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Verde

Biden abre la puerta a la geoingeniería para luchar contra el cambio climático

Lanzar aerosoles a la estratosfera, fertilizar el mar o reflejar el sol con cristales son las ideas que se estudian

Gestión de la radiación solar
Gestión de la radiación solarLa Razón

Campos enteros de pinos que aparecen secos en Cataluña, miles de navajas muertas en Galicia, sequía o temperaturas de récord. Los fenómenos extremos se apelotonan y apuntan en un sola dirección: los peores escenarios del cambio climático están cada día más presentes. Solo por hacerse una idea, ayer mismo se anunciaba que este mes de julio que todavía no ha terminado será el más cálido jamás registrado. El análisis ha sido realizado por Karsten Haustein, climatólogo de la Universidad de Leipzig (Alemania) y recuerda que «no es la primera vez que un mes se sitúa a 1,5 °C o más de la media preindustrial: ya ocurrió en 2016 y 2020, aunque es la primera vez que ocurre en el verano del hemisferio norte, cuando el planeta es más cálido». Solo 48 horas antes saltaba otro noticia en la revista Nature: la corriente circular del Atlántico colapsará a mediados de siglo, probablemente hacia 2057, lo que provocará calentamiento en los trópicos y un aumento de las tormentas, un cambio de clima en Europa, etc. si queda alguna duda, la ciencia insiste. Dos tercios de los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) afirman en una encuesta también de Nature que se espera una subida de las temperaturas de 3º o más para finales de siglo a pesar del Acuerdo de París y los compromisos de neutralidad climática anunciados a nivel mundial.

Es necesario reducir emisiones, pero aunque se consiguiera la neutralidad de carbono, los impactos del calentamiento todavía se notarían durante décadas. Por eso, no es de extrañar que cada vez se hable con más frecuencia de geoingeniería. En las últimas semanas, el presidente de los EE UU, Joe Biden, dejaba abierta la puerta a la experimentación con alguna técnica de modificación de la radiación solar (SRM). Se trataría de impedir que la luz del sol golpee la superficie de la Tierra y detener así el calentamiento global.

La geoingeniería causa mucha división entre la comunidad científica, aunque cuenta con grandes apoyos que, en general, piden que al menos se estudien sus posibilidades. Incluso el IPCC no descarta incluirlas en el catálogo de soluciones al calentamiento global. Uno de sus valedores fue el premio Nobel y profesor de Química Paul Crutzen. A este científico, fallecido en 2021, se le debe el descubrimiento de los procesos químicos que provocan el agujero de ozono. Como estudioso del impacto de los humanos en la atmósfera no descartaba la idea de la modificación artificial del clima. Las emisiones de CO2 envuelven la Tierra como en un manto, calentándola. Las partículas, el vapor de aire o las superficies reflectantes sobre la Tierra, actúan como un espejo, reflejando la energía caliente de vuelta al espacio. Sin embargo, el equilibrio se ha roto y la Tierra absorbe más radiación de la que es capaz de reflejar. Una forma de reducir el calentamiento global podría ser aumentando el efecto albedo», dice la agencia Cordis en un reportaje dedicado a este químico.

Las propuestas para enviar parte del sol de vuelta al espacio son varias y van desde instalar espejos en el espacio a inyectar aerosoles estratosféricos, aumentar el brillo del océano o las nubes, e, incluso aclarar el color de los tejados o los cultivos. La Universidad de Harvard, por ejemplo, propone enviar globos aerostáticos que fumiguen en la atmósfera superior sulfato o carbonato de calcio. Estas partículas reflectantes podrían mandar una parte de la fracción de la luz solar de regreso al espacio. En teoría la propuesta se basa en lo que ocurre durante las erupciones volcánicas de forma natural. Durante la erupción del Monte Pinatubo (Filipinas, 1991) 20 millones de toneladas de dióxido de sulfuro se liberaron en la atmósfera haciendo que la temperatura descendiera medio grado durante casi dos años. El problema fue el colapso que causó y su incidencia en el agujero de la capa de ozono. ¿Cómo afectaría a los patrones de lluvia por ejemplo?, se preguntan los detractores de estas técnicas. Otro de las reticencias que generan estos grandes proyectos o ideas de modificación del clima tiene que ver con la soberanía internacional; se necesitaría de mucha cooperación para que unos países no actúen sin que el resto lo sepa.

