Espectacular
Recópolis, la capital visigoda a una hora de Madrid
La ciudad que Leovigildo levantó en honor a su hijo Recaredo, con apenas el 8 por ciento excavado, se ha revelado como uno de los grandes tesoros arqueológicos de Europa
Un caso único en España... y también en Europa. Hablamos de Recópolis. Una deslumbrante ciudad, a tenor de los restos que aún permanecen en pie, que fue mandada construir por el monarca visigodo Leovigildo en honor a su hijo Recaredo en el año 578. Unos restos arqueológicos que nos hablan de una ciudad que funcionó como un centro urbano importante, capital de una provincia denominada Celtiberia, que alcanzó los 3.000 habitantes, aunque de límites imprecisos, cercana a la capital del reino, Toledo. El caso de Recópolis es tan excepcional que hoy su yacimiento «está considerado como uno de los más trascendentes de la Edad Media europea al ser la única ciudad de nueva planta construida por iniciativa estatal en los inicios de la Alta Edad Media en todo el ámbito europeo y mediterráneo», afirma Lauro Olmo Enciso, catedrático de Arqueología de la Universidad de Alcalá de Henares y director de las excavaciones en Recópolis desde 1992.
Emplazada cerca del río Tajo, en el término municipal de Zorita de los Canes, en plena Alcarria, de su pasado espléndido quedan testimonios como los restos del palacio, iglesia, puerta monumental, calles, edificios comerciales, casas, muralla, acueducto o caminos de acceso.
El descubrimiento de las ruinas de Recópolis se debe a Juan Catalina García López, en 1893, aunque obviamente, de antiguo ya existieron crónicas de historiadores y viajeros que nos hablaron de esta ciudad. Una urbe con una relevante vida económica, social y cultural. En ella, existía una cierta industria, como atestiguan los restos de talleres de cantería, vidrio. Un espacio en el que se daba también el comercio y las transacciones comerciales. Aunque con todo, la mayor relevancia económica le llegada por la rica cuenca del río Tajo. Allí se daba el cereal, el vino y el olivo, además de distintas labores de ganadería en un entorno rico que impulsaba la sostenibilidad del conjunto urbanístico y palaciego. Un lugar interconectado, donde la comunicación entre el conjunto palatino y el resto de la ciudad se hacía a través de una puerta monumental. De allí partía la calle principal de la ciudad, flanqueada por dos edificios comerciales, con tiendas y talleres.
Un esplendor arquitectónico del que queda memoria -y piedras-, pese a que, tomada a principios del siglo VIII por los musulmanes, y se mantuvo en lenta decadencia. Todo hasta que aquello “se aceleró” porque los árabes decidieron cambiar el emplazamiento a un cerro vecino de mas fácil defensa, donde utilizando la propia piedra de Recópolis levantaron la espectacular alcazaba de Madinat Zorita en el siglo X. Un lugar más conocido hoy como Zorita de los Canes. Conquistada por los cristianos a finales del siglo XI, fue la fortaleza desde la que el gran guerrero cristiano Alvar Fañez de Minaya, su alcaide, logró aguantar el embate de los almorávides que no lograron atravesar el río Tajo y mantuvo la frontera.
Apenas se ha excavado un 8% del yacimiento, pero el primer mapeo geomagnético de esta ciudad visigoda ha revelado que bajo la gran extensión aún sin excavar se esconden multitud de calles y edificios en un denso tejido urbano, así como un suburbio extramuros y los restos de una mezquita, posiblemente la más antigua de la Península.
Recópolis cayó en el olvido, hasta que el historiador Juan Catalina García López, como apuntamos, la localizó a finales del siglo XIX y el arqueólogo Juan Cabré comenzó las excavaciones en 1944. Desde entonces se ha descubierto el gran complejo palaciego, el de mayores dimensiones hasta el momento conocido en Europa occidental de este periodo, se ha hallado un tesorillo de monedas de oro, actualmente en el Museo Arqueológico Nacional, y se ha excavado el interior de la iglesia palatina, así como zonas de viviendas y áreas comerciales y artesanas. Un espacio histórico que arroja algo de luz sobre la cultura visigoda, esa gran desconocida.
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