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Medio Ambiente

Color y vida

Ramón Tamames
Ramón Tamames Cristina BejaranoLa Razón

El color, o mejor los colores, tan perfectamente clasificados en el arco iris, son una de las alegrías de la vida. Y también de la economía, cuando hablamos de su transición a lo verde, conectando con la naturaleza en una serie de áreas de conveniente reconciliación; lejos ya de la antigua hostilidad de los sistemas productivistas. El color se relaciona con la pintura a través de la luz, que decía Rafael Alberti.

Lo anterior viene a colación con la muerte, hace muy pocos días, en su natal Castellón, del gran pintor Luis Prades. A él me unió una larga amistad de casi setenta años, desde cuando coincidimos por primera vez en la Ciudad Universitaria de París, en 1952, donde nos alojamos en el escurialense Colegio de España, que por entonces era un hervidero de ideas. Con el tiempo, la dulce Francia reconocería su valor al pintor, concediéndole la Legión de Honor.

Allí en París, en las orillas del Sena, en la Isla de la Cité, donde íbamos con lienzos y caja de pinturas, forjamos las bases de un entendimiento perpetuo, de largas conversaciones sobre arte, sobre la vida, entre Sartre y Camus. Y entre los pintores jóvenes del momento, trabamos conocimiento con Wifredo Lamb, cubano.

Después vinieron los años de la Transición, cada uno en sus afanes. Luis Prades en sus vanguardias, promotor del gran museo castellonés de Villafamés, rara pieza de sensibilidades pictóricas aportadas por una amplia comunidad de artistas entregados al gran afán de su vocación y expresiones y en su estudio, ensayando nuevas luces y sombras, de inspiración sorollana.

Descanse en paz el buen pintor, el buen padre, el buen esposo, la mente clara que visualizaba el mundo de su retina, ávida de colores de vida plena. Y como tantas veces, recordemos hoy el «Carpe Diem»: vive cada momento de tu vida como si fuese el último.