Entrevista
Manu, la cara de «Secretos de Madrid» y la memoria emocional de la capital
Conocedor de todos y cada uno de los rincones de la ciudad, presenta «Los 20 iconos de Madrid»

En 2009, Manu García del Moral llegó a Madrid con una maleta, un propósito académico (estudiar periodismo deportivo) y un desconocimiento absoluto de la ciudad: «No conocía nada, pero nada», recuerda hoy. Ese desconcierto inicial, esa sensación de extrañeza que a muchos paraliza, a él le despertó un instinto que cambiaría su vida: convertirse en turista permanente de su propio lugar de residencia. Madrid, que otros habitan sin mirar, se convirtió para él en un territorio por descubrir.
Pronto las rutas improvisadas se transformaron en visitas guiadas, lecturas, libros de historia urbana, paseos en solitario, archivos fotográficos y una creciente fascinación. «Me gustaba viajar y prepararme los viajes. Pensé: ¿por qué no vivir Madrid como un turista constante?». Aquella decisión fue el germen de Secretos de Madrid, uno de los proyectos de divulgación urbana más influyentes del país.
Durante los primeros años, Manu recopilaba historias para contárselas a su familia cuando venía de visita: anécdotas del Barrio de las Letras, leyendas de conventos, rincones escondidos, antiguas fotografías que comparaba in situ con el presente. La ciudad, con su mezcla de monumentalidad y cotidianidad, le ofrecía relatos sin descanso. En 2012, estando en paro, decidió profesionalizar aquella afición: «Abrí Secretos de Madrid porque me quedé en paro. Pensé que saber manejar redes, un blog y generar contenido me vendría bien para el currículum». Vivía aún en Pamplona, así que viajaba una semana al mes a Madrid: cinco días, cientos de fotografías, exposiciones, rutas, documentación. Volvía al norte cargado de material con el que alimentar sus publicaciones.

Lo que empezó como un archivo personal se convirtió pronto en una comunidad. «Desde el minuto uno funcionó muy bien. Di con un formato breve, visual, con mucha foto antigua». Cuando las redes sociales todavía no se parecían en nada al ecosistema actual (ni TikTok existía, Instagram era una rareza y nadie hablaba de colaboraciones), Manu ya había construido un microcosmos en el que miles de personas descubrían la ciudad desde una mirada fresca y rigurosa.
Hoy roza los dos millones de seguidores, una dimensión difícil de comprender para quien empezó publicando desde la habitación de casa de sus padres, sin firmar con su nombre, sin aparecer en cámara y sin saber si aquello tenía futuro. Durante años, Manu optó por mantenerse tras la cortina: «Mucha gente pensaba que era una mujer. Otros, que era un señor mayor. Al principio prefería ese anonimato». Pero la llegada de la era digital cambio las reglas del juego. Las redes se transformaron en plataformas audiovisuales centradas en la figura del creador. «Llegó un punto en el que se pedía comunicar a cámara. Cuando empezaron los Reels me levantaba a las siete de la mañana para editar, para pelearme con la plataforma. Era empezar de cero». Esa adaptación, reconoce, fue frustrante. Pero también necesaria. Y hoy, pese a que mantiene un estilo respetuoso y discreto, Manu se ha convertido en un rostro familiar.

