Estereotipos

El curioso origen madrileño de la expresión "más chulo que un ocho"

Una expresión del más puro "madrileñismo" que ganó adeptos en toda España hasta hacerse popular. Tanto como «el quinto pino» de la Castellana

El curioso origen madrileño de la expresión "más chulo que un ocho"
El autobús más «chulo» de todo MadridEMT

Madrid ya no es lo que era. Al menos en aquello de la chulería y el arrastrar las palabras en unas frases «cañís». La dictadura de lo políticamente correcto -y también, cómo no, la educación- han tenido buena parte de la culpa en ese «educar» el madrileñismo castizo.

Lo cierto y lo que cabe recordar es que la chulería madrileña que nos ocupa viajaba en tranvía. Pocos hay ya que recuerden aquellos vagones del tranvía número ocho. Llenos de chulapos con sus trajes típicos, sus gorras, pañuelos y claveles en las solapas. Acompañados de unas manolas que llevaban sus mantones y sus faldas «almidonás» camino de las ferias y las verbenas.

Por lo que parece, las personas que vivían por la zona del Manzanares veían pasar estos tranvías y acuñaron esta expresión, la de «más chulo que un ocho», que rápidamente se extendió a toda España con el paso del tiempo. Con humor e ironía, los que lo contemplaban, resaltaban que no podía haber, en aquel tranvía, más chulería. Toda reunida en aquel transporte lleno de chulapos. Un tranvía que iba o comunicaba la zona de La Florida con el pueblo de El Pardo. En su itinerario pasaba por algunos puntos como la Calle Preciados, la Plaza de Santo Domingo, la Calle de Leganitos y los paseos de San Marcial y San Antonio de la Florida.

El hecho es que esta línea fue la utilizada por los castizos y los «chulapos» típicos para ir al baile en el Parque de la Bombilla y especialmente, cada 15 de mayo, en la fiesta de San Isidro. En esta fecha en particular, los tranvías se llenaron de residentes de Madrid vestidos con su traje típico (incluido el clavel en la solapa) y lo mismo sucedió con las mujeres, todas con sus chales o su mantón «chinés».

La expresión esa ya de todo, «más chulo que un ocho» también está presente en la literatura, como en el caso de la obra de Valle-Inclán «Luces de Bohemia», donde el personaje protagonista, Max Estrella, ante la amenaza de la policía de ser conducido a comisaría, contesta que iría «más chulo que un ocho».

Y es que esto de los madrileñismos se han hecho universales, como otra expresión muy utilizada: la de «el quinto pino», para referirse a un lugar alejado.

Ese «quinto pino» estaba en Madrid. En concreto, en aquella Villa y Corte del siglo XVIII. Según cuenta el escritor Alfred López en su libro «Ya está el listo que todo lo sabe (Una curiosidad para cada día del año)», durante el reinado de Felipe V se decidió repoblar el Paseo de Recoletos con cinco pinos frondosos. Como cabe esperar, por aquello del centro y el extrarradio de la ciudad, la cosa empezó en las cercanías de lo que es el Paseo de Recoletos. Allí se plantó el primero de los árboles, para luego, en dirección hacia el norte, instalar los otros. Así las cosas, donde hoy se encuentra el complejo de Nuevos Ministerios, arriba en el Paseo de la Castellana, se acomodó ese árbol de referencia. Aquel quinto pino, alejado de las miradas, de las críticas de unos y de otros, pronto se convirtió en un punto de encuentro más que habitual para los enamorados de la época. Bueno, de la época y de épocas posteriores, pues sólo con estas citas prolongadas en el tiempo se logra que «el quinto pino» sea un lugar concreto en el imaginario de todos. Con el paso del tiempo, el quinto pino traspasó los límites de Madrid e incluso de España, convirtiéndose en una expresión coloquial en castellano para referirse a cualquier lugar muy lejano. Un lugar al que viajar, donde ir a comer o donde lanzar un balón...

Unos madrileñismos estos de ser «más chulo que un ocho» o ir al «quinto pino» que hablan mucho y bien de la influencia de Madrid. Para otro día dejaremos aquellos de «cierra la puerta, que no eres de Madrid». Otro ejemplo, dirán, del «madridcentrismo»