención, sino la forma: «Pretenden ponerla en marcha en dos meses. Es una medida muy populista a mi forma de ver. Ganarán votos porque es una demanda histórica de las familias, pero podrían hacerlo a años vista. Llevamos tres o cuatro años de formación para digitalizar los centros, cambiando metodologías, invirtiendo en material… y ahora nos dicen que no vale para nada. No se puede pasar de cero a cien en cuestión de meses».

La docente insiste en que la tecnología es necesaria, pero mal entendida: «Conocerla y usarla como herramienta es imprescindible, pero pensamos que ser digitales era quitar el libro de texto para darles una pantalla. Y eso no es». En su centro, admite, nunca se ha abusado de los dispositivos, pero advierte que habrá colegios «muy digitalizados» que lo pasarán mal con este giro.

Javier, es docente en un centro concertado del centro de la región. Este reconoce que el reto es mayúsculo, porque la digitalización ha sido un elemento diferenciador frente a la enseñanza pública. «Muchos padres elegían nuestros centros precisamente porque ofrecíamos un dispositivo por alumno, algo que se percibía como moderno y de calidad. Ahora tenemos que convencer a las familias de que el cambio no es un paso atrás, sino una oportunidad para recuperar otras formas de aprender», cuenta.

Opiniones variadas

Entre los padres, asegura, la opinión es mixta. «Hay quienes están encantados porque llevaban tiempo pidiendo menos pantallas, y hay quienes temen que sus hijos se queden atrás en competencias digitales. Nosotros tenemos que buscar un equilibrio: seguir enseñando tecnología, pero sin que la tableta sea el centro de todo». Frente a estas novedades, hay una reivindicación que mantienen desde hace años los docentes de la región y que es la falta de personal. «En la mayoría de centros donde hay falta de profesorado, no está cubierto. La Comunidad de Madrid debería sentarse a reflexionar sobre a dónde quiere que vaya la educación, consensuarlo con los agentes de la comunidad educativa y apostar por ello», sentencian.