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Medio Ambiente

Los incendios se hacen “inextinguibles” con el cambio climático

Con más del 20% de la superficie boscosa pasto de las llamas, los incendios de Australia pasarán a la historia como los más virulentos, al menos hasta ahora. Los bomberos alertan de que cada vez son más rápidos, crean sus propias tormentas y liberan tanta energía que es imposible apagarlos. Ante esto, piden prevención, gestión forestal, volver a pastoreo y sacar la biomasa de las zonas abandonadas

Australia en llamas
Australia en llamasDEAN LEWINSAgencia EFE

Primero fueron meses de sequía y altas temperaturas, luego el fuego y después llegaron las lluvias torrenciales. El momento que está viviendo Australia sirve para confirmar a la isla como la zona cero del cambio climático. De hecho, un estudio de 2019 ya sugería que el país contará con una nueva estación para mediados de siglo. Una especie de nuevo verano pero con temperaturas extremas.

Por esta vez, los fuegos se han extinguido, pero este augurio no es nada tranquilizador. Y es que el último balance sobre el fuego acaba de ver la luz en revista Nature Climate Change. En su edición especial se afirman cosas como que estos incendios no tiene precedentes. “Se calcula que un 21% de la superficie boscosa del país ha desaparecido desde septiembre (el tamaño supera toda Andalucía). La pérdida forestal promedio anual por incendios forestales es típicamente inferior al 2%, pero en este caso y desde 2017, gran parte de Australia ha experimentado una sequía generalizada”. El texto también apunta a que con el cambio climático se esperan más estaciones secas en el país y posiblemente peores sequías.

Las cifras son escalofriante: 34 personas fallecidas y unos mil millones de animales muertos, según estiman desde la Universidad de Sydney. Otro cálculo también de esta semana afirma que un 30% de las koalas del norte de Nueva Gales del Sur han desaparecido para siempre. “A veces, se dice que Australia es el canario en la mina de carbón porque los efectos del cambio climático que se ven aquí de manera más temprana y severa. Probablemente estemos viendo cómo podría ser el cambio para otras partes del mundo en estas primeras etapas del proceso que esta viviendo el país”, escribe el ecólogo australiano Chris Dickman, investigador de la Universidad de Sídney, sobre la relación de los incendios forestales y el cambio climático,

“No es el peor que veremos. Estos incendios son son una evolución de los de California (2018), de Chile (2017) y Portugal (2017), Bolivia y Siberia en 2019 y la muestra clara del cambio climático”, explicaba Marc Castellnou, jefe del grupo de actuación forestal de los bomberos de Cataluña y un experto reconocido a nivel internacional en temas de incendios, a la cadena TV3. Por un lado, estos fuegos, llamados de sexta generación, se caracterizan por la rapidez con que se propagan, ya que pueden llegar a quemar casi medio millón de hectáreas en 48 horas. “En un sólo día en Australia se llegaron a quemar 160.000 hectáreas. Es decir, el fuego recorrió 60 km. Incluso en Portugal en 2017 en una sola tarde se quemaron 14.000 hectáreas”, recuerda Castellnou.

A esto hay que añadir la cantidad de energía que liberan. “Cada vez es menor la capacidad de extinción directa. Estos fuegos emiten más de 10.000 kW por cada metro de bosque. Este es el límite físico que yo puedo contener las llamas durante un minuto. A esa temperatura el bombero tendrá quemaduras de primer grado en su cuerpo y después de un minuto las posibilidades de sobrevivir son muy escasas. Un incendio normal está a 3.000-6.000 kW por metro de energía; los de Australia marcan hasta 30.000 kW por metro”, afirma el bombero. Por si esto parece poco, la virulencia es tal que el incendio puede llegar a coger el control de la meteorología del área afectada creando tormentas de fuego. Algo que ha sucedido en la isla. “Cualquier incendio genera aire caliente. Al ser muy intensos este aire caliente llega a la atmósfera. El encuentro entre capas de aire frío y caliente genera nubes de tormenta. Estas son extremadamente peligrosas porque no generan lluvia pero sí vientos muy fuertes, como en verano. Provocan que los incendios cambien de dirección”, explica Jordi Vendrell, bombero y miembro (al igual que Castellnou) de la Fundación se Ecología del Fuego y Gestión de Incendios Pau Costa. El bombero llegaba hace unos días de trabajar en los incendios de la isla de Oceanía.

La energía y la rapidez llevan a estos especialistas en fuego a pedir más gestión del territorio, en lugar de aumentar los recursos en planes de contingencia y emergencia. “Podemos identificar ciertas cosas de los incendios de Australia. En España todavía no hemos tenido, pero pueden darse en un futuro porque tenemos muchas zonas abandonadas. Los bomberos necesitamos que los paisajes no generen estos incendios y eso se consigue con menos carga de combustible forestal. Es decir, utilizando la biomasa o fomentando el pastoreo en estas zonas”, detalla Vendrell.

“El cambio climático afecta a los bosques de la misma manera que una crisis económica a una familia. El aumento de la temperatura (y hay que recordar que cerramos la década más cálida de los últimos años), y una lluvia cada vez menos frecuente, provoca que el bosque esté estresado y arda más fácilmente. Al final se producen incendios más rápidos y virulentos contra los que los sistemas de extinción no pueden hacer absolutamente nada”, exclama Castellnou antes de recordar que es previsible que estos fuegos sean cada vez más habituales en cualquier lugar del globo, incluida España.

Solo hay que tener en cuenta que “la masa forestal de España crece a un ritmo de 190.000 hectáreas al año por el abandono. Ese es el mayor amigo del fuego. Estos incendios de sexta generación son muy virulentos y ya no hay medios humanos capaces de extinguirlos”, opina Patricia Gómez, gerente de la Confederación de Organizaciones de Selvicultores de España (COSE). Desde la entidad recuerdan que hay que gestionar la masa forestal para hacerla más resiliente. “La forma de prevenir es desbrozando y usando el bosque, para descargarlo de tanto combustible. Cuando el bosque crece de forma desordenada lo hace en dos sentidos: horizontalmente se propaga por el suelo y la masa verde esconde los caminos y cortafuegos. La continuidad vertical hace que los árboles estén más juntos y se toquen ayudando a que el fuego se propague saltando de copa en copa”, dice. Los recursos del bosque van más allá de la madera. Esta “fábrica” natural produce resina, frutos rojos, setas, además de servicios ecosistémicos como la regulación del CO2 atmosférico. Por eso, los consultados concuerdan en que mantener una economía rural viva es básico para protegerse de las llamas. De hecho y según sus cálculos de COSE un bosque bien gestionado reduce las posibilidades de incendio un 27%.

“El bosque que surgirá después será adaptado al clima actual. Esta es la parte positiva dentro de esta catástrofe. Nosotros como sociedad podemos ayudar al bosque a cambiar. No estamos en un momento defensivo, sino en en un momento creativo y de oportunidad. Podemos adaptarnos. El calentamiento global no supone sólo un cambio en los bosques, sino un toto el modelo de vida, porque vamos a pasar por estos problemas”, concluye Castellnou.