
La contra
La Telefónica
Planeta Tierra

Muchos de los lectores de esa columna habrán visto en los medios que la Compañía Telefónica Nacional de España, como se la llamó originariamente, puede estar recibiendo ofertas de compra de su sede corporativa en Madrid, citándose la cantidad de 900 millones de euros. Con la particularidad de que al mismo tiempo se firmaría un contrato para de momento seguir la actual propietaria como inquilina.
Antes de existir Telefónica, España era un mosaico de pequeñas telecos sin coordinación suficiente para hablar de un verdadero sistema nacional. Eran los tiempos de la dictatura de Primo de Rivera, y el General y sus consejeros estimaron que, aun como monopolio, era conveniente concebir un sistema único para todo el país, concediéndose ese servicio a la empresa norteamericana ITT.
Así se hizo, mejorando la comunicación de los españoles, y construyéndose inmediatamente un edificio grande y moderno para sede social, el mismo que sigue coronando la Gran Vía de Madrid entre Cibeles y la Plaza de España. Causó sensación en su tiempo: el mayor rascacielos europeo, con sus 90 metros de altura, considerándose referencia para casi toda comparación. El autor de los planos fue el arquitecto español Cárdenas, inspirándose en Nueva York.
Luego vino la Guerra Civil (1936-1939) durante la cual Telefónica siguió prestando servicio a las dos zonas, la republicana y la nacional. Y ulteriormente, en la postguerra se españolizó al cien por cien. Una larga historia en la que, además, por un tiempo, Telefónica fue estrella en la Bolsa de valores, con las Matildes.
Por muchos dividendos especiales en que piensen los actuales directivos de la compañía, el gran palacio de las comunicaciones es un poco de todos los españoles. Bien podría decirse que la Telefónica debe seguir siendo de Telefónica.
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