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Gastronomía

¿Dónde comer en Madrid arroces y espetos en su punto?

Belbo Piropo: buen taperío en la Plaza de Santa Ana con terraza para los días de solazo de invierno

Taberna Belbo Piropo
Taberna Belbo PiropoEnrique CidonchaLa Razón

Nos pateamos el paseo del Prado, las calles del Barrio de las Letras y, por último, Huertas hasta llegar a la Plaza de Santa Ana. Si hasta hace un par de años ésta era una de las primordiales visitas de todo guiri, que acudía a la capital como destino internacional que es, hoy los madrileños la hemos vuelto a hacer nuestra a la espera de que vuelvan esas masas de turistas que aún echamos de menos. Cierto es que en los bares y restaurantes se escucha hablar más español que antes, sin embargo, a pesar de la invasión de Ómicron, sí nos cruzamos con algo de turisteo.

Pero vayamos a lo nuestro. Entre la oferta de restaurantes, tabernas y bares de este preciosísimo enclave, probamos Belbo Piropo, espacio por el que nos decidimos por su apetecible propuesta mediterránea de la que nos han hablado mucho y muy bien. Les cuento que pertenece al barcelonés grupo Belbo Collection, cuya prioridad es, justamente esa, inaugurar locales en los que ofrecer esa culinaria que tanto nos gusta por la puesta en valor tanto los productos del mar como de la tierra. Y, si en la Ciudad Condal cuentan con cinco establecimientos (Belbo Terrenal, Belbo Fasto, Belbo Dos Besos, Belbo Candela y con la coctelería Luma), en la capital ya forma parte del conjunto de grupos y cocineros catalanes presentes, entre ellos, Sagardí y el Chef Daniel Roca, quien nos da a conocer la esencia de Barra Alta.

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Una de croquetas de puchero

Antes de disfrutar de las croquetas de puchero, que ilustran estas líneas, abre boca con unos mejillones del Delta del Ebro y con los langostinos de Sant Carles de la Rápita, una buena elección para armonizar con un Paco y Lola nº12, de la D.O Rías Baixas.

Para quienes aún temen reservar en el interior de los restaurantes, sepan que Belbo Piropo posee una agradable terraza, perfecta para un informal almuerzo en un mediodía de solazo azul de enero como en el que nos encontramos. Dentro, una barra, una cocina vista, en la que se observa la elaboración de los arroces, además de carnes y pescados a la brasa, y un comedor en el que también es posible dar rienda suelta al taperío.

Nosotros, ya lo saben quienes nos leen, tenemos cierta adicción reconocida a las gildas. No nos privamos de ellas allá donde vamos y en esta casa no podía ser menos. Así que con ellas comenzamos nuestra degustación. Sí, pedimos una y repetimos con una segunda antes de continuar con unas buenas anchoas 00 de L’Escala en aceite y con una riquísima ensaladilla.

Tortilla, boquerones y espetos

La tortilla de patata aquí lleva cebolla caramelizada y tiene un pintón, pero la dejamos para una segunda visita. Un apunte. Muy interesante es el apartado de entrepanes. Sobre todo, porque nos encontramos en una zona muy de paso y a quién no le apetece disfrutar de un tentempié de calidad a media mañana. Ya sea el brioche de gambas con mayonesa picante, el tan castizo de calamares o el de rabo de res y encurtidos.

Los boquerones en adobo y las croquetas de puchero forman el conjunto de frituras, pero lo que realmente merece la pena es la escalivada de verduras a la leña y otros productos pasados por las brasas, como los puerros, a saborear con romesco y cecina de León, y la hamburguesa madurada con queso de Mahón para acompañar, porqué no, con uno plato vegetal formado por bimis, espárragos verdes, berros, queso de cabra y vinagreta cítrica.

Curiosa es la oferta de espetos, tanto de sardinas como de boquerones y langostinos e, incluso, de dorada, lubina y calamar. Cierren los ojos e imagínense junto al mar, porque la materia prima es de primera, también con un arroz del señoret delante, porque sí, aquí llegan en su mejor punto de cocción. El espumoso Terrer de la Creu Brut Naure resulta ser su mejor compañero de mesa. Damos tiempo a la sobremesa con un «Terrenal», cóctel con base de ron negro, coco y plátano.