Quien mira Madrid durante trece años con lupa crítica y emocional, observa su transformación. Sobre la gentrificación, la pérdida del comercio local o la homogenización estética, Manu considera que «sí, hay cambios, pero también veo una apuesta creciente por recuperar la esencia: bares de siempre, comercio de cercanía. Madrid está en un momento muy bueno». El turismo internacional, la llegada de grandes eventos, como NFL o Fórmula 1, y la apertura constante de nuevos proyectos convierten a la ciudad en un polo de atención global: «Mucho público de fuera me escribe para saber qué hacer, qué ver. Intento siempre responder. Me gusta esa cercanía». Manu tiene incluso un correo preconfigurado con recomendaciones detalladas que envía gratuitamente cuando percibe que alguien lo necesita.
Y aunque veamos en su contenido mucha naturalidad por su parte, Manu admite haber atravesado periodos de agotamiento creativo: «Hay rachas en las que no se me ocurre nada. Y además, antes solo hacía fotos; ahora tengo que salir en cámara». El punto de inflexión fue la transición al vídeo: «De repente, era como que todo lo avanzado ya no servía. Tocaba adaptarse otra vez». Pero lo hizo.
Hoy compagina su labor como divulgador con su puesto de gerente en una editorial, donde coordina autores, producción y comunicación. Fue precisamente gracias a Secretos de Madrid como entró a trabajar en el mundo editorial: «Una autora vio mi cuenta, le gustó, y acabé formando parte del equipo». En 2015 pudo finalmente volver a vivir en Madrid a tiempo completo y dedicarse con más calma a su doble vocación.
¿Qué recomendaría a quien llega por primera vez? le preguntamos al entrevistado; así como a qui y a quienes creen que ya lo ha visto todo. Él lo tiene claro: El Barrio de las Letras, por su historia literaria y su atmósfera única; El Retiro, «un imprescindible a cualquier hora»; y el Museo del Prado, uno de los grandes templos culturales de Europa.
Para quien ya conoce lo esencial, propone lugares que, para él, son magia: La iglesia de San Antonio de los Alemanes, una joya barroca recubierta de frescos; el Museo Cerralbo, cápsula del tiempo burguesa que sorprende tantas veces visites; o cualquier casa-museo, para entender cómo vivió la ciudad desde dentro. Y, siempre, una caña cuidada, «porque forma parte del ADN madrileño».
«Los 20 iconos de Madrid»
Se trata del libro que convierte la esencia de Madrid para Manu en relato. Tras años recopilando historias, Manu ha volcado su visión de la ciudad en un proyecto editorial singular: Los 20 iconos de Madrid, publicado el mes pasado. El libro responde a una pregunta que la ciudad arrastra desde hace décadas: ¿qué símbolo representa Madrid? La respuesta, según demuestra un estudio realizado a 800 madrileños y visitantes, es tan madrileña como lógica: ninguno, pero también todos. Madrid no cabe en un solo icono, sino en veinte que conforman un mosaico vital, diverso y emocional.
El volumen recorre desde los grandes monumentos (Puerta de Alcalá, Palacio Real, Museo del Prado, Cibeles, Plaza Mayor) hasta las experiencias cotidianas que construyen la memoria sensorial: el bocadillo de calamares, la caña de Mahou, el Rastro, los churros con chocolate, las puestas de sol del Templo de Debod.
Las ilustraciones de David de las Heras, Jesús Aguado Gutiérrez, Rut Pedreño y Gianluca Folì completan un libro que, según cuenta el entrevistado, aspira no tanto a explicar Madrid como a sentirlo. La obra cuenta con dos padrinos de renombre: Juan Gómez-Jurado y Sonsoles Ónega, quienes firman los prólogos.
Para Manu, el desafío principal fue encontrar un tono que funcionara para el madrileño de toda la vida y para el visitante que busca orientación: «Tenía que equilibrar historia, emoción y divulgación». Algunos capítulos fueron especialmente complejos: «El Retiro, por ejemplo. Hay demasiada historia. Lo difícil era seleccionar sin perder la esencia». Otros, como el de la caña, exigían capturar algo intangible: «Es una de las imágenes que todos se llevan de Madrid: las terrazas, las tardes de junio, los reencuentros».
La presentación del libro no pudo tener un marco más simbólico: Plaza Mahou, en el Estadio Santiago Bernabéu, dos iconos incluidos en la obra. El actor Adrián Lastra ejerció de maestro de ceremonias en un acto que reunió a colaboradores, ilustradores y padrinos.
La capital como forma de vida
Escucharlo hablar de Madrid es entender la razón del éxito de su proyecto: Manu no mira la ciudad desde fuera, sino que la respira y la patea: «Es una ciudad súper acogedora. Lleva siglos recibiendo a gente de fuera. A los tres días ya estás tomando cañas con compañeros de trabajo. Te integra muy rápido», opina.