Cataluña de Companys
Jordí Albertí, en “El silencio de las campanas”, establece una sencilla regla sobre los que acometieron una atroz persecución en la retaguardia republicana en Cataluña: si estaban organizados no son descontrolados; y los anarcosindicalistas ni eran descontrolados ni estaban desorganizados. Existían unos 200 Comités de Milicias y Patrullas de Control en toda Cataluña. Establecieron centros de detención, fueron a por personas concretas que tenían en listas preparadas. Y sabían que hacer la Revolución empezaba por la eliminación de la Iglesia. A partir del primer momento del 19 de julio de 1936, la Iglesia católica catalana y sus miembros fueron considerados indiscriminadamente como enemigos por los revolucionarios, poco les importaba incluso el clero catalanista. La persecución fue total, con la finalidad de acabar –simple y llanamente- con el catolicismo en Cataluña. Incluso de daban casos como el de Mn. Josué Roig Passalaigua de la población de Valls. Él se consideraba, cosa extraña en aquella época, un “cura de izquierdas”. Pero ni eso le salvó de ser martirizado.
Desde un punto de vista histórico, es indudable que hubo una persecución religiosa, entendiendo como tal al hecho de ser perseguidoshombres y mujeres por la simple pertenencia a la religión católica. Evidentemente hubo asesinatos por motivos políticos e incluso venganzas personales. Pero tampoco debemos caer en la dicotomía de pensar que hubo mártires católicos por un lado y asesinatos políticos por otro. Muchos de los jóvenes, hombres y mujeres asesinados, no se pueden escindir en dos grupos separados: católicos y políticos. Había infinidad de jóvenes que militabanen partidos políticos, como el carlismo, la Falange, Renovación Española, La Lliga o en la Unión Patriótica y a la vez eran catequistas y eran miembros de la Acción Católica o fejocistas. Y era más que frecuente la doble o triple militancia en todo tipo de grupos. Los jóvenes de la Lliga también eran a su vez –muchos- católicoscomprometidos. Otros habían sido militantes del somatén, y en esta milicia popular estaban apuntados carlistas, alfonsinos o lligaires. Entre los miembros del Sindicato Libre había requetés, pero también de otras formaciones políticas. En definitiva, que es muy difícil discernir la causa formal por la que estaban en la “lista negra”, pero en sus últimos momentos, la mayoría murió manifestando su fe católica. Se puede comprobar que 144 sacerdotes asesinados en Cataluña, mantenía una estrecha afinidad con el carlismo, por ejemplo; al igual que hubo sacerdotes afines a la Lliga. Pero evidentemente en sus causas martiriales sólo se hace constar –y es lógico- su sacrificio por la fidelidad a la fe católica.
Hay cifras que ya se conocen, pero convienen ser constantemente recordadas para darnos cuenta de la gravedad de los acontecimientos que ocurrieron en la Cataluña de Companys. Aunque parezca mentira, las cifras según las fuentes, aún bailan algo. Pero podemos dar por válidos estos datos. A nivel eclesiástico, en Cataluña se produjeron 2.441 asesinatos. Entre ellos tres obispos catalanes (sin contar con los que murieron en suelo catalán), 1.538 presbíteros, 824 religiosos y 76 monjas. Para poder tomar conciencia de la dimensión de estos datos, cabe recordar que en Cataluña, en el año 1936, había 2.050 parroquias, distribuidas entre los Obispados de Tarragona, Barcelona, Lérida, Vich, Gerona, Urgel, Tortosa y Solsona. Igualmente, la Iglesia católica contaba con más de 900 casas religiosas y unas 4.000 iglesias, santuarios o ermitas.
Las cifras son frías pero significativas y aquí sólo contabilizamos clero diocesano, no religiosos ni religiosas. Las tomamos por diócesis, según el estudio de Vicente Cárcel Ortí, “La gran persecución, España 1931-1939″:
- 4 obispos asesinados: Irurita (Barcelona), Huix (Lérida), Borrás (auxiliar de Tarragona), Polanco (de Teruel, ejecutado en Gerona en 1939).
