Historia

El lavadero que dio origen al Teatro Real de Madrid

Un lugar que pasó por distintos momentos arquitectónicos y de servicios hasta ser el primer coliseo musical del país

Fachada del Teatro Real (imagen antigua)
Fachada del Teatro Real (imagen antigua)larazonBNE

Monumentos, fuentes, teatros, palacios... Madrid tiene una vieja historia de voluntades y modas en sus construcciones. Algunas por parte de los monarcas, otras por nobles o incluso por el Concejo. O por los «ecos» de las guerras y sus consecuencias de devastación y destrucción en el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Así, la gran mole del Teatro Real que es posible contemplar y disfrutar en la plaza de Isabel II -o de Ópera-, con vista también en la plaza de Oriente, no siempre tuvo esa presencia. Allí, desde antiguo, se levantaba el teatro de los Caños del Peral. La tradición atribuye su nombre a la legendaria existencia, ya en 1263, de un peral que sombreaba el manantial. El nombre caños es el que se daba en el siglo XVI a los acueductos, hablándose, por ejemplo de los Caños de Segovia o también de los Caños de Mérida, y se refiere a aquellas conducciones que traían agua a la fuente. Un espacio que ha aparecido, en tiempos más recientes, durante una intervención arqueológica.

Teatro de los Caños del Peral
Teatro de los Caños del PeralBNE

El conocido como teatro o corral de los Caños del Peral fue construido a principios del siglo XVIII sobre un corral de comedias -cómo no-, y demolido en 1817 para dejar su espacio al actual Teatro Real. Un acontecimiento que sin duda no habría tenido ocasión si la guerra «contra el francés», contra Napoleón, no hubiese asolado el suelo patrio. El caso es que aquel viejo coso de comedias y de música recibía su nombre por estar ubicado junto a los lavaderos de la fuente de los Caños del Peral. En el origen de todo ello está la afición -y voluntad- del primer representante en España de la dinastía Borbón.

Felipe V sentía verdadera devoción por la ópera italiana, que tanto había disfrutado en Versalles. Ello le sirvió de pretexto para la construcción del último gran corral de comedias madrileño, que andando el tiempo sería el primer coliseo de los Caños del Peral. Todo ello, como apuntamos, sobre aquellos renacentistas lavaderos construidos en 1542.

Felipe V impuso su voluntad y ordenó la demolición del corral de teatro. El nuevo coliseo, al gusto francés, se inauguró un 16 de febrero de 1738, en los festejos de Carnaval, con la representación de la ópera «Demetrio2, de Johann Adolph Hasse, con libreto de Pietro Metastasio. Un espacio que fue la gran novedad en aquel Madrid, con una capacidad en sala para 1.680 espectadores.

El teatro, desde el principio, era dependiente del apoyo y sostén económico de la Casa Real. Cosa esta nada baladí. En ello estaba tanto su gloria, en los periodos de abundancia económica, y también de cierta dejadez cuando no había fondos. Algo que llevó incluso a periodos de cierre. También se utilizó este lugar como espacio para bailes de máscaras, según el gusto francés versallesco.

En 1816, ante el mal estado del edificio y debido a que el proyecto de reforma de la Plaza de Oriente contemplaba la construcción de un nuevo y gran teatro de ópera, el Ayuntamiento decidió la demolición del edificio, que finalizó en abril de 1818.

Hoy en día aquel teatro de los Caños del Peral es historia. Su memoria se ha oscurecido por un Teatro Real inmenso que tuvo su nacimiento en la primera piedra, colocada el 23 de abril de 1818, bajo el reinado de Fernando VII, e inaugurado de manera mayestática por su hija, la Reina Isabel II el 19 de noviembre de 1850.

El paso del tiempo y los conflictos políticos y guerras también le pasaron factura y degradaron la construcción. Hasta el punto de que cerró en 1925 debido a daños en el edificio, y reabrió el 13 de octubre de 1966 como sala de música sinfónica. No sería hasta 1991 cuando el coliseo, de acuerdo a los nuevos gustos musicales, se sometió a importantes obras de remodelación, para finalmente reabrir como teatro de ópera el 11 de octubre de 1997. Un coliseo con una superficie de 78.210 metros cuadrados y un aforo máximo de 1.958 localidades, comparable o superior a otros de nuestro entorno en Europa.