La contra

«Nadie reconoce creerse una teoría conspirativa»

Pablo Francescutti

Sociólogo y periodista científico

Pablo Francescutti, periodista y autor
Pablo Francescutti, periodista y autorDavid JarLa Razón

Periodista especializado en ciencia, licenciado en Antropología social y doctor en Sociología, profesor e investigador en la Universidad Rey Juan Carlos, ha diseccionado en su ensayo Teorías de la Conspiración, Historia y sociedad a través del prisma del Complot, la historia, características y efectos en las personas y en la sociedad de las teorías conspiracionistas y los complots, con mayúsculas y con minúsculas.

Quizá habría que empezar por aclarar qué es una conspiración y una teoría de la conspiración.

Las conspiraciones son reales, son acciones organizadas por grupos de personas para que se reúne, plana y ejecuta acciones para conseguir determinados fines. Que pueden ser buenos o malos, depende de los fines y los valores de quienes las llevan a cabo. En cambio, las teorías de la conspiración son explicaciones sin fundamento que siempre se refieren a hechos reales traumáticos para un sector de la población y a minoría malvada, un chivo expiatorio, que actúa en la oscuridad. Es imaginario y son esenciales para tirar balones fuera, para evadir la responsabilidad.

¿Enlazan directamente con la desinformación?

No exactamente. Las teorías de la conspiración desinforman, sí. Pero su objetivo es construir explicaciones. La desinformación, en cambio, es hacer pasar mentiras por información verdadera. Aunque, también y obviamente, hay muchas teorías de la conspiración que desinforman, porque suelen mezclar información correcta con información falsa.

¿Qué ejemplos claros de una y de otra podría poner?

Decir que las vacunas del COVID no sirven para nada, es una desinformación. Pero, decir que han sido creadas por laboratorios rapaces que pretenden enriquecerse a nuestra costa, ahí ya tenemos una teoría conspirativa.

¿Por qué se creen?

Porque son atractivas. Imitan a las teorías científicas y satisfacen muchas necesidades de la gente de explicarse de forma sencilla e asuntos que le perturban, pero de difícil comprensión. Siguiendo con el COVID, es mucho más fácil decir que el virus lo fabricaron en un laboratorio que explicar la zoonosis. Además, liberan de responsabilidad al echarle la culpa a un chivo expiatorio. En el caso del Covid serían los chinos, así en general, los laboratorios, etc. Porque esas teorías no aceptan que pueda haber un elemento accidental o azaroso. Siempre tiene que haber una intención humana y siniestra detrás de todos los fenómenos.

Pero, llama la atención que personas a las que se les supone un cierto nivel cultural, de información, etc., las crean.

Es que todos estamos expuestos a la tentación de creer en ellas. Todos en algún momento de nuestra vida hemos creído, creemos o creeremos alguna teoría conspirativa. Pero nadie, o casi nadie, lo reconoce. Son los demás los tontos que se las tragan. Eso, en teoría de la comunicación, se llama efecto de tercera persona.

¿Hay alguna más fácil de identificar, o desarmar, que otras?

La que dice que el hombre no llegó a la Luna. Cualquiera con un mínimo de interés puede saber que no tiene fundamento. O el terraplanismo, que es básicamente desinformación y falta de conocimiento científico. Las de contenido político son más difíciles. También más peligrosas, porque se pueden utilizar para perseguir minorías, culpar de todos los males a enemigos ocultos, etc.

Todo muy dañino socialmente.

Desde luego. Un ejemplo muy claro es el sida y Sudáfrica. Su presidente, Thabo Mbeky, creyó la teoría conspirativa del sida, que decía que no lo causaba el virus VIH y que los laboratorios farmacéuticos querían vender antirretrovirales, y se negó a repartirlos entre la población. El resultado: miles de muertos y el país del mundo con más población infectada. Y, ahora mismo, tenemos a un antivacunas fanático al frente de la Secretaría de Salud del gobierno de Estados Unidos. Que se ha creído un estudio clínico erróneo, súper refutado y del que los propios autores se desdijeron y está convencido de que las vacunas producen autismo, ¿Tú sabes lo que eso va a significar para ese país? Afortunadamente, no todo el mundo se deja engañar y hemos visto cómo en España la gente se vacunó del COVID masivamente.

La negación del cambio climático, ¿tiene un punto de partida concreto?

Las primeras negaciones datan de 2010. En parte, atizadas por el novelista Michael Crichton, el autor de Parque Jurásico, que llegó a afirmar que es un invento de científicos y ecologistas para conseguir fondos, controlar la industria y atacar el capitalismo. También ayudó que hubiera informes elaborados por científicos contratados por la industrias petrolera, química y nuclear, que restaban importancia a sus efectos contaminantes. Se vio que había científicos que parecían prostituirse y perjudicó a la confianza pública en la ciencia.

¿Cómo combatir esa desconfianza en la ciencia, el negacionismo climático y las teorías conspirativas?

No tiene una solución fácil y rápida. La educación tiene un papel muy importante; igualmente, el periodismo científico y ambiental y lo verificadores de información hacen una labor fundamental. Pero, por más que se haga, a quienes ven la vida en clave de conspiración no hay manera de convencerlos. Se puede tener éxito con quienes les rodean, que son susceptible de creerles pero dudan, los que dicen «bueno, yo no soy conspiranoico, pero...».