Historia
¿Cuándo llegó la luz eléctrica a Madrid?
Un largo camino para iluminar la noche de la capital, que tuvo parada en las velas y el gas antes de modernizarse
No hay un momento, en singular, para «la llegada» de la electricidad a la capital de España. Más bien cabría hablar de situaciones e iniciativas que propiciaron «un momento eléctrico». A mediados del siglo XIX el Circo Price instala una iluminación en su interior, sin duda una manera de despertar el interés del público por una novedad tan principal. En la década de los 50 de ese siglo XIX, sobre la plaza de la Armería, en el entorno del Palacio Real, se proyectan también rayos de luz eléctrica. Algo que sin duda asombró a los madrileños y forasteros que allí se dieron cita.
Con todo, en aquel Madrid anterior a la luz eléctrica, lo que iluminaba el camino era el gas. Y es que éste, alumbraba más que el aceite o el petróleo, pero mucho menos que la electricidad. Así las cosas, la luz eléctrica se presentaba como su sucesora natural y comenzaron a desarrollarse numerosas pruebas para alimentar los faroles que iluminaban la capital. De esta manera, como decíamos, se encendieron los primeros faroles eléctricos, sustituyendo a los de gas, para celebrar la primera salida a la iglesia de Atocha de la Reina Isabel II tras el nacimiento de su hija, la Infanta Isabel. De esos momentos e intentos por extender la electricidad a toda la ciudad tenemos que, en unos meses, esta iluminación se llevaba a la fachada del Congreso de los Diputados y a la calle Barquillo, una de las más transitadas en el Madrid de aquel entonces. También se hicieron, entre los años 1864 y 1869, varios ensayos de iluminación en el Hotel París de la Puerta del Sol, uno de los más relevantes de aquel momento. Se construyeron dos nuevos puntos de luz eléctrica en la torrecilla del Ministerio de la Gobernación y en la calle de Alcalá, junto a la vía de la Virgen de los Peligros, donde se instaló un gran arco voltaico para el socorro de los heridos en las campañas carlistas. Cabe apuntar que las lámparas de arco fotovoltaico empleadas hasta el momento no se caracterizaban precisamente por su seguridad y sólo se permitía su instalación en espacios amplios, por el gran brillo y calor que emanaban.
El 23 de enero de 1878, para celebrar la boda de Alfonso XII con su prima María de las Mercedes, lucieron en la Puerta del Sol las primeras luces eléctricas de la ciudad a través de faroles con arcos voltaicos. Desde entonces las lámparas eléctricas compartieron con el gas la iluminación, aunque la luz eléctrica no llegaría a instalarse completamente en Madrid hasta bien avanzado el siglo XX.
La entrada en Madrid de don Alfonso XII, tras la Restauración de 1875, se ve realzada por la iluminación eléctrica. Avanza el siglo y la Real Orden de 1888 prohíbe el alumbrado por gas y velas no protegidas por farolas en los teatros de la ciudad. Los contratos de electricidad se multiplican y la respuesta empresarial se hace urgente. En 1889 se crea la Compañía General Madrileña de Electricidad, que convive con la Compañía Inglesa de Electricidad. Antecesores todos ellos de las grandes compañías eléctricas españolas actuales. En 1912 se constituye Unión Eléctrica Madrileña mediante la fusión de tres compañías: la Compañía General Madrileña de Electricidad, la Sociedad de Regasificación Industrial y Salto de Bolarque.
No obstante, el cambio definitivo de la electricidad llegó con las lámparas de incandescencia que Thomas Edison expandió por todo el mundo. Este nuevo prodigio permitía dividir la brillantez de los anteriores reflectores en multitud de lamparitas mucho más pequeñas y más seguras, ya que se basaban en la colocación de bombillas protegidas por un cristal.
En 1888 se prohibía definitivamente el alumbrado por gas y velas no protegidas por farolas en los teatros de la ciudad y, hacia 1892, Madrid ya podía considerarse una metrópoli a la altura de las principales capitales europeas en cuestión de alumbrado público. La Villa y Corte entraba en la era eléctrica.
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