Historia
El monumento de Colón que muchos ignoran en Madrid
Los llamados Jardines del Descubrimiento albergan una de las obras brutalistas estrella de Madrid
Es una historia relativamente reciente. Sobre los actuales Jardines del Descubrimiento de la plaza de Colón -junto a la Biblioteca Nacional- estuvo desde 1861, hasta su derribo en 1970, la antigua Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Levantada con ladrillo y piedra, este gran edificio se dividía en dos pabellones gemelos –uno en cada extremo de la plaza–.
Nada cambió durante mucho tiempo... hasta que llegó el desarrollismo. Un momento de crecimiento económico que se llevó por delante innumerables palacetes en la Castellana. Y también acabó con el viejo edificio de la Casa de la Moneda que se alzaba en Colón. Y todo pese a que se planteó conservarlo y estructurar el jardín entre ambos, pero finalmente fueron víctimas de la piqueta
Para aquel «hermoso solar», expresión muy de la época, en el año 1971, se convocó un concurso para hacer una plaza en su lugar. A la convocatoria se presentaron los mejores arquitectos del momento, pero ninguna de las dos propuestas ganadoras tuvo apenas que ver con la realización definitiva, la que se encargó el arquitecto Jefe del Departamento de Parques y Jardines y Estética Urbana, Manuel Herrero Palacios, que hizo una obra dirigida a resolver problemas automovilísticos de vialidad y aparcamiento, aunque en su lado más próximo a la Castellana se implantó la dotación de un centro cultural subterráneo. Algo que aún se pude disfrutar hoy en día.
Esta plaza, como hoy la conocemos, se levantó sobre lo que en aquel momento era capital: buscar acomodo a los miles de coches que cada vez, en mayor medida, tomaban Madrid. También se dio asiento a una terminal de autobuses al aeropuerto. En superficie, a ese espacio se le denominó Jardines del Descubrimiento.
En la concepción de plaza, abierta a distintas calles y paseos, y sin apenas lugar para la vegetación, como se estilaba en la época, se acondicionó en el lado de la calle Serrano, cuatro grandes esculturas abstractas del escultor y arquitecto, Joaquín Vaquero Turcios, conocidas como los «macros», por su gran tamaño que tenían el objetivo de limitar visualmente la explanada ocultando los edificios de la comercial calle de Serrano.
Un estilo brutalista, acorde con los años 70, y que ha dejado otros ejemplos, digamos, «invasivos» en la ciudad, como la conocida como Torre de Valencia, un edifico este que tuvo grandes críticas en su momento ya que rompía la perspectiva de Cibeles y la Puerta de Alcalá. Su imagen se alzaba poderosa por encima de ese perfil dieciochesco.
En Colón, por su parte, Vaquero Turcios, se puso a lo suyo, y levantó, mediante unos moldes de armazón de madera y bloques de poliestireno expandido y tallado que realizó el escultor en los terrenos de la «Tinaja», en el Parque del Oeste, para luego armarlos y hormigonarlos en su lugar definitivo en 1977. El conjunto, que también despertó airadas críticas en su momento, fue inaugurado por el rey Juan Carlos I el 15 de mayo de ese año en un acto al que asistieron, además de las autoridades españolas, los regidores de dieciocho capitales hispanoamericanas.
Un momento histórico y solemne que se recuerda en un placa de bronce en el pavimento. Allí se rememora la inauguración y la relación de países hispanoamericanos que depositaron tierra en una arqueta enterrada en ese lugar.
Vaquero Turcios fue un creador muy valorado en su momento. Tiene numerosas obras en otros puntos de la ciudad, como el citado Parque del Oeste, donde realizó el monumento a los Caídos del Cuartel de la Montaña y el de Goya en el lugar de los fusilamientos del Dos de Mayo.
Hoy en día las polémicas por aquellas esculturas ha caído en el olvido y se han «normalizado» en una plaza principal de Madrid.
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