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Longevidad

Ramón Tamames
Ramón TamamesGonzalo PerezLa Razón

El estudio de la población sigue sin estar de moda, no obstante el Ministerio que enarbola el reto demográfico, al tiempo que la transformación ecológica. En ese sentido, tenemos un gran problema demográfico: la tasa media de fecundidad española, después de un año de pandemia, ha caído por debajo de los 1,3 hijos por mujer; en la perspectiva de seguir en esa tendencia en cuyo extremo se sitúa hoy Corea del Sur, con solamente 0,9 vástagos por madre. Con tal colapso natalista, sin embargo, la población ha seguido creciendo. Gracias al aumento de la esperanza de vida al nacer (EVN), que está en la Comunidad de Madrid en el nivel de 85 años; lo que contribuye a mantener el stock vital, junto con las inmigraciones, pero con una población cada vez más envejecida.

Ahí está el segundo problema demográfico: la longevidad tiene costes crecientes por la salud declinante de la cuarta edad, con un gran peso en las pensiones, y no pocos problemas psicológicos. Por el hecho de jubilarse a los 67 como máximo para terminar la existencia a los 85: 18 años de inactividad. Menos mal que tenemos a los jubilados que quieren seguir trabajando, cierto que rodeados de reglamentaciones prohibitivas. A pesar de lo cual hay más de un millón de personas en España en esa situación, que ha de normalizarse definitivamente con un nuevo estatuto laboral, para gente capaz que no quiere recluirse en la inanición y prefiere seguir con la ilusión de saber más y hacer más fructífera su perduración.

Y ahí entra el tema del transhumanismo, que pretende, nada más y nada menos, que alcanzar la inmortalidad para el hombre. Con una serie de previsiones que ya no nos va a dar tiempo para exponer hoy en esta columna, pero sí que anunciamos el próximo tratamiento del tema.