
La contra
Guerra y paz
Planeta Tierra

En bastantes ocasiones en esta columna de “Planeta Tierra”, en La Razón, nos hemos referido a sesiones de trabajo del Pleno de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. En la que miembros de la corporación intervienen sobre cuestiones de interés general. Estimo posible aplicar esa visión al tema que se trató el pasado martes 11 de noviembre, correspondiéndole al académico que esto suscribe la disertación sobre “Guerra y paz”.
El asunto es más que actual, sobre todo cuando Trump y Putin están hablando de armas nucleares y de misiles portadores con una desfachatez lamentable, para algo que podría ser una locura humana total (MAD).
Creo por ello que será bueno dar un repaso a las cinco ocasiones en que se ha intentado establecer el principio de NO A LA GUERRA. Empezando por la idea fundacional de Immanuel Kant, en su ensayo de 1795 “Sobre la paz perpetua”.
Desde entonces, ha habido dos presidentes de EE.UU. interesados en una organización mundial para resolver conflictos, en vez de ir al enfrentamiento letal: la Sociedad de las Naciones con Woodrow Wilson (1919), y las Naciones Unidas con Franklin D. Roosevelt (1945). Con buenas intenciones en ambos casos, pero con un derecho de veto de los socios permanentes, los cinco grandes, que resulta inadmisible por antidemocrático. Sobre todo cuando en la propia Carta de las Naciones Unidas de 1945 se preveía que pasados diez años, vendría la supresión de ese penoso sistema oligárquico.
Además, ha habido intenciones de paz perpetua como el Pacto Briand-Kellogg de 1928 y la Declaración Schuman de 1950, a favor de una paz universal sin condiciones, para librar a la humanidad de la lacra más miserable.
Quede constancia de que el firmante seguirá trabajando para callar el ruido de la guerra para siempre.
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