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La contra

«Hacer cine de naturaleza requiere mucha cintura »

Arturo Menor, director de cine

Arturo Menor director de cine
Arturo Menor en Las Brañas, Asturias, durante el rodaje de "Iberia, naturaleza infinita".La Razón

«Iberia, naturaleza infinita», tiene como protagonista a un joven águila real que busca su lugar en el mundo. En su viaje él y quienes le siguen desde las butacas van descubriendo los paisajes bajo sus alas. Al descender, van apareciendo los pobladores de esos territorios con los que se tendrá que entender. Queda la duda de qué `pensará´ el águila al contemplar la naturaleza y sus habitantes. Qué sensaciones les causará a los espectadores se podrá saber a partir de ya mismo porque esta noche se proyecta en el Festival de Cine de Málaga y, simultáneamente, se estrena en salas de toda España. Arturo Menor, su director, querría que «sintieran un chispazo, despertar su sensibilidad y que se enamoren de la naturaleza de este país». Lo ha conseguido con sus dos largometrajes anteriores («WildMed, el último bosque mediterráneo» y «Barbacana, tras la huella del lobo»), que han merecido el reconocimiento del público y premios en los festivales de cine de naturaleza en que han participado.

¿Qué peculiaridades tiene hacer cine de naturaleza?

Es un género aparte. En este caso no es un documental, ni animación. Pero sí tiene estructura de ficción, porque hay una historia, como una road movie con una trama y un protagonista, que es el águila real. Pero, claro, los animales no son actores que interpretan un papel, sino que tienen sus vidas y comportamientos, que es lo que queremos contar.

¿Cómo se hace el guion en este tipo de narraciones?

El trabajo previo es fundamental. Yo me informo mucho, hago mucho mucho trabajo en el campo para ver comportamientos de los animales e incorporarlos al guion. Con todos estos elementos se crea la historia, hacen que tenga sentido y que la acción avance.

En la película aparecen más de 40 especies de animales, entre aves, mamíferos, reptiles y anfibios, y aparte los insectos, más diferentes ecosistemas. ¿Todos ellos estaban en el guion o en algún caso se debe a la suerte de que pasaran por allí?

Estaban todos pensados. Para eso es fundamental la labor previa de los naturalistas, y en esta película han participado mas de 40. Y hay ecosistemas concretos que yo quería sacar como La Mancha Húmeda. La gente piensa que La Mancha es un secarral, pero hay zonas húmedas como la laguna de El Taray, donde grabamos al zampullín cuello negro, una especie muy poco conocida, y el Cabriel Alto que rivaliza con Doñana y es Reserva de la Biosfera.

¿Y qué pasa si los animales no pasan por dónde tienen que pasar o no hacen lo que se espera?

Hay que tener cierta cintura, adaptarse. Claro que siempre puede haber alguna variación, que se planifique un plano y luego el animal llegue por otro lado o se pare en otro sitio. Pero los animales son curiosos y, como también a veces se aburren, se quedan por ahí observando, como el zorro que sale en la película. Por eso, aunque puede haber alguna variación sobre lo que se ha imaginado, la película es bastante fiel al guion.

En estos días se ha recordado a Félix Rodríguez de la Fuente, y es inevitable pensar en él al ver una película de naturaleza .¿ Qué herramientas del cine se siguen utilizando y cuáles se han incorporado?

A ver, la base de todo documental o película de naturaleza son el naturalista, el trípode y la cámara. Son irrenunciables y así se hizo «El Hombre y la Tierra», que fue absolutamente innovador. Ahora ocurre que estamos más habituados a imágenes y tomas mucho más espectaculares. Por lo que hay que usar herramientas innovadoras y actuales. Como los drones de cine y los drones mosquito. Pero, fíjate, a las águilas los drones y su zumbido le generan mucha desconfianza. Hemos podido hacer las tomas cercanas de ellas con un cable cam, un cable que se monta en el campo y lleva suspendida una cámara,

¿Qué ha sido lo más difícil de rodar?

La pelea de los buitres y el águila. Nos costó mucho trabajo. Sabíamos que eso ocurre, pero no se puede provocar. Hay que esperar que pase. Había días que estaban ahí, el águila y los buitres, pero no se peleaban, solo se miraban y nada más. Otras veces, se peleaban pero nos pillaba sin la cámara puesta, o no estaban a foco. Al final, se tuvo que quedar una persona allí permanentemente muchas semanas para poder tener ese plano concreto en el que se ve cómo el águila engancha al buitre con toda su fuerza, que era lo que yo quería sacar.