Reclamación histórica

Este es el “Condado de Treviño” de Madrid (o quizá de Segovia)

Dehesa de la Cepeda, una zona de difícil acceso, dedicada a la ganadería, y que el municipio segoviano de El Espinar reclama, infructuosamente, desde hace tiempo.

Santa María de la Alameda, municipio al que pertenece la Dehesa de la Cepeda
Santa María de la Alameda, municipio al que pertenece la Dehesa de la CepedaSanta María de la Alameda

Jugadas administrativas. Y de los intereses económicos que animaron estos cambios en el devenir histórico. Cosas de reyes y deudas impagadas. Mucho se ha hablado de territorios como el Condado de Treviño, quizá el más conocido. Un espacio castellano en Álava, pero hay muchos más. Desde el Rincón de Ademuz, un enclave valenciano en Cuenca y Teruel, a otros en Cantabria, Andalucía o entre provincias castellanas. Incluso tenemos al Nobel Ramón y Cajal, ilustre aragonés, que en realidad nació en Petilla de Aragón, el enclave navarro en la provincia de Zaragoza. Por haber, lo hay incluso internacional. Ahí está la villa de Llivia, un trozo de Gerona en Francia. Este único enclave español en el extranjero está rodeado de territorio francés desde 1659.

En tierras madrileñas, o que se suponen madrileñas a decir de muchos -pero no de todos-, pasa otro tanto. Buen ejemplo de ello es la Dehesa de la Cepeda, un territorio madrileño, término municipal de Santa María de la Alameda, que se encuentra completamente rodeado por la Comunidad de Castilla y León, limitando con las provincias de Segovia y Ávila, y curiosamente es uno de los lugares con mejores pastos de la sierra. Y todo, a 70 kilómetros al noroeste de Madrid. Un pequeño trozo geográfico de apenas 12 kilómetros cuadrados rodeado completamente por tierras castellanas.

Al parecer, el origen de este espacio se remonta al siglo XIII. Por aquel entonces formaba parte de los territorios madrileños y así estuvo seis siglos hasta la desamortización de Mendizábal, y cuando el ministro Pascual Madoz expropió muchos bienes comunales. Un momento en el que muchos nobles y aristócratas movieron ficha y se hicieron con iglesias, monasterios y tierras de labranza de la Iglesia. Todo con la excusa de incrementar la producción o impulsar la economía. Algo que se cumplió en algunos casos. Y en tantos otros no.

El caso es que aquella “revolución” impositiva y de la propiedad permitió que las tierras salieran a subasta y fueran adquiridas por la familia Sáinz de Baranda, que fue familia del primer alcalde de Madrid, pues hasta entonces se les decía “corregidor”. Luego acabaron en manos de pequeños ganaderos. Cambios de propiedad pero siempre dentro del mismo espacio administrativo, pues se trata del único enclave de Madrid, un territorio incluido en otro geográficamente, entre las provincias de Segovia y Ávila. Una zona de difícil acceso dedicada a la ganadería, desde hace siglos, que el municipio segoviano de El Espinar reclama, infructuosamente, desde hace tiempo.

Un poco de historia

Su peculiar situación tiene un pasado. Como casi todo. Todo se remonta al siglo XII, cuando comenzaron más de seis siglos de litigios entre El Espinar (donde se custodian documentos firmados por el rey Alfonso IX que le otorgan la propiedad del terreno) y Santa María de la Alameda.

El origen de la villa procede de la época de la Reconquista, que fue cuando por el lugar se fueron esparciendo asentamientos de hombres libres y milicias concejiles, formadas por campesinos y artesanos que años atrás habían cogido las armas para defender su territorio.

Hasta el año 1833, la Dehesa pertenecía a Segovia, pero a partir de ahí, a tenor de la división territorial elaborada por Javier de Burgos, pasó a formar parte de Madrid. No está documentado cómo el terreno madrileño acabó por separarse de la región y se quedó aislado. Y así sigue. Y con pinta de mantenerse de esta guisa en el futuro cercano.