- Diócesis de Lérida: 270 clérigos asesinados, el 65% de los que había. [Sólo Barbastro perdió un mayor porcentaje de clérigos: el 88%].
- Diócesis de Tortosa: 316 asesinados, el 62% del clero.
- Diócesis de Vic: 177 asesinados, el 27% del clero.
- Diócesis de Barcelona: 279 clérigos asesinados, el 22%.
- Diócesis de Gerona: 194 asesinados, el 20% del clero.
- Diócesis de Urgell: 109 asesinados, el 20%.
- Diócesis de Solsona: 60 asesinados, el 13% del clero.
Si observamos atentamente la distribución, veremos que en la medida que vamos a las diócesis del norte de Cataluña, el porcentaje de asesinatos disminuye. La explicación es sencilla: la proximidad con la frontera permitió que pudieran escaparse más sacerdotes. Por el contrario, Tortosa –junto a Barbastro, incluida en Lérida- fue la diócesis que más sacerdotes perdió. En Lérida el factor clave explicativo es que el anarquismo del POUM estaba muy arraigado y, sobre todo, porque por ahí pasaron las columnas anarquistas que iban al frente de Aragón. A su paso, dejaron purificada la retaguardia.
A los sacerdotes hay que sumar los miembros de las órdenes religiosas. En Barcelona, por ejemplo, la diócesis contaba con la presencia de 35 órdenes masculinas que agrupaban un total de 1.700 religiosos, de los cuales 425 fueron asesinados. Junto a ellos hay que contar además a 112 religiosos procedentes de otras diócesis y de diversas órdenes que se habían refugiado en la Ciudad Condal. Igualmente las órdenes femeninas contaban con treinta familias y un total de 7000 monjas de las cuales asesinaron a 76. De los 824 religiosos asesinados en Cataluña, se debe ponderar la cantidad con los 2.500 que vivían en tierras catalanas, aproximadamente, repartidos en 225 comunidades.
Insistimos en que estas estadísticas, deshumanizadas, sólo tienen como intención hacerse una idea de la magnitud de la persecución en Cataluña, comparándola con otras regiones. Si bien en aquella época Cataluña podía representar un 15% de la población total de España, los porcentajes de clérigos asesinados veremos que no se corresponde con el conjunto de la persecución religiosa en España. Se calcula que en zona republicana murieron asesinados unos 6.850 eclesiásticos. En Cataluña, unos 2.400, esto es un 35% del clero español asesinado. También es interesante, comprobar el ritmo de asesinatos. Éste no denota tanto un descontrol sino una prisa más que urgente para cumplir con los objetivos revolucionarios. Los datos, referidos a toda España, son nuevamente son escalofriantes:
- Año 1936, antes del 18 de julio, día de la rebelión militar: 17 curas y religiosos asesinados.
- Del 18 de julio al 1 de agosto: 861 clérigos asesinados.
- Agosto de 1936: 2.077 asesinatos (más de 70 al día), incluyendo 10 obispos.
Asesinatos acumulados a 14 de septiembre: 3.400 sacerdotes y religiosos asesinados (no contamos laicos) en menos de 2 meses. El resto de las víctimas se repartirán durante los siguientes años de la guerra. Entre los seglares, fueron 130 asesinados de la “Federació de Joves cristians de Catalunya” a los que habría que sumar los miembros de la Acción Católica.
Si nos ciñéramos a la definición actual de genocidio, dada por la Corte Penal de Roma, veríamos que el caso catalán y español se ajusta perfectamente en el caso eclesiástico: “Aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos”. Como diría Jordi Albertí: “¿Pueden unos descontrolados matar 70 curas al día, que era la media de agosto de 1936?”.