Fosas de la guerra
La mina de Camuñas (Toledo), historia de una tragedia
El silencio absoluto arrojado sobre ocurrido se plasma en la nula aparición en las obras sobre la guerra civil
El municipio de Camuñas (Toledo) se encuentra situado en la falda de la montaña Cabeza-gorda, en la margen izquierda del río Amarguillo, en la comarca de La Mancha. Linda con los términos municipales de Puerto Lápice y Herencia, en la provincia de Ciudad Real, y Madridejos y Villafranca de los Caballeros en la de Toledo.
Su término se extiende por una amplia meseta. El extremo meridional es el menos llano, con barrancos, gargantas y montañas que casi llegan a los 1.000 metros de altitud. Por el oeste se encuentra una vega que se prolonga hasta el Amarguillo y el monte llamado Cañada de las Vacas que se extiende a los lados de la Autovía del Sur. A la derecha de la carretera hay una montaña en cuya cima hay tres bocas de antiguas minas, una de las cuales es de gran profundidad.
El silencio absoluto arrojado sobre los hechos acaecidos en la mina de Camuñas se plasma en la nula aparición en las obras que han tratado el tema de la guerra civil. Sólo cuatro citas mínimas en alguna de las obras más específicas. Por ejemplo:
-Francisco ALIA MIRANDA en su obra La Guerra civil en retaguardia: conflicto y revolución en la provincia de Ciudad Real (1936-1939), trabajo que publicó en 1994 el área de Cultura de la Diputación de Ciudad Real, en la página 218, afirma que:
“Las ejecuciones de la zona de Ciudad Real se realizaron en su mayor parte en los primeros meses en las tapias del cementerio capitalino, pasando luego a ser el principal lugar de ejecución que sería el famoso “pozo Carrión”, pozo de una noria que había quedado dentro del cementerio de Carrión de Calatrava al ampliarse éste con anterioridad al estallido de la guerra. Según testimonio del alcalde de dicha población al Fiscal de la Causa General, en 1943 no se había podido exhumar los cadáveres existentes en el pozo-noria del interior del cementerio “por ser de bastante profundidad calculándose habrá unos 600 cadáveres, ignorándose el origen de la mayor parte de ellos”. Los de la zona sur de la provincia de Ciudad Real empleaban el cementerio de Valdepeñas, y los lindantes con la provincia de Toledo la mina abandonada de Las Cabezuelas, en el término de Camuñas (Toledo) y cercana a Puerto Lápice (Ciudad Real).
-Manuel Azaña en «La revolución abortada», comentarioincluido en Causas de la guerra de España, Crítica, Barcelona, 1986. Afirma que:
“Algunas de estas fosas se convertirán en depósito permanente de cadáveres durante toda la guerra, como el pozo de la mina de Camuñas, donde los milicianos irán arrojando a lo largo de tres años a sus víctimas de Ciudad Real y Toledo. Otras fosas, como las de Paracuellos, son fehaciente prueba de exterminios masivos con un alto grado de organización. Y en el mismo capítulo hay que mencionar el testimonio forense: los informes oficiales de las instituciones policiales o judiciales, aún no controladas por los comités del Frente Popular, que en las primeras semanas del Terror rojo proceden al levantamiento de los cadáveres y a su examen y registro fotográfico. Son especialmente abundantes las imágenes procedentes de Madrid, que es también la ciudad con mayor número de víctimas del Terror. Las fotografías hablan de tiros en la nuca, pero también de cabezas aplastadas con piedras de gran tamaño, antes o después de la muerte; los informes forenses detallan asimismo violaciones y torturas, así como miembros amputados. Esta fuente gráfica se cegará cuando el aparato institucional quede definitivamente bajo el poder de los partidos revolucionarios. En Gijón, por ejemplo, el 14 de agosto de 1936 los milicianos prohíben al médico forense del juzgado de instrucción del distrito de Oriente seguir identificando cadáveres mediante retratos fotográficos. Se trataba de borrar pistas. Lo mismo ocurrirá en el resto de España. Las muertes continuarán, pero ya nadie guardará la imagen de los cadáveres”.
-Según el deán de la Catedral de Coria y prestigioso historiador Ángel David Martín Rubio, en varias obras y artículos publicados:
“Tras una ligera tregua el terror se recrudece desde mediados de agosto de 1936. Al tomar posesión de su cargo el nuevo gobernador civil, José Serrano Romero, anunció que en lo sucesivo los presos solo podrían ser sacados de las cárceles por sentencia de los Tribunales o para ser puestos en libertad y empezó a funcionar un Tribunal especial, pero pronto se vio la nula eficacia de tales disposiciones. Ahora se llevaba a las víctimas al cementerio de Carrión de Calatrava a once kilómetros de la capital donde, según la “Causa General” fueron arrojados a un pozo los cadáveres de unas ochocientas personas de diversos lugares que eran llevados allí para su ejecución.
El 17 de septiembre, con el pretexto de que un bombardeo nacional había incendiado los depósitos de CAMPSA, se sacó de la cárcel y de sus domicilios a un centenar de personas. Se les llevó por la carretera de Herencia hasta una mina situada en término de Camuñas y donde había un pozo de más de cincuenta metros en el que eran arrojados los asesinados de los pueblos limítrofes de Ciudad Real y Toledo:
En el término municipal de Camuñas existe una mina abandonada y a la misma han sido arrojados bastantes cadáveres, no sólo de los pueblos colindantes sino -según rumor público- hasta de Madrid. Dicha mina está situada a un kilómetro de la margen derecha de la carretera de Madrid a Cádiz” (Puede leerse en legajo 1048 de la “Causa General”).
