
La contra
«No se valora lo suficiente la pérdida de biodiversidad»
Rosa Porcel
Doctora en Bioquímica y Biología molecular

Rosa Porcel reparte su tiempo profesional entre la divulgación científica, con su libros “Eso no estaba en mi libro de Botánica”, premio Prismas 2021 al mejor libro de divulgación científica, “Plantas que nos ayudan”, en el que recopila el conocimiento ancestral y la ciencia que alberga la relación del ser humano con las plantas, y el blog La Ciencia de Amara; la docencia de la Biotecnología en la ETSIA Agronómica y Medio Natural de la Universidad Politécnica de Valencia, y la investigación en el Instituto de Biología Molecular y Celular de las Plantas. Para ella, la civilización comenzó con la agricultura y considera que los humanos de hoy somos tan absolutamente dependientes de las plantas como en su día lo fueron los primeros agricultores neolíticos.
¿Cuándo comienza el ser humano a ver las plantas como algo más que un comestible?
Después de empezar a comerlas, en algún momento se dieron cuenta de que, aplicándolas de otra forma podían ayudar a cicatrizar heridas. Por ejemplo, observando a animales, que hay muchos que utilizan plantas, cortezas u hojas para curarse heridas. Fue la necesidad lo que llevó tanto a una cosa como a la otra. Cuando uno no tiene otra cosa, echa mano de lo que tiene cerca. Que se curaba, pues la utilizaban de nuevo. A base de prueba y error.
¿Somos tan dependientes de las plantas como en tiempos pasados?
Creo que sí. Aparte de ser alimentos, las plantas contienen principios activos, moléculas, que se están evaluando continuamente para aplicar en fármacos. Eso ha venido a cambiar el mundo y hay muchas plantas que en el futuro no pueden dar sorpresas porque están dando resultados prometedores.
¿Dónde estarán esas plantas tan prometedoras?
Yo siempre digo que el mar y el suelo son dos nichos en los que quedan muchas moléculas aun por descubrir. Y, en ese sentido, entiendo que la pérdida de biodiversidad no está suficientemente valorada socialmente. Es una pérdida de recursos muy necesarios para el ser humano, por descubrir muchos de ellos. Lógicamente, estamos muy centrados en el cambio climático, que, justamente, uno de los muchos problemas que causa es la pérdida de biodiversidad. Pero también lo puede ser la sobreexplotación.
¿Hay constancia de casos así en la antigüedad?
Sí. El silfio, por ejemplo. Era muy apreciada en alimentación, en la época de Julio César, por ejemplo. Una planta silvestre muy apreciada en alimentación y también se usaba como abortivo. Pero se consumía toda la que daba la naturaleza hasta que desapareció.
¿Al investigar para su libro «Plantas que nos ayudan», le ha sorprendido alguna?
Sí, unas cuantas. Por citar una: la belladona. En el siglo XIX hubo un canon de belleza de ojos grandes, entonces las mujeres la usaban para tener las pupilas dilatadas. Era una locura, pero no sabían las consecuencias. Sin embargo, de la belladona salió la atropina que está, por ejemplo, en las gotas que se utilizan en Oftalmología para examinar el fondo del ojo.
¿La ciencia ha confirmado las propiedades que tradicionalmente se les atribuían a las plantas?
Sin duda. La ciencia no para nunca y ahora disponemos de una serie de técnicas para validar si las propiedades que se le atribuían a las plantas son ciertas o no.
¿O que tienen propiedades que diferentes de las que se pensaban?
También. Como la canela, que se utilizaba mucho en la Edad Media en las epidemias de peste y para las gangrenas y hoy sabemos que es buena para bajar el azúcar en la sangre y el colesterol.
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