Opinión

Roald Dahl y la corrección política

Se quieren reescribir los libros del escritor escudándose en proteger a las "nuevas sensibilidades"

Roald Dahl
El escritor Roald DahlAgencias

Ahora que han propuesto modificar los textos de Roald Dahl por qué no proseguir con «La guerra de las Galias», de Julio César; «El Quijote», de Cervantes, o «La odisea», de Homero. ¿Por qué detenerse ahora? ¿Y por qué Aquiles no puede ser una mujer y revertir la figura del Rey Arturo en una reina empoderada? La corrección política cada vez se parece más a una goma de borrar. El tablero de la historia no le gusta a sus paladines y han decidido eliminar el pasado de los libros y de paso también reescribir los libros mismos, equiparando así su cruzada a aquella distopía que todos reconocimos en esa novela preconizadora que resultó ser «1984».

George Orwell ya advertía que cualquier totalitarismo principia por el control del lenguaje y ahora estamos inmersos en una revisión de los textos que nos hace recordar a esta fábula y también a la de Ray Bradbury, a su «Fahrenheit 451», sobre todo porque dentro de poco los hombres necesitaremos memoriones que mantengan a salvo las palabras que esta panda quiere retirar de circulación. Lo que sucede aquí es que se ha confundido la educación, la familiar y la escolar, que es donde se adquieren los modales y el respeto, esas cosas civilizatorias tan denostadas ahora pero que evitan tantos males, con esto de la corrección política, que no es ninguna pedagogía, sino un intento de asaltar el lenguaje y de instrumentalizarlo de una manera más ideológica que realmente honesta.

Lo que se pretende ahora es menguar el léxico, restarle capital, guillotinarlo de usos y acepciones, sin que nadie repare que con cada amputación de la lengua se reduce la capacidad crítica. Para evitar el uso de ciertos términos no se necesitan censores, sino más aula, más profes. Lo otro no es defender «nuevas sensibilidades», sino atacar la libertad de expresión, quitarle banda a nuestro libre albedrío, incluso para elegir el léxico despectivo, que tampoco es malo, porque a veces sobre la exhibición de las malas conductas viaja el aprendizaje moral. La educación jamás ha consistido en sustraer palabras, sino en enseñar a usarlas. Pero, claro, con eso se crea sociedad, aunque no la sociedad que estos guardianes quieren.