En Herencia ocurrió que la marcha de la guardia civil determinó que el pueblo quedara en poder de los frentepopulistas y el inicio de las detenciones. El 22 de julio se comete el primer crimen. Cinco mercedarios fueron sacados de la población y dejados a su arbitrio: Encontrarían la muerte en Madrid, Camuñas y Daimiel según el procedimiento que se sigue con los religiosos en la Mancha. Los presos se hacinaban en el convento donde se constituyó el 1 de agosto un comité. A partir de 6 de agosto muchos de ellos eran asesinados y arrojados al pozo citado de “Las Cabezuelas” (Camuñas).
En su obra Guerra Civil y Represión: El combate por la Memoria don Ángel David Martín Rubio escribe:
“Algo semejante cabría decir de tantos de los que fueron sacados de las checas y cárceles que abundaban en la retaguardia revolucionaria: aparte de los casos más conocidos de Madrid y Barcelona, en varios lugares de La Mancha se conservan pozos atestados con los cadáveres que dejaban a su paso los defensores de la República y que hasta ahora no han sido exhumados. Pero las fosas de la memoria son para ellos sólo un pretexto: la reiterada parcialidad con que se asume una cuestión tan largamente debatida excusa de más demostración acerca de su verdadera intención. Uno de los casos más dramáticos es el del pozo de la mina situada en término de Camuñas donde los revolucionarios arrojaban a las víctimas de los pueblos limítrofes de Ciudad Real y Toledo”.
Aranzadi en Camuñas
El 31 de marzo de 2009, 70 años después de concluida la guerra civil, seis personas celebramos la Santa Misa a 25 metros bajo tierra, muy cerca de los primeros cuerpos encontrados al final de la segunda fase de la investigación practicada en la Mina. Los nombres de 65 personas que con absoluta certeza yacen sepultados en el improvisado cementerio fueron proclamados en voz alta; así como los nombres de los siervos de Dios que forman parte de nuestro Proceso. Por todos, también por los no identificados, se ofrecía la misa.
El Arzobispado de Toledo había comenzado en octubre de 2008 las investigaciones por el grupo de mártires que están incluidos en la Causa de mártires de la provincia eclesiástica de Toledo.
Tras las dos primeras inspecciones que llevaron a cabo los espeleólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, el equipo de forenses y arqueólogos, organizados por el prestigioso forense Francisco Etxeberria podían afirmar que finalmente, por el cubicaje del espacio, no podía haber más de un centenar de cuerpos, de ellos se individualizaron alrededor de 30 cuerpos en la tercera inspección que tuvo lugar en enero de 2010. Las anteriores expediciones tuvieron lugar en noviembre de 2008 y marzo de 2009.
Las infografías nos hacen entender de qué hablamos.
Es decir, que según han desvelado las pruebas forenses, se trata de los cadáveres de labradores, sacerdotes, maestros y mujeres, que fueron asesinados (algunos también torturados) en aquel lugar, alejado de las zonas de combate y bajo domino republicano.
También se ha logrado descifrar el procedimiento mediante el cual los asesinos de la retaguardia republicana arrojaban los cadáveres. Según explicó Etxeberria el método consistía en arrojar cuerpos, “echar mucha cal y echar más cuerpos”. También han detallado que muchos de los cadáveres que arrojaron a la fosa los habían incendiado previamente. Para rescatar los 30 cuerpos que se han localizado hasta el momento, los espeleólogos han tenido que excavar 30 metros en el pozo.
No hubo proceso de identificación de los cuerpos
El objetivo de la exhumación no era otro que dejar constancia del episodio histórico y, al ver la imposibilidad de identificar los cuerpos, se decidió no practicar pruebas de ADN.
En aquellas jornadas estuvo presente, en nombre del Arzobispado de Toledo, monseñor Carmelo Borobia, en 2010 Obispo auxiliar de Toledo que fue informado de toda la investigación por el propio profesor Etxeberria.
Emiliano Encinas y López-Ortiz
Uno de los casos que podemos reseñar, entre los sacerdotes, es el del propio cura párroco de Camuñas. Don Emiliano había nacido el 15 de septiembre de 1903 en la localidad toledana de Quero. En la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción recibió las aguas bautismales el 29 de septiembre. Se ordenó en Toledo el 11 de junio de 1927. Celebró su primera misa el 24 de junio de ese mismo año. Tan sólo tenía 33 años cuando entregó su vida por Cristo.
Un día después de estallar la guerra civil, Don Emiliano que ejercía como regente del pueblo de Camuñas (Toledo), tuvo que celebrar la Santa Misa con las puertas de la iglesia cerradas. En previsión de lo que pudiese suceder sumió todas las formas consagradas. Luego se trasladó a su pueblo natal. Allí permaneció hasta el 13 de agosto. Ese día los milicianos del pueblo fueron a buscarle para llevárselo preso. Diez días estuvo encerrado, siendo golpeado e injuriado. El 23 de agosto de 1936 fue conducido junto a otros presos, siendo asesinado a unos tres kilómetros de Camuñas. Sus cadáveres fueron quemados y arrojados a La Mina, de “Don Quijote de la Mancha”.
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