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Medioambiente

Brasil acoge a los líderes mundiales para la Cumbre del Clima

La cita se convierte en el epicentro de la acción climática global en un contexto de grandes desafíos

Imagen oficial de la COP30 cedida

Belém, la ciudad amazónica brasileña, se ha convertido estas semanas en el epicentro mundial de la acción climática. Desde el pasado lunes y hasta el 21 de noviembre, la capital del estado de Pará alberga la 30ª Conferencia de las Partes (COP30) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Este evento representa un momento clave para impulsar la movilización y el diálogo entre países en torno a la agenda medioambiental global, ofreciendo una oportunidad única para que la comunidad internacional reafirme su compromiso con el futuro del planeta.

Tensiones, desafíos y esperanzas

Sin embargo, la atmósfera en la COP30 está marcada por luces y sombras. La Unión Europea,tradicionalmente a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, llega a la reunión con metas menos ambiciosas que las pactadas en el Acuerdo de París hace diez años. Por su parte, la retirada de Estados Unidos del tratado en su momento y su ausencia de la Cumbre supone un revés para los avances logrados, ralentizando el ritmo de reducción de emisiones a nivel global.

El contexto internacional añade aún más complejidad, con conflictos armados en distintos puntos del planeta, crecientes disputas comerciales, restricciones presupuestarias y el auge de movimientos populistas que ponen en entredicho las políticas verdes. Todos estos factores complican la búsqueda de consensos y de compromisos efectivos para revertir la crisis climática.

Sin embargo, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha lanzado un mensaje rotundo, el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5°C respecto de los niveles preindustriales parece cada vez más inalcanzable. En el mismo sentido, poco antes del inicio oficial de la Cumbre, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) publicó su último informe anual, en el que advierte que los actuales compromisos de los gobiernos no bastan por si solos para frenar el avance del calentamiento global.

Advertencias urgentes y cifras preocupantes

Además este año, la Cumbre de Belém adquiere una relevancia especial, al cumplirse casi una década del histórico Acuerdo de París, cuyo propósito era mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 2°C, e idealmente no superar el umbral de 1,5°C. Sin embargo, la realidad dista mucho de estos objetivos. Según las proyecciones del PNUMA, incluso si se implementaran plenamente los compromisos actuales, la temperatura media global aumentaría entre 2,3 y 2,5°C para finales de siglo. Si solo se consideran las políticas vigentes, la previsión asciende a 2,8°C, una mejora ligera respecto al año anterior, pero aún insuficiente.

El informe destaca que, para alinearse con los objetivos de 2°C y 1,5°C, sería necesario reducir las emisiones anuales en un 35% y un 55% respectivamente. Sin embargo, los nuevos compromisos apenas han ralentizado el ritmo de calentamiento, manteniendo al planeta en una senda de riesgos y daños climáticos crecientes.

La precumbre

La importancia de la cita ha quedado patente desde el inicio. Cerca de 50 jefes de Estado y de Gobierno, se dieron cita en Belém, con el objetivo de reafirmar el compromiso global frente al cambio climático. Sin embargo, la ausencia de Estados Unidos ha generado interrogantes sobre el futuro de las negociaciones, especialmente en un contexto marcado por la urgencia de avanzar en los compromisos asumidos en el histórico Acuerdo de París, hace ya una década.

El encuentro previo a la Cumbre, celebrado durante dos días, sirvió como antesala de las negociaciones anuales de la ONU sobre el clima. A pesar de la notable representación europea, potencias como China e India optaron por enviar delegaciones de menor perfil, lo que refleja el desigual peso que algunos países otorgan a esta cita.

Más allá de la renovación de promesas, la Cumbre de Belém busca transformar la voluntad política en acciones concretas. Expertos y observadores coinciden en que el principal reto será alcanzar acuerdos vinculantes para limitar el calentamiento global y garantizar la financiación necesaria para la transición ecológica, especialmente en los países más vulnerables.