Pionero
El Gallinero de Boadilla del Monte: rareza y curiosidad científica
El infante Don Luis, hermano de Carlos III, impulsó uno de los zoológicos más avanzados de su tiempo
Un capricho personal que se entremezcló con cierta curiosidad científica. Eso fue lo que alumbró en Boadilla del Monte, al lado de un palacio singular, esta construcción casi única en su época. Antes de la Ilustración, especialmente en el siglo XVII, esta moda de coleccionar animales hizo que se construyeran aviarios e instalaciones similares para poder albergarlos. La leonera del palacio del Buen Retiro, donde incluso se organizaban combates entre leones, toros, osos y tigres, era un buen ejemplo, como lo fueron en Europa las Menagerie de los palacios de Versalles o de Schönbrunn, en Viena.
Todo llegó de la mano de Don Luis, hijo menor del primer Borbón que reino en España, Felipe V. Él mandó construir el palacio en 1762. En él creó una pequeña corte ilustrada, alejada de Madrid en los sentimental y en lo geográfico y, como gran mecenas, se rodeó de personajes de la talla de Luigi Boccherini o su amigo Ventura Rodríguez, el arquitecto que diseñó el palacio y, casi con seguridad, también los otros elementos que configuraron en su día el conjunto palaciego, entre los que destaca, junto al jardín, las huertas, la fuente, el estanque, la noria y la llamada Casa de Aves o Gallinero.
La construcción fue la salida natural de ese gran amante de la Historia Natural. El Infante creó en su Palacio un gabinete que competía en calidad incluso con el de su hermano, Carlos III. La Casa de Aves complementaba esa colección, que respondía a una doble justificación: de una parte, el interés ilustrado de rodearse y atesorar conocimiento, y de otra, la de demostrar la ostentación del poder que tenía la nobleza. Una forma de hacerlo era importar especies animales exóticas desde distintas partes del mundo, lo que conllevaba la necesidad de mantenerlos. Zoos existieron en todo el mundo a través de la historia. Era una colección “viva”, más allá de las colecciones de joyas, pinturas o esculturas.
La colección faunística del Infante incluía numerosas especies de aves e insectos pero también otros animales, como cabras de angora, un oso o una cebra, que vivía en semilibertad en los jardines. Una magnífica pintura de Luis Paret, pintor de cámara del Infante, hoy conservada en el Museo del Prado, inmortalizó al animal en 1774.
Existieron aviarios en muchos otros palacios españoles. El Infante encargó al menos otros dos: uno junto al palacio de Aranjuez, en 1770, y otro para su última morada, el palacio de Arenas de San Pedro, también obra de Ventura Rodríguez.
Restauración
La Casa de las Aves cayó en el olvido durante años, por no decir siglos. Todo hasta que llegó el proyecto de recuperación de este singular Gallinero, financiado a cargo del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER). La recuperación fue obra del arquitecto José Ramón Duralde, experto en rehabilitación de patrimonio histórico, que también ha dirigido en los últimos años la restauración del propio palacio del Infante D. Luis.
Duralde se enfrentó a la restauración de esta pequeña edificación perteneciente al conjunto palaciego con muy pocas fuentes en las que basar su trabajo: el único plano antiguo del municipio, fechado en 1868, los restos arqueológicos de los edificios, fotos aéreas anteriores a la Guerra Civil y algunas fuentes documentales del siglo XVIII.
El estado lamentable de destrucción en que se encontraba (en la declaratoria del Palacio como monumento de 1974 se describe el Gallinero como ruina arqueológica) y la falta de documentación sobre el edificio, exigían una comprensión completa de las intenciones del arquitecto que lo creó, que con toda probabilidad fue Ventura Rodríguez. Una intervención singular que a decir de los expertos se ha acometido con éxito. Tratando de revivir aquel espacio de interés científico y cultural. Todo un adelantado a su tiempo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar