Reportaje

«Volando Juntos»: el proyecto que impulsa cada tarde a los niños de Tetuán

Este programa educativo combina apoyo escolar, talleres Steam y acompañamiento de voluntarios para ofrecer igualdad de oportunidades a menores del distrito

Mateo, uno de los niños que acude al programa "Volando Juntos"
Mateo, uno de los niños que acude al programa "Volando Juntos"Cedida

Por las tardes, cuando termina la jornada escolar y muchos niños regresan a casas en las que cuesta encontrar tiempo, ayuda o silencio para ponerse con los deberes, el Centro Social Comunitario Josefa Amar de Tetuán empieza a acogerles. Mochilas que se abren, cuadernos que se extienden, voces que preguntan, manos que levantan la vista buscando una explicación. Así arranca cada día «Volando Juntos», un proyecto socioeducativo que lleva más de 15 años ofreciendo acompañamiento académico, talleres creativos y un entorno afectivo a menores en riesgo de exclusión del distrito.

Impulsado por Cooperación Internacional y Boeing, este programa funciona de lunes a viernes durante dos horas. La primera se dedica al refuerzo escolar; la segunda, a talleres Steam (ciencia, tecnología, arte y matemáticas) o a actividades culturales que animan a los niños a explorar, experimentar y descubrir. Son los propios menores quienes llevan cuadernos de laboratorio, diseñan obras de arte o levantan pequeños proyectos tecnológicos. En la sala, además de los coordinadores, siempre hay jóvenes voluntarios que acompañan de cerca cada proceso. «Gracias a “Volando Juntos” los niños no solo adquieren conocimientos, sino que se convierten en protagonistas de su propio proceso de descubrimiento. Y a pie de aula, la sensación es de curiosidad, movimiento, risas.

Un barrio con retos reales

En Tetuán, uno de los distritos con mayor diversidad cultural de Madrid, las cifras hablan claro: elevada tasa de paro, muchos adultos con estudios básicos y una brecha educativa que se ensancha en cuanto los niños avanzan de curso. Iciar Lumbreras, directora de RSC y Desarrollo Corporativo de Cooperación Internacional, conoce bien este contexto. «El proyecto nació en 2007. Boeing quería impulsar un programa educativo de continuidad y les explicamos lo que estábamos haciendo en Cooperación Internacional. Vieron que aquí podíamos transformar realidades. El objetivo era y sigue siendo ofrecer recursos a niños y familias que, por su

contexto social o económico, tienen menos oportunidades», explica a este periódico.

Programa Volando Juntos de Cooperación Internacional
Programa Volando Juntos de Cooperación InternacionalCedida

A lo largo de estos años, «Volando Juntos» ha crecido tanto como su alumnado. En primaria comenzaron con 12 menores; hoy son 18, y no pueden admitir más

por las dimensiones del aula. En secundaria, abierta desde 2018, atienden a una quincena de adolescentes cada curso. En total, más de 650 alumnos han pasado ya por el proyecto. A las 16:30, cuando los niños cruzan la puerta, la rutina es clara. «Con los de primaria hacemos una hora de deberes y repaso de contenidos. Hay muchos casos de TDA, TDAH, dislexia… y también niños que simplemente no pueden permitirse un profesor particular. Aquí intentamos atender a cada uno según lo que necesita», explica Teresa de la Infiesta, coordinadora del apoyo socioeducativo en Tetuán desde septiembre. Estudió Educación Primaria, pero asegura que esta realidad le está enseñando más que cualquier libro. «Hay diversidad de necesidades, pero también de edades. Es un reto atender a todos a la vez. La ayuda de los voluntarios es fundamental. Se crean vínculos muy bonitos».

Uno de esos niños que ha encontrado aquí un espacio seguro es Marco, de siete años. Su madre, Débora García, habla con gratitud y un punto de desahogo cuando recuerda cómo llegaron a este programa. «Mi hija mayor venía a clases de pintura a este centro. Un día comenté que mi hijo tenía una discapacidad y muchas dificultades en el cole. Me hablaron del programa. Vinimos a probar… y fue una salvación», cuenta a LA RAZÓN. «Marco acaba de empezar segundo de primaria sin saber leer ni escribir. En casa yo no puedo ayudarle porque teletrabajo a tiempo completo. Aquí adaptan todo a su ritmo, saben su problemática, sus necesidades diarias. Desde que viene, ha evolucionado muchísimo». Y recuerda las tardes previas al programa como un laberinto de frustración. «Llegaba del cole agotado, se encontraba con tareas que no podía hacer y yo tenía que trabajar. Aquí trabaja, se relaciona, juega. Vuelve contento. Es otro niño».

Programa "Volando Juntos" de Cooperación Internacional
Programa "Volando Juntos" de Cooperación Internacional Cedido

La segunda parte de cada sesión está dedicada a talleres Steam (Science, Technologie, Engineering, Arts and Mathematics) actividades artísticas o de crecimiento personal. La programación cambia cada trimestre: ciencia divertida de octubre a diciembre; arte y perspectiva de enero a marzo; tecnología y aeronáutica en primavera. Los chavales construyen maquetas, hacen experimentos sobre el cuerpo humano, dibujan escenas en perspectiva o montan circuitos eléctricos sencillos. Siempre desde una pedagogía activa y participativa. Para Iciar Lumbreras, estos talleres son clave: «El método científico, aprender a cuestionarse, poner en común, escuchar, encontrar soluciones… No es solo ciencia, es vida cotidiana. Por eso Boeing vio tan importante la formación Steam».

Voluntarios que dan alas

En este proyecto, la figura del voluntario es mucho más que un apoyo académico. Son referentes, espejos donde los niños se ven reflejados y ven caminos posibles. Uno de ellos es Badr Bargach, que acaba de cumplir 18 años. Fue alumno del programa desde los 14; ahora vuelve como voluntario oficial. «Empecé viniendo porque necesitaba ayuda con las matemáticas y gracias al proyecto me empezaron a gustar y logré aprobar. Pero más allá de las notas… aquí éramos como una familia» recuerda. Badr habla con cariño de Fernando, el antiguo coordinador: «Nos escuchaba, jugaba y reía con nosotros. No era “el coordinador”, era uno más. Es mi referente. Yo intento copiar todo lo que él hizo por nosotros».

Ahora cursa Bachillerato Humanístico y, como tantos otros alumnos que han pasado por el proyecto, descubrió una vocación inesperada: la aviación. «Fuimos a una visita a Boeing, nos enseñaron aviones, cómo se construyen… Me interesó muchísimo. Quiero ser azafato de vuelo. Sé que es difícil, por eso también pienso en estudiar Filología Inglesa para tener más opciones». Cada tarde, después de clase, Badr vuelve al local de Tetuán a ayudar a los niños. «No tengo hermanos pequeños, y ellos… es como si lo fueran. Me encanta apoyarles, escucharles cuando tienen un mal día, ver cómo confían en mí. Es muy gratificante ver cómo se superan gracias a tu ayuda».

Programa "Volando Juntos" de Cooperación Internacional
Programa "Volando Juntos" de Cooperación InternacionalCedida

Otro punto que ha dado fuerza al proyecto ha sido la implicación directa de las familias. Lumbreras destaca la Escuela de Padres, donde tratan temas como gestión de pantallas, autoridad, tiempo libre o acompañamiento emocional. «Es importante trabajar también con ellos. Hay familias muy involucradas y otras que, por su situación, no pueden estar tan presentes. Acompañarlas es fundamental para que los niños avancen», señala. Las coordinadoras mantienen contacto constante con los hogares y, cuando alguna familia lo pide, se ofrece un acompañamiento especializado. También la relación con los servicios sociales y los colegios de la zona es estrecha. De primaria suelen derivar alumnos desde los centros educativos; en secundaria llegan más desde trabajadores sociales o mediante el boca a boca. Que el proyecto se extendiera a secundaria fue un salto clave. «Muchos niños terminaban sexto de primaria y dejábamos de saber de ellos. Poder seguir acompañándoles en una etapa tan crítica, donde tantos abandonan los estudios, era fundamental», apunta Lumbreras.

Hoy, los adolescentes no solo reciben apoyo académico: algunos, como Badr, se convierten en voluntarios. Se cierra un círculo virtuoso: quienes recibieron apoyo ahora lo dan. Quienes fueron acompañados acompañan. «Es muy bonito ver esas relaciones. Promueve exactamente lo que buscamos: jóvenes comprometidos con los demás». A última hora de la tarde, cuando los niños ya han salido, las mesas quedan llenas de pequeños rastros: un dibujo a medio terminar, un cuaderno de laboratorio lleno de preguntas, un circuito eléctrico que alguien terminará mañana. Todo en la sala transmite la misma idea: aquí se aprende, se crece, se descubren habilidades y vocaciones.