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Vida lenta

Historia de una anchoa

Reserva de familia Codesa LR

A las dos de la mañana el teléfono avisó a Fidel de la llegada de un barco al puerto de Gijón con la captura del bocarte de 30 granos (cantidad de pescado que cabe en 1 kg), el que hace la anchoa perfecta. La subasta comenzaba a las 7h, el tiempo de salir de la cama corriendo, coger el coche y llegar a la puja en la lonja. Son momentos emocionantes, de nervios e ilusión.

Durante los meses de primavera, José Luis y Fidel Ortiz, segunda y tercera generación de Codesa, empresa familiar dedicada a la elaboración de anchoa, recorren los puertos del Cantábrico persiguiendo las mejores pescas de los 160 barcos de cerco que faenan en estas aguas. Nunca se sabe cuándo entrará lo mejor y hay que estar preparados, con una mochila de ropa en el maletero y la agenda despejada. Todo comenzó en el año 1976, en Laredo, Cantabria, donde vienen elaborando de forma artesanal la anchoa, con un profundo respeto al mar, limitando la compra a los peces de un tamaño adecuado y sumándose al “Pezqueñines, ¡no gracias!” que tan famoso se hizo en los años 80.

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Hoy en día son una pequeña gran empresa familiar con 80 empleados. El proceso es el siguiente: el bocarte (boquerón en el sur) se deja curar un año en salazón, se soba con una red para quitarle la piel y la sal, se le corta la cabeza, la cola y los bordes y se filetea a mano para acabar descansando en aceite de oliva virgen extra. La elaboración contempla diferentes series y gildas dobles. Al abrir la lata encontraremos un papelito flotando en el aceite que dice: “Hecho a mano por Maribel”, o aquella persona que haya dedicado su tiempo y trabajo manual. El resultado es una anchoa de un suave color rojizo teja, con un ligero sabor a salazón, tierna y carnosa… los productos naturales y artesanales elaborados con calma y mimo son los que mejor saben.

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