Cargando...

La Paloma

Una “patrona” castiza frente a «la soledad y la marginación»

El cardenal José Cobo presidió la eucaristía en la que reclamó a políticos y ciudadanos «a cuidar toda vida»

La procesión de la Virgen de la Paloma por el centro de la capital Alberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS

«Al principio fue una cometa». Con estas palabras arrancaba la homilía del cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, en la fiesta más castiza de la capital. En una parroquia de La Paloma abarrotada para rezar ante la imagen de la patrona oficiosa de la Villa y Corto, el purpurado presidió una eucaristía, con la que arrancó el programa de actos religiosos de la jornada, a la que asistieron, entre otras autoridades, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, la vicealcaldesa Inma Sanz, y el delegado del Gobierno, Francisco Martín.

Ante ellos, el cardenal viajó en el tiempo hasta 1787 para toparse con Isabel Tintero, la mujer que descubrió el óleo de la Virgen de la Soledad en los restos de una comenta con la que jugaban unos niños. Cobo trajo este ‘flashback’ al presente para exponer que «cuando miramos el rostro de la Virgen de la Paloma, nos unimos a esa cadena de vecinos creyentes que quieren mirar al cielo y aprenden, en lo concreto, a reconocer a María, la mujer de fe que acoge nuestras soledades y las eleva a Dios».´

A partir de ahí el cardenal explicó que la verbena de la Paloma «no es solo esta una fiesta de tradición en medio del calor de agosto, es la oportunidad de sabernos salvados, rescatados de la soledad y de la necesidad de encontrar el sentido de nuestras vidas». Con esta reflexión afrontó algunos de los desafíos que afronta Madrid, como la soledad y situaciones de «marginación emocional, culpa, rencor y expectativas incumplidas». Desde ahí, reclamó a los políticos, empresarios, ciudadanos de a pie y católicos que estén al quite para «ayudar a que la vida, toda vida, toda soledad, sea cuidada en cada rincón de nuestra ciudad». Con la mirada puesta en Gaza y Ucrania, el arzobispo de Madrid reclamó ante los presentes una paz con propuestas «acordes al derecho internacional».

Las altas temperaturas tanto fuera como dentro de la parroquia obligaron a Cobo a interrumpir en un momento determinado su homilía por el desmayo de una feligresa. Tras la misa, se llevó a cabo el descenso del cuadro de la Virgen de manos de Manuel Cerrillo, bombero de 50 años descendiente de una familia vinculada al cuerpo. Ya por la tarde, la imagen se entronizó en su carroza para recorrer en procesión las calles del centro de Madrid.