Actuar en local

En Navarra, la Fundación Clima – una joven organización compuesta por ingenieros, educadores ambientales, etc.–, se ha propuesto experimentar con el efecto albedo este verano. Usarán espejos. Para ello, están montando tres zonas de pruebas. En una se simulará las condiciones de una vivienda. Se montarán dos contenedores, uno de ellos será una casa con superficies reflectantes en el tejado y la otra, no. Se tomarán datos de cuánto desciende la temperatura. «Esto nos vendrá bien también para naves industriales. La segunda prueba será en superficie de cultivo. Se está constatando que este aumento de la temperatura provoca más transpiración en las plantas y reduce el crecimiento y la productividad. Vamos a probar a cubrir un 30% de un cultivo y estudiar las temperaturas en la parte con superficie reflectante y la que no. La tercera será en agua. Se va a comparar los resultados de dos piscinas: una cubierta en parte con espejos reflectores, porque se está viendo cómo el déficit hídrico en los pantanos se debe solo en parte a la falta de lluvia; la otra parte es debida al aumento de la evaporación por las altas temperaturas», detalla Mikel Baztán, técnico en Sosteniblidad de la Fundación.

El origen del trabajo se basa en las investigaciones de Ye Tao, físico del Instituto Rowland de la Universidad de Harvard sobre el desequilibrio radiativo del planeta y el uso de sistemas SRM para aminorarlo. Podría ser una solución de adaptación a las altas temperaturas que ya sufrimos con el calentamiento global y que, además es local y a pequeña escala. «Según su experimento, con este sistema de enfriamiento pasivo, la temperatura podía descender entre 3-4 grados, en algunos lugares hasta seis ocho grados. Se trata de aprovechar el efecto albedo, es decir reflejar el sol, igual que pasa en los polos. El estudio de Harvard también constató que una lámina de agua cubierta en un 60-70% por una superficie reflectante tiene una evaporación cercana al cero».

El equipo de Ye Tao ha estimado que cubriendo un 3% de la superficie terrestre se podría lograr una reducción del desequilibrio radiativo global equivalente a un grado centígrado de temperatura. El impacto económico se calcula próximo al 6-7% del PIB mundial durante quince años, para una superficie que equivaldría a unas treinta veces la de la península ibérica.

Se trata solo de una estimación, porque, además, desde Navarra creen que el sistema de espejos puede servir como solución adaptativa más bien a pequeña escala. Los materiales reflectantes son fáciles de instalar, por lo que podría servir para reducir el calor en hogares o naves industriales, en cultivos o para evitar la evaporación de agua. A pequeña escala los espejos podrían tener recorrido, dice Peio Oria, meteorólogo y miembro de la Fundación.

Capturar CO2 en Islandia

Otra de las alternativas que propone la geoingeniería supone absorber el exceso de CO2 directamente del aire. La empresa Climeworks de Suiza es tal vez la empresa más conocida en este trabajo y la que cuenta con la mayor planta de captura del mundo en Islandia. Esta año la firma ha empezado a vender un servicio de extracción certificada de carbono a grandes clientes corporativos como Microsoft, Spotify y Stripe por el trabajo que ya ha desarrollado en su planta Orca. A pesar de los éxitos todavía tienen problemas que resolver. «Un obstáculo son las altas necesidades de energía que es de no menos de dos kwh por kilo de CO2. Si se aumenta hasta la gigatonelada, las necesidad se situaría en torno al 5% de la generación mundial de renovables en 2050», afirma Bloomberg en un reportaje.

Pruebas radiación solar
Pruebas radiación solarLa Razón
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Pruebas radiación solarLa Razón